No pienso mucho en la muerte. Creo que es un evento que uno no saca mucho con pensar, prepararse o lo que sea. Vendrá y no le tengo ningún miedo. Es más bien una bienvenida, porque no me gusta la idea de llegar a los cien años. Tengo 97, es todo muy cerca. Bueno, qué otra salida puedo tener. Me dicen que hay una arritmia en el corazón, por ese lado podría ser o parece que he tenido, aunque no estoy convencido, un comienzo de derrame. Parece que tengo un poco apolillado el cerebro, pero no se nota. Y bueno… por algún lado tendrá que haber salida para no llegar a los cien.
Hace 35 años que troto. Me he acostumbrado a eso y desarrollé un trote bastante bueno, que no cansaba nada y que podía durar media hora, una hora entera. Como perdí la vista, ya no puedo salir a la calle. Antes salía al Paseo Bulnes y trotaba hasta el fondo, hasta Parque Almagro. Allí volvía. Molestaba un poco a los borrachines que se veían en la mañana. Ahora lo hago en un aparatito que se mueve y que me permite trotar en el mismo sitio. A las 7 de la mañana me levanto. Nadie me ayuda. Troto media hora, entre varias cosas: bicicleta y pesas. Todos los días, hago un poco de todo.
De mi infancia si hay algo que me marcó, eso fue la inglesa. Estuvimos desde guaguas bajo la férula de la institutriz, la miss… no se cuánto, porque iba cambiándose. Había una distancia con los padres, porque ella exigía full charge, plena responsabilidad, así que era decirle a la mamá "no se meta mucho, porque yo estoy aquí". Hubo una cierta distancia entre los padres y nosotros, lo cual creo que fue negativo. Por la noche nos despedían con un beso, pero el beso no era de la mamá, era de la inglesa. La mamá estaba un poquito ausente. Yo sé que ella sufrió un poco con eso, pero era muy fuerte y no quería estorbar una educación inglesa. Estaba convencida que la mejor educación del mundo era esa y quería dársela a sus hijos. En ese momento para mí era normal, pero después he descubierto que en otras familias es muy distinto. No me daba cuenta. Estaba acostumbrado a esa disciplina.
Yo tenía un proyecto alternativo al del sacerdocio. Me gustaban mucho las matemáticas. Iba a estudiar ingeniería. En la práctica ya estaba admitido, tanto en la Católica como en la Chile. Había sacado buenas notas, y era la alternativa que tenía: o cura o ingeniero. Era muy desprendido de la riqueza. Mi papá en ese tiempo tenía dos fundos, él los administraba y me miraba a mí como el que podría retomar la administración, aliviarlo un poco a él. Mi hermano, quien era mi ejemplo a seguir, ya era cura, y si yo me hacía cura también, la familia quedaría sin hombre. Esa fue mi preocupación. Pero no me interesaba tener cosas, lo encontraba sin atractivo verdadero, sin perspectiva.
He tratado de ser comprensivo para los tiempos actuales. Creo que he podido acoger los cambios que se han producido sin mayor problema. Más bien he sentido que otra gente se ha quedado atrás. La ciencia moral, que es a lo que yo me he dedicado, a uno lo dispone a aceptar los cambios, a prevenirlos, a suponerlos. Me ha preparado para un mundo de cambios.
Es justo que el celibato en los sacerdotes sea totalmente libre, a elección. Los sacerdotes célibes no bastan para lo que se requiere. Desde un punto de vista ético creo que es necesario que se puedan ordenar también a casados. Yo he amado mi celibato, lo volvería a escoger, pero creo que entré sin conocer muy a fondo a lo que yo renunciaba. Yo renunciaba a la mujer y es conveniente que el que renuncie a algo sepa a qué renuncia. Tendría que haber tenido un poco más de conocimiento de lo que es la mujer, de lo que puede ser su compañía y eso me faltó cuando entré a los 15 años. No había pololeado. A la mujer la conocía solamente por mis hermanas y un poco de lejos a algunas primas que tenía, pero un conocimiento mayor no tenía.
Estamos ante una segunda revolución mundial. La primera fue la revolución industrial, que cambió el mundo y a la sociedad entera, que tuvo que rehacerse. Pero el segundo gran cambio mundial, la revolución en la que estamos hoy metidos, es la de las comunicaciones. Yo llegué tarde por lo de mi vista. No he podido tener ni mi propio computador, pero me sorprende y me maravillo de todas formas. Yo usé máquina de escribir, pero cuando me falló la vista tampoco pude seguir escribiendo. De todas formas sigo produciendo artículos. Me interesa mucho eso de poder expresar mis pensamientos. He escrito estos últimos dos años más artículos que en toda mi vida, porque uso el fonógrafo. Grabo, hago unos casetes y eso sale en estas cuestiones de internet que no comprendo. Tiki… Tuiki… ¡Twitter!, Facebook. Todo eso. Para mí es lanzar semillas al viento y me dicen que prenden y que se leen.
Tengo una buena opinión de Bachelet. En general tiene buenas intenciones, aunque soy crítico en algunos aspectos, por ejemplo la política exterior. Ella está muy cerca del militarismo y el militarismo no tiene sentido en el mundo de hoy. Continuar con los gastos militares que Chile tiene, que son tremendos de grandes… Además, para la política de Latinoamérica es tan importante que Chile no sea considerado como el país más armado de Latinoamérica y en cierta manera el más dominante. Chile tiene que cultivar más la diplomacia, la amistad, la unión. Ojalá que Latinoamérica pudiese ser una gran federación, como lo es Europa.
El Papa tendría que despachar a todos los nuncios. No hace falta que la Iglesia tenga nuncios por todo el mundo con gastos tan grandes. Creo que la Iglesia tendría que salir de Roma e ir a vivir en un lugar, tal vez el Africa y desde allí interesarse en lo que pasa en el mundo. El Papa no tiene que ser el potente, el que manda, el que dispone todas las cosas. Tiene que ser servidor del pueblo. Juan Pablo II, el mismo Ratzinger, los dos últimos antes del actual Papa fueron muy posesionados de sus poderes. No los culpo, porque un Papa se siente muy responsable y a veces cuando una persona que tiene poder se siente muy responsable entonces se convierte en un dictador, que cree que debe meterse en todo, hacerlo todo.
Es falso que yo sea un cura rebelde. Tengo opiniones y esas opiniones ahora menos que antes todavía se pueden tachar de problemáticas, porque son opiniones que la Iglesia misma ha puesto sobre el tapete. Por ejemplo, los homosexuales, el matrimonio. Si uno dice su opinión no por eso es rebelde, porque las opiniones no son rebeldes, sino distintas. Esa gente que habla de cura rebelde probablemente es gente muy atrasada. Es gente que sigue creyendo que la Iglesia es sólo mandato y obediencia.