Cuarenta y tres años después de que las primeras mujeres ingresaran al Ejército -tanto en la rama de oficiales como suboficiales-, una nueva generación femenina comienza a hacer historia en esta institución.
En distintas formas y versiones. Y con disímiles objetivos. Para el próximo año, dos oficiales fueron aceptadas por primera vez en la Academia de Guerra, lo que podría significar que, eventualmente, se conviertan en las primeras en llegar al Alto Mando. Y al mismo tiempo, otras tres oficiales, también pioneras en su área, marcan un hito al incorporarse a armas de combate de primera línea. Hecho inédito en la rama castrense en los últimos recodos de hegemonía masculina.
Es parte del proceso de cambios que vive el país, en un siglo XXI donde los espacios exclusivos se acaban y las responsabilidades se comparten. Para el caso del Ejército, el proceso de integración se ha consolidado y hoy la presencia femenina acumula el 15% de los 44 mil efectivos que componen la institución.
Entrenadas para la guerra
Francisca Altamirano (22) es una de las jóvenes que optaron por estudiar armas de combate. Ingresó al Ejército en 2013, motivada por una familia ligada al mundo militar. Su padre, oficial en retiro de la institución, fue uno de sus impulsores. Tras egresar de la Escuela Militar, en enero pasado, buscó dar un paso más. Uno diferente. Por eso, optó por especializarse en caballería blindada. Donde están los tanques.
"Me llamó la atención porque era un desafío ver cómo se iba a incorporar a las mujeres en un arma de combate. ¿Por qué caballería blindada? Porque me gusta la planificación y la conducción de unidades, estar en primera línea. Y como es una unidad rápida, móvil, con gran potencia de fuego, requiere de toma de decisiones muy certeras", cuenta.
Francisca, junto a Macarena Lobos, cursan actualmente sus últimos meses de instrucción. Al terminar este período, en agosto, ambas estarán capacitadas para comandar blindados del Ejército, como los tanques Leopard 2. "Justamente ahora estamos haciendo el proceso de tanques. Básicamente, lo que hace un oficial subalterno, que es el grado que hoy tengo, es ser comandante de pelotón. O sea, estar a cargo de cuatro tanques. Soy el comandante de esos cuatro blindados", señala Altamirano, orgullosa.
Dice que pensó que el proceso de adaptación sería más difícil, pero que "en verdad no hubo ninguna diferencia, nadie le tomó mayor importancia al tema (de ser mujer). Hace poco fuimos a un ejercicio de cuatro días en el desierto con los tanques y no hubo ningún problema".
"Hacemos lo mismo que los hombres, tenemos las mismas exigencias, los mismos estándares y cargamos las municiones al mismo tiempo", agrega. El maquillaje es algo que no la complica. Si bien puede utilizar cosméticos, prefiere no hacerlo, debido a todo el polvo que se le impregna tras una salida a terreno.
La tercera mujer que optó por las armas de combate es Javiera Sepúlveda (22). En su caso, sin embargo, prefirió especializarse en infantería. Su familia, al igual que en el caso de Francisca, jugó un rol fundamental para que decidiera ser parte del mundo militar. "Elegí esta área porque me encanta todo lo que es instrucción, trabajar con soldados, con el contingente. Y es el arma de combate que tiene más contacto con el contingente", señala.
Asegura que en todo momento de este proceso se ha sentido apoyada. Tanto por instructores como por compañeros. "No han hecho diferencias. Estuvimos cuatro años juntos en la Escuela Militar, por lo que no ha sido tan grande el cambio", sostiene.
Sepúlveda hoy puede manejar cualquier tipo de armamento, desde fusiles hasta granadas: "La mujer puede entrar a las armas de infantería, pero tiene que estar muy convencida, porque de verdad es complicado, no es una decisión fácil. A la mujer que le guste el tema, que le guste hacer instrucción y estar en terreno, perfectamente lo puede hacer".
Zona estratégica
En otro ámbito, más ligado al área de estudios y desarrollo estratégico, está Verónica Parra (36). Una de las primeras dos mujeres que fue aceptada en la Academia de Guerra. Su postulación, junto a la de su compañera Ana Victoria Campos, fue ratificada este año, para comenzar en 2018.
Ella asegura que fueron varias sus motivaciones, pero reconoce que la principal era su "proyección como oficial de Ejército, porque sin ser del Estado Mayor o sin tener una especialidad primaria, es mucho más difícil tener posibilidades para capacitaciones, salir al extranjero y avanzar en la carrera. Ser del Estado Mayor te abre muchas puertas".
Esta mujer, casada y madre de dos hijos, quiere aprovechar al máximo su oportunidad. "Era algo que todas las mujeres lo veíamos como un sueño y yo, al principio, tenía un poco de miedo. Porque todo era nuevo para nosotras. Pero se logró con harto esfuerzo y dedicación", recuerda.
Por lo mismo, quiere que su experiencia sirva para motivar a otras compañeras. "Si yo quedé, puede quedar cualquier otra mujer, que tenga hijos o no. Quiero que vean que hay posibilidades ciertas, que no es tan difícil, que todos podemos", asegura.
En el futuro, estas dos oficiales, de avanzar en la institución, eventualmente podrían ser consideradas para ser comandante en jefe del Ejército.
El comandante en jefe del Ejército, general Humberto Oviedo, destacó los avances que han surgido en materia de género durante los últimos años. "Este 2017 fue significativo por el decreto promulgatorio de la Ley N° 21.001 de cambio de denominación del Escalafón del Servicio Femenino del Militar, a Servicio de Personal del Ejército, profundizando de esta manera la integración de las mujeres en la carrera militar, con posibilidad de acceder al grado de general de brigada, tanto para mujeres y hombres que ingresen a dicho servicio", destaca.
El mundo militar avanza. Y la mujer aparece en primera línea.