Los clásicos porteños que se resisten a cerrar sus puertas
Dueños del bar La Playa, el restaurante O’Higgins y J. Cruz cuentan cómo buscan evitar bajar sus cortinas, como lo hicieron locales emblemáticos como La Piedra Feliz y el Cinzano.
La bohemia de Valparaíso ya había sido golpeada con el cierre del bar La Piedra Feliz en plena pandemia, pero el cierre del histórico bar Cinzano fue un duro golpe para los porteños y para el turismo de la ciudad.
El temor es que la pandemia afecte a otros locales y “picadas” emblemáticas de la zona, como el bar La Playa, los restaurantes O’Higgins y J.Cruz, cuyos dueños hablan a continuación:
Los latones grafiteados y candados de ambos ingresos por calles Cochrane y Serrano dan cuenta lo desolador del panorama del local con la barra más extensa del Barrio Puerto (13 metros). Su dueña, Cecilia Gutiérrez, dice que cerraron en marzo, pero “he tenido que seguir pagando luz, agua, contribuciones y cotizaciones de los trabajadores, y a los colaboradores extranjeros no los puedo despedir”.
Cuenta, además, que le entraron a robar. “Al llegar sólo me puse a llorar, porque aquí está mi vida”, comenta.
No obstante, la empresaria -que también tiene los bares Francia y El Roma- dice que seguirá luchando hasta que le permitan abrir. “Yo tengo muchas mesas y espacio, aunque no me dejan abrir, pero los ambulantes sí pueden seguir operando en las calles”, cuestiona.
Una ubicación estratégica -frente al Parlamento- ha mantenido activo al restaurante O’Higgins (inaugurado en 1949) en las últimas tres décadas. Lejos de la bulla nocturna, en el sector Almendral, no ha sido víctima de saqueos ni afectado por el estallido social.
“Vamos a seguir (pese a la pandemia), porque tenemos una tradición de varias generaciones que mantener”, responde su dueño, Samuel Bernal, quien señala que el funcionamiento ya no será como antes. “Somos una empresa que tiene responsabilidad con 60 trabajadores, y no podemos abrir, pero sí puede atender una peluquería y un mercado. Por ahora yo sólo estoy atendiendo en el café con mi familia y todo para llevar”, agrega.
Un cerro de papas fritas, carne, chorizo, cebolla y huevos fritos en un solo plato y compartido con tenedores se convirtió hace 40 años en una marca del Puerto. “Sin chorrillana no hay J. Cruz” , dice su dueña y administradora, Sonia Gutiérrez, quien cuenta los días para que anuncien la Fase 3 de desconfinamiento.
Desde su casa, en calle Freire, donde tiene un segundo local más amplio, y donde atenderá en la terraza, Sonia levantó un local para “parar la olla”, comenta. “Lo hemos pasado mal, pero dejé de llorar, porque no saco nada ver cómo han terminado nuestros colegas; ha sido muy triste, hay tantas historias allí para esta ciudad, yo solo espero que el alcalde Sharp me permita abrir afuera en el pasillo y en la vereda”.
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