"Decrecimiento". Así lo asume -y reconoce- el obispo Fernando Ramos, secretario general de la Conferencia Episcopal y administrador apostólico de Rancagua. El prelado se refiere específicamente a los resultados de la encuesta CEP, dada conocer poco antes de Navidad y que muestra la baja de católicos en el país durante los últimos 20 años. Confronta sus razones y proyecciones. Y, junto a ese escenario, analiza también lo ocurrido durante este complejo 2018, que comenzó con la visita del Papa Francisco, pero que estuvo marcado por la investigación de casos de abusos en el clero.
¿Considera que el 2018 fue un año malo?
Ha sido un año especial para la Iglesia, de crisis, en que ha habido una serie de situaciones que para nosotros han sido muy duras, pero también es un año de oportunidades. Y creo que esto nos está dando una posibilidad de una mayor conversión y renovación.
En relación con el tema de los abusos, para muchos la crisis de la Iglesia está radicada en ellos. ¿Cree que hay algo más detrás?
Creo que los casos de abusos han hecho ver una dificultad grande que hemos tenido en la Iglesia. Efectivamente, han ocurrido cosas que no debieran haber pasado jamás; y, por eso, ante la opinión pública, ante nosotros mismos y ante toda la gente, produce un gran malestar, un desencanto muy grande. Y en el pasado, especialmente, no se tuvo la mejor forma de enfrentarlo.
Peso de la crisis
Se han hecho críticas, desde distintos sectores, respecto de que los obispos no le han tomado el real peso a la crisis, y sigue siendo "la misma Iglesia" que el año anterior. ¿Lo cree así?
Creo que no es verdad que sea la misma Iglesia de hace un año atrás. Se han cambiado administradores apostólicos, varios obispos, se ha iniciado un proceso de reflexión muy profundo de nuestras comunidades, que apunta a que tengamos en el 2020 una Asamblea Eclesial donde se puedan ir cristalizando una serie de orientaciones pastorales para la vida de la Iglesia. Todo esto revela que los obispos no somos un estamento separado de la vida, sino que estamos insertos en ella y con los distintos estamentos, sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas y laicos.
En la última asamblea plenaria de la Conferencia Episcopal (Cech), se le dio respaldo de manera unánime a su presidente, el obispo castrense Santiago Silva, para asistir al encuentro de presidentes de conferencias episcopales del mundo, convocado por el Papa en febrero. ¿Hubo un debate previo a esta decisión?
El presidente hizo saber su disponibilidad para seguir o no dentro de la presidencia, y fue una conversación en la que todos pudimos opinar, en un espíritu bastante sereno y de confianza. En ese espacio, se le solicitó que continuara en su cargo de presidente. Con respecto a la invitación que el Santo Padre ha hecho para los presidentes de las conferencias episcopales del mundo, para el encuentro de febrero, el presidente de la Conferencia Episcopal en Chile me pidió que asistiera yo.
¿Por qué?
Dado que es un encuentro importante que está llamando el Santo Padre, es para evitar que el foco se vaya a otro tipo de análisis o comentarios que puedan estar vinculados a la figura del mismo presidente.
Actualmente la fiscalía tiene alrededor de 124 investigaciones vigentes por eventuales abusos cometidos por miembros del clero. ¿Está satisfecho con el trabajo de la Fiscalía?
Me puedo referir a la Fiscalía Regional de O'Higgins. No sé cuántos son los casos que se llevan. Tenemos conocimiento de entre 14 y 17, y hasta el momento no han formalizado a ninguno. Sus procesos de investigación comenzaron a fines de marzo, incluso aplicando una serie de medidas intrusivas, que son usar toda la capacidad investigativa, y hasta el momento no hay nadie formalizado. A uno le queda la pregunta de hasta qué punto están actuando con la celeridad y poniendo toda la capacidad para ir resolviendo estos casos, tanto para que sean sobreseídos como para que sean formalizados. Creo que sería momento de que empezaran a actuar con mayor rapidez.
Hace un año el Papa Francisco visitó Chile. ¿Cómo definiría la relación del país con el Pontífice?
Diría que la relación de la Iglesia chilena con el Santo Padre es de comunión y fidelidad a él como el supremo pastor. Así lo tratamos de vivir y en eso establecemos ese diálogo y esa dimensión. Creo que dependiendo de las posiciones, de las personas e instituciones, para unas es más relevante y para otras menos, y ahí cuesta mucho más poder puntualizar y verbalizar lo que pueda significar para cada uno.
Encuesta CEP
La última encuesta CEP sobre religión muestra una baja en los últimos 20 años de las personas que se identifican como católicas. Para usted, ¿realmente son menos católicos los chilenos?
Veo que este decrecimiento va acompañado de un proceso de profunda transformación de la sociedad chilena, en donde afloran formas de expresión cultural de mayor individualismo y materialismo. En todo ese escenario, se está pasando de un catolicismo cultural a uno más personal. Antes, por el hecho de nacer en Chile, mucha gente se autocalificaba como católica sin tener una práctica extendida y frecuente. Ahora, muchas de esas personas que no participaban, sencillamente han transparentado su no condición de católico. También los casos de abusos y el mal manejo que hemos tenido como Iglesia, ha acelerado ese proceso de desafiliación. Debemos hacer una autocrítica respecto de que no hemos sabido responder bien a este tipo de situaciones, y eso ha afectado la afiliación a la Iglesia.
Se dice que el próximo arzobispo de Santiago, que deberá reemplazar al cardenal Ricardo Ezzati, podría ser extranjero. ¿Le llama la atención esto?
Eso es facultad del Santo Padre. Mucha gente está opinando sobre este tipo de temas y yo creo que tienen un desconocimiento muy grande de las personas y las circunstancias que rodean a un decisión de este carácter. Por consiguiente, no sé cuánto valor pueda tener una opinión (mía) de ese caso. Personalmente, no lo sé. Eso lo tiene que decidir el Santo Padre en su momento.