“Estuve más de 50 años en el Poder Judicial. En mi vida no hice otra cosa que ser juez. Jamás ejercí la profesión de abogado. Partí en tribunales pequeños hasta llegar a la Corte Suprema. O sea, pasé por todos los estamentos”, señala Milton Juica para explicar su recorrido y marcar distancia con la manera en que se orquestan los nombramientos de jueces hoy en día.

El exministro de la Corte Suprema profundiza aquí sobre la crisis que estalló al interior del Poder Judicial tras las revelaciones que han salido del celular del abogado Luis Hermosilla. Para Juica se trata de una situación “grave, gravísima”, pero precisa que esto está sucediendo en la cúpula y no en todo el sistema judicial.

¿Por qué hace esa precisión? ¿Por la crítica que las personas están teniendo con el Poder Judicial?

Claro, la mayoría de los jueces son probos, trabajadores y se resienten cuando la opinión pública los mira negativamente. Mi sensación es que esto complica a los jueces. Por eso hay que precisar que esto está ocurriendo en la cúpula de la Corte Suprema y tiene relación con el sistema de nombramientos...

Digamos que ahí parte la crisis. ¿Qué es lo que le parece más grave de lo que sabe hasta ahora?

Hace más de cinco años que estoy fuera de la Corte Suprema, pero uno quiere saber cuán profundo es todo esto. Ha empezado a aparecer información sobre intervenciones y pedidos de ayuda para el nombramiento de parientes o de notarios. Aquí hay situaciones muy reprobables.

Abogados como Javier Couso han dicho que esto podría ir develando un germen de la corrupción en el Poder Judicial. ¿Lo piensa también?

Los hechos denunciados son graves. De ser efectivos, ciertamente serían conductas de corrupción. Yo espero que lo que se está investigando sea enfocado en pocas personas. No creo que sea una conducta generalizada de otros ministros de corte.

¿Qué es lo grave?

O sea, un ministro o ministra de corte, que interviene para decidir sobre nombramientos o presionando, eso es muy delicado. Determinar ciertas tramitaciones en una causa pendiente, son conductas ilegales. Por eso digo que de comprobarse estas denuncias, aquí se van a configurar actos de corrupción y revelar conductas ilícitas propias de prevaricación. Es grave y revela que hay una tendencia a la corrupción.

¿Veía venir una situación así?

Fuera del Poder Judicial, no tenía ningún antecedente para presumir lo que estaba ocurriendo. Al igual que todos, supe de la información a raíz del caso Audio. Pero se fue ampliando. Primero apareció la situación del jefe de la policía (de Investigaciones, Sergio Muñoz). Gravísima, por supuesto. Luego fueron apareciendo las ayudas externas para el nombramientos de los jueces y que derivó en peticiones de ayudas para operar en ciertas causas. Para mí, todo eso era impensable.

¿Realmente era impensable? Se dice que esto ha pasado siempre. Que para llegar a ser juez había que hablar con mucha gente. Entiendo que usted conocía a Luis Hermosilla...

Por supuesto. Lo conocí mucho. Yo hice la causa del caso Degollados y él era uno de los abogados. Había varios otros, como Nelson Caucoto, con los que permanentemente teníamos contacto. Además, conocí mucho a su papá. Éramos contemporáneos con Nurieldín Hermosilla.

Para llegar a la Suprema, ¿usted nunca conversó con él?

No, por ningún motivo. Además, creo que él puede haber empezado a tener cierto poder cuando Sebastián Piñera fue Presidente.

¿Cómo?

Me refiero a que su influencia pudo haber partido después. O sea, la importancia que tenía Hermosilla fue más que nada en el gobierno de Piñera. Eso debe haber sido en el año 2010. Para ese entonces yo llevaba 10 años como ministro de la corte. Le diría que yo soy un caso clarísimo del sistema de nombramientos.

¿En qué sentido?

Fui propuesto por el Presidente Eduardo Frei y el Senado me vetó. Me rechazó. Yo nunca conversé con nadie.

Después lo propuso el expresidente Lagos.

Y tampoco intervine. A mí me nombraron porque la derecha exigió que nombraran a Domingo Kokisch. Fue un acuerdo de los políticos, pero en el que yo no intervine. Recuerdo que en la primera postulación, un senador de la derecha habló conmigo.

