Patricio Aceituno no es una cara nueva en los pasillos de las distintas facultades de la Universidad de Chile. Se tituló como ingeniero civil eléctrico en la misma casa de estudios en 1974. En 2018, se cumplen 50 años desde la primera vez que pisó una sala de clases de dicha universidad. Fue docente, vicedecano, vicerrector académico y decano de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas. La rectoría es su último peldaño por subir, y por eso mismo, el pasado 1 de octubre decidió que este era el momento preciso para postular al cargo.

¿Por qué decidió inscribirse en la carrera por la rectoría de la Universidad de Chile?

Tiene algo que ver con mi historia de vida y el haberme dedicado siempre a la U. de Chile. Cuando uno se aleja de la práctica diaria de la academia, que es hacer clases y hacer investigación, empieza a perder habilidades. Terminando este periodo como decano yo tomé dos decisiones. La primera fue abrir espacios para una renovación generacional del liderazgo en esta facultad y consideré que era tiempo para dejar espacio para que generaciones más jóvenes tomen la bandera e impulsen este barco hacia adelante. La otra fue postularme como rector.

¿Hubo algo más que lo haya motivado en esta decisión?

También pesó una cierta insatisfacción por decirlo de alguna forma, con todo el respeto que merece el rector Vivaldi. Pesó una insatisfacción respecto de cómo la universidad se desarrolló en los últimos cuatro años. Y tomé la decisión de dar el salto y postular.

¿En que recae esa insatisfacción y qué lo diferencia a usted del actual rector?

Uno tiene que tener un discurso muy ambicioso porque mientras mayor es la ambición más alto va a llegar. Si uno se pone ambiciones bajas entonces llega más abajo. Yo me diferencio del rector Vivaldi, según mi apreciación, en que mi mirada es de futuro es más ambiciosa. Mi visión de país no es hacia mi mirada es de país, no es hacia dentro de la universidad. No es que yo quiera ser mejor por estar un ránking.

¿Considera que en este período se ha perdido cierta ambición?

Me parece que en su gestión el profesor Vivaldi ha logrado posicionar a la universidad de cara a ciertos temas, por ejemplo las leyes de educación superior (...) Creo que su mirada hacia adentro ha sido menos presente. Los académicos, creo, lo ven más lejano de la solución de los problemas inmediatos. Y considero que hay temas muy importantes que han quedado rezagados en su avance sin una razón que a mí me parezca plausible.

Usted propone aumentar la matrícula desde 31 mil alumnos de pregrado a 50.000 en los próximos 15 años, ¿cuál es su estrategia?

Cuando uno planea esa idea se pregunta ¿tendremos postulantes para ampliar la matrícula? y esa respuesta es inmediata. Cuando se hacen encuestas entre los estudiantes de enseñanza media y se les pregunta en qué universidad estudiarían si tuvieran gratuidad nosotros somos la primera opción, el tema no es la demanda. El problema es cómo les ofrezco un cupo cautelando varios términos: qué profesor absorberá esa demanda, que infraestructura voy a ofrecer, por lo tanto, hay un proceso de construcción previo, tiene que ser un aumento responsable, que resuelva simultáneamente las exigencias que tiene que ofrecer formación a un número más grande de personas, pero en forma cautelosa.

¿Cómo llevarán a cabo ese crecimiento?

Aumentando la matrícula en un 3% cada año, hasta llegar a 50.000.

¿Qué sabe del futuro ministro de Educación, Gerardo Varela?

La ciudadanía de este país en un acto democrático eligió un presidente que tiene una visión que yo no comparto. Él eligió a alguien de su visión para encabezar el Mineduc y obviamente debo concluir que la visión del ministro y la mía seguramente van a ser contrapuestas.

¿Qué le parece su postura personal contraria a la gratuidad en la educación superior?

Creo que cada ciudadano puede tener su propia visión de cómo debe evolucionar el país. La diferencia es que cuando uno está en un puesto de poder sus visiones tienen más peso y pueden ser impuestas sobre el resto. Yo defiendo la gratuidad, porque miro a países como Brasil y admiro su capacidad de ofrecerle a su población un estado de bienestar mejor que el nuestro.

¿Cree que Chile está en condiciones de financiar la gratuidad universal, incluso para los más ricos?

Particularmente no soy partidario de que en este momento se llegue a la cobertura completa, porque hay asimetrías internas muy grandes en el país como en salud, vivienda y otros ámbitos sociales. Entonces, incluso, cuando pienso en educación superior y su gratuidad analizo cómo hacemos para disminuir las brechas en las demás etapas y eso requiere también muchos recursos. En ese sentido, estoy dispuesto a sacrificar la instalación completa de la gratuidad a costa de destinar recursos en equiparar la cancha en los niveles más bajos.

Internamente, ¿hacia dónde cree que debe crecer su universidad?

En áreas como la educación, definitivamente debemos crecer, pero también en sectores como la salud. Allí la U. de Chile debiera mantener el liderazgo que tiene, y también aumentar la formación de recursos humanos, más allá de médicos y enfermeras. En Chile hay una tremenda falencia de especialistas médicos y nosotros debemos asumir esa tarea con mucha fuerza.

¿Cuáles considera que son las mayores asimetrías que hay dentro de la institución?

Tenemos asimetrías en remuneraciones que son importantes. Un profesor de una facultad no gana lo mismo que un docente de otra, incluso con la misma jerarquía y exigencia académica. Lo mismo ocurre con otros aspectos como la infraestructura. Para mí una meta directa es plantear que cuando un estudiante de la U. de Chile entre a una sala de clases, no debiese encontrar diferencias radicales entre las de una facultad y otra.