Doraigny Barroeta tiene 26 años, es venezolana y hace exactos doce días que duerme afuera de la embajada de su país en Providencia esperando una respuesta que le permita volver a Trujillo. Salió de esa ciudad en diciembre pasado y viajó 15 días por tierra para vivir el “sueño chileno” y encontrar una situación laboral y económica mejor. La crisis en Venezuela la obligó a dejar a su familia y amigos tal como ha ocurrido con otras miles de personas.
Llegó a un Chile distinto del que pensó. Le costó encontrar trabajo por el difícil momento económico que se vivió en medio del estallido social y también por no tener la documentación legal al día. Doraigny llegó a Santiago luego de cruzar por caminos clandestinos entre Tacna y Arica junto a otras 15 personas, cuatro niños entre ellos. Cuando encontró trabajo fue como temporera en cosechas de cerezas en Rancagua, como garzona y como trabajadora de casa particular, a pesar de tener un título de Ingeniera Civil.
Ella es parte de los cerca de 650 venezolanos que se encuentran en calle Bustos en la misma situación. La falta de respuestas de parte de los representantes de Nicolás Maduro los ha dejado en el completo desamparo, sin ver de cerca una solución que les permita retornar. Casi no han tenido comunicación con la embajada o el consulado. Tampoco con la representante del líder opositor Juan Guaidó en Chile, Guarequena Gutiérrez. “No ha habido ningún acercamiento, ni siquiera un vaso de agua. Tampoco nos abren la puerta, nos atienden desde un espacio pequeño en la ventana”, cuenta.
Las personas que se encuentran en el lugar ya se quieren ir, dice. “Nos sentimos abandonados. De quienes uno espera recibir apoyo, no lo estamos recibiendo. Lo estamos recibiendo de personas que son ajenas a nosotros”. A lo que se refiere Doraigny es a la red de ayuda que se ha canalizado entre los vecinos del sector y que ha permitido que puedan tener alimentos y abrigo. Han recibido algunas carpas, mantas, sacos de dormir, además de ropa y útiles de aseo personal. Y es que a pesar de la dramática situación que se encuentran viviendo, intentan seguir las recomendaciones de las autoridades y evitar los contagios por coronavirus. Sin embargo, aunque la gran mayoría utiliza guantes y mascarillas, el distanciamiento social ha sido imposible. Los colchones los han agolpado uno al lado de otros para enfrentar el frío del otoño en Santiago.
No hay respuestas
Con la cuarentena que comienza el viernes en la noche en Providencia -y en gran parte de la RM- no saben qué harán. Las opciones no son muchas. Muchos de los venezolanos que están acampando en calle Bustos no tienen dinero tras haber perdido sus trabajos con el inicio de la pandemia. La lista para acceder a un vuelo humanitario -que ya tiene a más de 2 mil personas en fila- sigue aumentando, y aún no hay luces de cuándo podría llevarse a cabo.
Desde el gobierno explican que no han tenido respuesta de las autoridades oficiales de Venezuela para concretar soluciones, tal como ocurrió con el grupo de bolivianos que fueron trasladados a albergues para cumplir cuarentenas y que posteriormente puedan cruzar la frontera.
El intendente Felipe Guevara señaló esta semana que “no tiene mucho sentido llevarlos a un albergue, porque el albergue se justifica cuando hay un plazo acotado de permanencia”. El temor, aseguran otras fuentes del Ejecutivo es que el gobierno venezolano no se haga cargo y al final ese grupo de migrantes deba permanecer en refugios sin ninguna solución. Eso ha limitado, además, las acciones que puedan llevar a cabo los municipios. Pese a esto, Providencia ha canalizado ayuda de manera directa hacia uno de los puntos donde se han estado recibiendo aportes.