¿Para qué?

Para tantearme si yo podía cambiar mi postura sobre las causas de derechos humanos. En esa época eran pocos los ministros que pensábamos que para los casos de violación de derechos humanos no existía ni la prescripción ni la amnistía. Yo era uno de ellos. Y como empezaron a salir fallos en ese sentido, eso preocupó a la derecha...

¿Y qué argumento le daban?

Que había que pacificar los ánimos y que la ley de amnistía servía para eso. Y como yo fui bastante claro en mi postura, ahí se acabó la conversación. Nunca más alguien habló conmigo sobre nada.

¿Usted era visto como un supremo con sensibilidad más de izquierda?

Los derechos humanos no tienen que ver ni con izquierda ni con derecha.

Pero así opera el mundo político, con esos criterios…

Pero ese es un tema de los políticos, no de los jueces. Lo que es cierto es que en ese momento era un tema delicado. Había una amplia mayoría en los tribunales de justicia para aplicar la amnistía y la prescripción. Eso fue cambiando en la medida en que fueron llegando ministros -no lo pongamos de izquierda- conscientes de la importancia que tienen los derechos humanos para la paz social. A mí nunca me ha importado lo que digan. Políticamente, nunca he sido nada.

No se lo digo para etiquetarlo, sino para recordar que esos criterios políticos pesan en los nombramientos de la Corte Suprema, ¿o no?

Por supuesto. Y eso sucede porque hay un sistema maquiavélico. Finalmente, como decide el Senado, es una decisión política. No tiene nada que ver con los jueces.

¿Pero los condiciona? ¿No se genera la sensación de que hay que pagar el favor después?

Sí, esa es una debilidad. Pero en esta materia hay reglas. Una de las principales es que los jueces deben ser mal agradecidos con quienes lo nombraron.

En el caso de la ministra Vivanco, ¿se vulneró el principio del mal agradecido?

El primer problema parte con la politización, con la intervención del Senado. En segundo lugar, está la incorporación de los abogados integrantes.

¿Por qué?

Los problemas que se están presentando hoy no son con los jueces de carrera. Al revés, muchos están bastante vilipendiados. Los problemas tienen que ver con la figura de los abogados integrantes. Para mí, es una lacra en el Poder Judicial. A la larga, el Presidente de la República puede nombrar cada año a los abogados integrantes que le sirvan.

Ángela Vivanco y Jean Pierre Matus eran abogados integrantes..

Quizá habría que revisar si fue tan buena la reforma del gobierno de Frei de incluir abogados externos en los concursos. No tienen carrera. ¿Qué sabemos de ellos? Bueno, ahora sabemos algunas cosas sobre ellos…

Respecto de cómo operan las influencias, ¿diría que hay muchas figuras como Hermosilla dando vueltas en el Poder Judicial?

Desde luego. Hay estudios de abogados que tienen mecanismos especiales para influir sobre ciertos procesos, sobre ciertas cosas. Eso se percibía antiguamente también. Pero reconozco que a mí me ha llamado la atención lo potente que fue lo de Hermosilla. Yo lo apreciaba. Lucho era un abogado distinguido de la plaza. La verdad, me amarga un poco la situación que está pasando. Tenía una opinión de él muy diferente a la que tengo actualmente.

¿Defraudado?

Es que uno convive con los abogados. Yo fui de la Sala Penal muchos años. Convivía con él, así como con cientos de abogados. Siempre tuvimos un muy buen trato. Nunca percibí una situación extraña. Y debo decir que a mí nunca me pidió nada. Por supuesto, él sabía que conmigo era imposible.

¿Por eso cree que el poder de Hermosilla comenzó en los tiempos del expresidente Piñera?

Me recuerdo que en la primera postulación de Piñera a la Presidencia, Luis Hermosilla habló conmigo. En esos tiempos, la Corte Suprema siempre tenía jornadas de reflexión e invitaba a los candidatos a la Presidencia. Entonces, Hermosilla me dijo que Piñera estaba interesado en participar de esas jornadas y pidió algunos antecedentes sobre cuáles eran las pretensiones, los mejoramientos legales que tenía el Poder Judicial. Eso pasaba con todos los candidatos, en todo caso.

