Tenía 27 años, contextura menuda y un metro cincuenta de estatura. Su nombre era Estefanía del Carmen Martínez Pérez y vivía en una carpa en la calle Carabineros de Chile, cerca del Parque Bustamante. Su muerte se conoció a inicios de mayo, cuando su cuerpo fue quemado dentro de una maleta en Providencia.
La vida que tenía Estefanía Martínez, en la calle, se podría parecer a la que viven las más de dos mil mujeres que hoy se encuentran en esa situación en el país. De acuerdo al último reporte del Registro Social de Hogares, a noviembre de 2018, se contabilizaron 13.653 personas viviendo en la calle. De ellas, 2.105 (15,4%) pertenecían al género femenino.
Karinna Soto, jefa de la Oficina Nacional de Calle del Ministerio de Desarrollo Social, explica que en Chile existen incentivos para que la mujer no esté en la calle. Advierte que por los riesgos asociados, "ser mujer y estar en la calle es más grave que ser hombre y estar en calle".
Brechas de género
Issa Gajardo (60) vivió sola por más de cinco años en situación de calle. A veces trabajaba puertas adentro como asesora de hogar. "La calle es bastante difícil y complicada. Cuando me tocaba vivir esa situación yo prefería refugiarme en postas u hospitales", dice. Desde abril, es parte del programa piloto Vivienda Primero.
Definir el perfil de la mujer que vive en situación de calle hoy es difícil. Hay mujeres jóvenes, con hijos o sin ellos, de tercera edad, con pareja o solas, hay extranjeras y chilenas, con alguna enfermedad crónica, con problemas de salud mental o de consumo de drogas, y también están las que quedaron sin hogar por escapar de episodios de violencia intrafamiliar.
Dada esta diversidad, Loreto Ramírez, trabajadora social del Hogar de Cristo, asegura que "la deuda más pendiente está en haber mirado a las personas en situación de calle como un universo único, olvidándonos de los componentes de género y del ciclo vital de las personas".
La trabajadora social cree que, pese a que el número es menor, ellas están más vulnerables, debido a "una mayor exposición a riesgos, violencias de tipo sexual y física que hacen que estén doblemente dañadas", dice.
Sobre las que están con sus hijos, ha visto cómo se han visto cuestionadas en su rol materno: "No solo están haciéndose cargo de lo que ocurre con ellas y su historia. Dentro de ese episodio de dolor se hacen cargo también de este cuestionamiento externo respecto de la negligencia, de a lo que exponen a su hijo".
Soto también coincide en la discriminación que viven estas personas: "Si las mujeres que no estamos en situación de calle tenemos violencia callejera, para estas mujeres es muy feroz".
Además, explica que se ha hecho esfuerzos para que los funcionarios que atienden a esta población estén capacitados en temas de género: "Hay muchos equipos que piensan que estar en la calle y ser mujer es una responsabilidad de ellas. Para los hombres es lo que le pasó a él alguna vez en la vida. Las mujeres son muy estigmatizadas en calle".
Migrantes
De acuerdo a los registros del Ministerio de Desarrollo Social, entre las mujeres que asisten a sus centros, el mayor número está en la zona centro norte del país, con prevalencia en la Región Metropolitana. Sus edades fluctúan entre los 19 y 50 años, y el 50% de ellas son extranjeras. De estas últimas, las nacionalidades que más se repiten son la boliviana, venezolana, haitiana, colombiana y paraguaya.
Orleydis Lugo (24) emigró el 24 de abril desde Venezuela con su hija de un año. Debido a problemas con su hermana, quien la recibió inicialmente, "debí buscar al Hogar de Cristo, porque no tenía para pagar un arriendo", sostiene. De lo que hará a futuro, afirma que seguirá con la frente en alto: "Una de las cosas por las que salí de mi país fue para dar la cara por mis hijos", afirma.