Lo que también ocurrió esta semana fue la visita hasta el lugar de miembros de la Policía de Investigaciones y de la Gobernación de Santiago, quienes llegaron para resolver dudas sobre la situación irregular en la que se encuentran algunos de los migrantes. Lo que deben hacer quienes no quieren regularizar sus papeles en Chile-les explicaron- es gestionar su autodenuncia. Con esto, al momento en que puedan abordar un posible vuelo de retorno a Caracas, lo harán en bajo la medida de abandono para evitar la expulsión. Aunque ambas sanciones consideran prohibiciones de reingreso a Chile por un periodo de tiempo, la de abandono es más acotada en los años.
Para la académica de la Escuela de Trabajo Social UC Olaya Grau, la situación es preocupante. Si bien dice que es necesario abordar la situación de una forma integral, “lo de las embajadas requiere una mirada humanitaria donde todos los actores y sobre todo el gobierno y autoridades puedan brindar condiciones dignas. Esto tiene un carácter diplomático también".
En términos humanitarios, agrega, "me parecería un fracaso como país si no podemos brindar y considerar la situación de las personas migrantes en situación de extrema vulnerabilidad. No podemos poner en una balanza lo humanitario versus la situación migratoria de una persona. El cuidado de la vida digna tiene que primar”. Además, señala, muchos de ellos no tienen un piso mínimo para sobrellevar la pandemia por los que se podrían ver obligados a acudir a la autodenuncia “por no tener otra salida”: “Esta alternativa, en un contexto de desesperación y probablemente sin la completa información que se requiere, me parece que es no resolver el problema de fondo y termina siendo una medida abusiva. Creo que como país podemos ofrecer mejores soluciones”.
El Servicio Jesuita Migrante tiene una apreciación similar luego de que se acercaran al lugar esta semana. Según sus reportes, hay más de 650 personas, cien niños y niñas entre ellos, además de cinco embarazadas y 26 adultos mayores. Si bien hay ropa y comida dicen -que se canaliza a través de la parroquia cercana- “también hay confusión e incertidumbre”. “La embajada de Venezuela no ha sido clara y hay temor a que si se van de ahí puedan perder un posible vuelo”, dice a La Tercera el director nacional del organismo, José Tomás Vicuña, sj.
Sobre la gestión de refugios para los migrantes, el sacerdote asegura que “sí tiene sentido”, pese a las declaraciones que entregó el intendente metropolitano. “Hay niños, niñas, adultos mayores y el frío va aumentando. No es por algo de tiempo, es por humanidad y seguir evitando la propagación del virus. Hace poco más de un año se hablaba todos los días de los derechos humanos de las personas venezolanas. Es contraproducente con ello decir ahora que no tiene sentido ofrecer albergue si están durmiendo en la calle”, agrega.
La representante de Guaidó en Chile, Guarequena Gutiérrez, manifiesta en conversación con La Tercera que entienden la molestia de las personas que están en el lugar con su delegación, pero indica que “siendo bien claros y realistas no tenemos la capacidad de generar vuelos de retorno porque el control de los aeropuertos de Venezuela lo tiene el régimen de Nicolás Maduro y también de la flota aeronáutica de Conviasa que la usan para los vuelos de repatriación cuando ellos los quieren hacer también. Desde el inicio de la pandemia, ha venido en tres oportunidades un avión, y solo una vez se llevó gente de vuelta. Eso fue el 6 de mayo cuando se fueron cerca de 250 personas”.
“Nosotros no podemos hacer mucho porque nada depende de nosotros. Hemos conversado con la Cancillería chilena que nos han dicho que están conversando con el régimen de Maduro para que los vengan a buscar, también con algunos alcaldes para gestionar un refugio y esas personas no estén en la calle (...). Muchas personas creen que como el presidente Juan Guaidó nos nombró embajadores, estamos ahí. Pero recordemos que el gobierno de Chile no nos reconoce a nosotros en ese cargo, por lo tanto ahí están los representantes de Nicolás Maduro”, sostiene.
*Este medio intentó en varias oportunidades comunicarse con la Embajada de Venezuela en Chile, pero no hubo respuesta.