¿Le habló como si fuera un asesor?

No sé. Imagino que todos los candidatos tienen personas que trabajan para él…

¿Y a usted le llamó la atención?

Me llamó la atención, sí.

Golpe supremo

Ya se han anunciado tres acusaciones constitucionales contra los ministros Vivanco, Matus y Sergio Muñoz. ¿Es un terremoto para la Suprema?

No es primera vez. Las acusaciones constitucionales son una opción política legítima, que está regulada, y la causa es el notable abandono de deberes de los jueces. Lo que digo es que el juicio político es válido. Uno puede tener objeciones de si procede o no, pero es una herramienta. Para mí, lo importante es la independencia del Poder Judicial. Eso puede estar en un momento de crisis también.

O sea, ¿aquí también está en juego la independencia?

O sea, los jueces son independientes e imparciales para decidir conforme a lo que su convicción y su estudio del derecho les indica. Nadie puede intervenir en eso. Nadie. Y de acuerdo a las denuncias que se investigan, eso podría haberse vulnerado también.

Hace meses comenzó a funcionar una Comisión de Ética en la Suprema. ¿Ha sido insuficiente?

La Comisión de Ética fue útil en un momento, pero cuando hay sospechas de situaciones graves como las que hemos conocido, lo que cabía era ir al procedimiento disciplinario. Se demoraron mucho en eso.

¿La Corte Suprema no ha actuado de acuerdo a la gravedad de las denuncias?

Ese es el reproche que tengo. Se debió tomar cartas en el asunto hace uno o dos meses. O sea, en el momento en que apareció la primera mención al Poder Judicial, con el caso de algunos jueces como Juan Poblete, Antonio Ulloa, ahí la Corte Suprema debió haber tomado acciones más significativas.

¿Faltó determinación?

Quizá para la Corte Suprema no era tan grave. En mi opinión, era gravísimo. Había que haber tomado cartas en el asunto rápidamente. En un momento, el presidente de la corte quiso hacer algo, pero le dijeron que no a la idea de formar la Comisión de Ética y hacer un procedimiento administrativo. El presidente de la corte lo hizo igual. Pero me quedé con la sensación de que había personas, ministros de la corte, que no estaban de acuerdo. Y eso es un poco delicado también.

¿Por qué?

Porque finalmente esos ministros van a tener que votar, pues. Ellos van a decidir el asunto. Y aquí no puede haber ninguna sospecha.

¿Y usted tiene sospechas?

No, pero no quiero que aparezcan sospechas en torno a un tema tan delicado como este.

¿Qué debería hacer hoy la Suprema?

Creo que en esta situación, los dos ministros (Vivanco y Matus) debieran dar un paso al costado. Ahora, lo del ministro Sergio Muñoz no conozco el detalle de los antecedentes, pero sé que hay un procedimiento disciplinario, lo cual me parece bien.

¿Por qué Vivanco y Matus tendrían que renunciar?

Porque la permanencia de esos dos ministros de la Corte Suprema hacen difícil la convivencia dentro de la misma Corte Suprema. Seguramente, ellos también han perdido la ascendencia que pudieran tener respecto de los otros jueces.

A su juicio, ¿deberían dar un paso al costado ahora? ¿Antes de la acusación constitucional?

Sí, creo que tendría que ser ahora. Sería más sano para crear un poco de tranquilidad en los jueces.

¿No la hay?

Pienso que los jueces están intranquilos. Ellos son los que están saliendo perjudicados con todo eso. Y déjeme decirle que la gran mayoría de los jueces son honestos, tienen una enorme carga de trabajo, les cuesta ascender, tienen que pasar muchas pellejerías y toda la ciudadanía habla pestes de todos los jueces. Bueno, este tipo de hechos involucra a toda la institucionalidad por algo que fue provocado por pocas personas.

Personas relevantes…

Claro, personas de la cúpula. Imperdonable. Y esto, lamentablemente, rebota en jueces probos, trabajadores. Entonces, frente a la indignación que estos hechos están generando en la ciudadanía, yo pensaría que si estoy provocando algo así, mejor me retiro. Es mi humilde opinión.