Nacido en Osorno, Héctor Llaitul (54) comenzó a militar en grupos subversivos cuando cursó la carrera de trabajo social en la Universidad Católica de Valparaíso. A fines de los ochenta, siendo un veinteañero, mostró sus credenciales políticas en la resistencia contra la dictadura de Augusto Pinochet. A esa casa de estudio, en la Quinta Región, ingresó en 1987. Por ese tiempo militó en el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y luego en el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR).
“Él era un militante de la izquierda opositora a la dictadura, militante de las protestas, militante de las convocatorias a trabajar para que la dictadura cayera. En ese tiempo yo lo vinculaba con el Partido Comunista, después se vinculó a la Juventud Rebelde, al Frente Patriótico”, dijo Nolberto Díaz, consejero de la CUT y quien fuera su compañero de universidad en dicha casa de estudios, en Meganoticias este año.
Díaz ingresó a esa universidad el mismo año que el comunero mapuche, quien en su pasado ha sido conocido como “comandante Héctor y “El Negro”. Luego, según se señala en el libro Weichan: Conversaciones con un weichafe en la prisión política, de Jorge Arrate y Llaitul, terminó sus estudios en Concepción.
En 1988 fue detenido por Carabineros y trasladado a la Cárcel de Quillota. Ahí, según denunció, fue “torturado”. “Fui detenido por Carabineros, reducido a golpes por efectivos de las fuerzas especiales de Carabineros, fui trasladado junto a otros compañeros a dependencias de la comisaría Central de Carabineros de Valparaíso, donde al igual que muchos compañeros fui sometido a maltrato físico y verbal consistente en golpes de puño y pies, posiciones asfixiantes, esposado colocado de rodillas sometido a posturas forzadas y con golpes continuos y burlas por mi condición de Mapuche y miope”, explicó en una demanda presentada en 2021 contra el Estado, donde solicitó una indemnización de $200 millones.
“A veces esta imagen que ponen del tipo duro. Yo lo que he visto es un militante de causas sociales, hoy día la de su pueblo mapuche y ayer la de la lucha contra la dictadura y el retorno de la democracia”, agregó Díaz en su descripción sobre Llaitul.
En el grupo subversivo habría permanecido hasta 1993, cuando comienza a involucrase en la causa mapuche. En 1998, Llaitul, con 31 años, en compañía de otros grupos mapuche fue uno de los fundadores de la Coordinadora Arauco Malleco (CAM), grupo que hoy lidera.
Un año antes, el 1 de diciembre de 1997, en Lumaco, Región de La Araucanía, tres camiones fueron quemados por un grupo de desconocidos. Este hecho quedaría en la historia como el primer acto violento en el marco de lo que alguna vez se llamó el “conflicto mapuche”.
En una charla para estudiantes en Madrid, España, en 2018, Llaitul afirmó: “Este conflicto, entre el Estado chileno y el pueblo mapuche, es un conflicto principalmente contra los procesos de inversión capitalista que ha arremetido con mucha fuerza en el último tiempo en contra de nuestra realidad”.
El padre de cuatro hijos y casado con Pamela Pezoa Matus ha estado entre rejas en más de una oportunidad. El 15 de octubre de 2008 el fiscal Mario Elgueta fue víctima de un ataque armado en Tirúa. La justicia declaró culpable a Llaitul, junto a otros cuatro comuneros, por el delito de homicidio frustrado contra el fiscal. Luego la Corte Suprema acogió un recurso de nulidad en favor del comunero, que alcanzó a estar 5 años en la cárcel.
En 2017 fue detenido por Carabineros en el marco de la “Operación Huracán”. Sin embargo, luego fue puesto en libertad por una resolución de la Corte Suprema. En este caso, el Ministerio Público detectó que la policía uniformada manipuló pruebas.
La CAM, cuyo líder hoy fue detenido por la Policía de Investigaciones, se ha adjudicado varios ataques incendiarios en los últimos días en la macrozona sur.
Llaitul sobre Llaitul
En el mencionado libro de Arrate junto al líder de la CAM, de 2012, Llaitul entrega varias definiciones sobre su causa y sobre su pasado.
“Para la opinión pública, lo que soy y lo que hago es –obviamente– lo que han dicho los medios de comunicación, aquello que se ha reproducido en internet, por Google, por Wikipedia y lo que maneja la inteligencia policial y que filtra y promueve intencionalmente. Las dos vertientes están interrelacionadas y, supongo, nadie se podrá sorprender. Se trata de versiones muy sesgadas. En la página que me dedica Wikipedia, lo central son los procesos judiciales en mi contra. A veces, también aparecen viejos apodos de otras épocas como “comandante Héctor” o “Negro”. Todo oscila, sin lugar a dudas, entre el sensacionalismo y la caricatura”, afirma.
En otra parte se refiere a su detención en 1988, en la Quinta Región, en momentos en que formaba parte de grupos subversivos.
“Como muchos del Frente de ese tiempo, nunca fui un militante de izquierda conocido, a pesar de mi detención en 1988 por Ley de Control de Armas. Llevaba una vida conspirativa y clandestina y logré evadir muchos golpes que impactaron cerca de mí. Creo que me ayudó mi propia disciplina, más allá de aquella de la organización, la disciplina que me he autoimpuesto. Además, mi situación era bien particular, diversa a la de mis compañeros. La mayoría de los cuadros político-militares tenía contacto o vínculos o relaciones con la izquierda en general, en cambio yo no las tenía. Simplemente era un mapuche pobre, que venía no se sabía de dónde y sin la más mínima jerarquía. Ni de partido, ni de círculos de intelectuales, ni de familia... Nada. Cuando fui detenido en 1988, fui llevado a la cárcel de Quillota, sometido a interrogatorio por los organismos de seguridad y procesado por la fiscalía naval. Curiosamente, mi origen indígena me favoreció. Aunque mueva a risa, el prejuicio se volvió a mi favor. El capitán de Carabineros me lo dijo: “¡Pero qué hace un indio en la revolución! No tiene sentido, ustedes deben estar en el sur con el arado”. Así fue, la subvaloración y el desprecio hicieron posible que mi versión de los hechos resultara más creíble y que fuera puesto en libertad”.
En otra parte, donde se refiere a atentados ocurridos a fines de la década de los noventa y comienzos de 2000, dice:
“En este sentido, puedo afirmar enfáticamente: Se trata de dar a las acciones mapuche una connotación distinta, desvirtuándolas y desprestigiándolas, con el objeto de restar apoyo social e instalar la criminalización y la persecución. En este sentido, puedo afirmar enfáticamente: yo no soy un jefe militar, soy un dirigente ideológico y político. Este estigma de jefe militar me lo cuelgan para desvirtuar la lucha mapuche y criminalizarla. Pero, como he dicho, no es para sorprenderse: la mayor parte de los medios de comunicación actúa como cajas de resonancia de los intereses afectados por nuestras demandas”.