"Reconozco, y así quiero que lo transmitan fielmente, que he incurrido en graves equivocaciones de valoración y percepción de la situación, especialmente por falta de información veraz y equilibrada". Esa fue una de las frases que más repercutió de la carta que envió el Papa Francisco a los obispos chilenos el martes pasado.
Tras ello, una de las primeras interrogantes que surgió fue quiénes habrían sido los encargados de entregar información al Papa sobre la Iglesia chilena y el caso del obispo Juan Barros. Algunos nombres que surgieron fue el del nuncio apostólico Ivo Scapolo, el arzobispo de Santiago, Ricardo Ezzati, y el arzobispo emérito Francisco Javier Errázuriz, miembro del Consejo Cardenalicio.
Pero, además de ellos, el Pontífice habría tenido otra fuente de información. Se trata del sacerdote jesuita español Germán Arana, quien estuvo a cargo de la investigación para el nombramiento de Juan Barros como obispo de Osorno en 2015, y con quien Barros realizó un retiro espiritual durante el verano previo a ser designado.
La cercanía con Arana quedó manifestada durante la toma de posesión en la Catedral de Osorno, instancia en la que el sacerdote español acompañó al obispo, mientras los feligreses de la diócesis se manifestaban con globos negros y abucheos por su nombramiento.
Otro nombre que se menciona es el del cardenal italiano y exnuncio apostólico de Chile Angelo Sodano, quien ocupó el cargo entre 1977 y 1988, y de quien se asegura habría sido cercano a Fernando Karadima.
La razón por la que se ha apuntado a Sodano, además del poder que aún mantendría en el Vaticano, es que mientras ocupó el cargo de nuncio tuvo influencia sobre el nombramiento de obispos y habría favorecido la designación de aquellos de corte conservador, siendo uno de los responsables en modelar, en parte, el episcopado que actualmente debe informar a Francisco.