La reapertura de los establecimientos educacionales será una prioridad en marzo, sobre todo en los jardines infantiles, ya que las actividades y la interacción con otros son vitales en el desarrollo de los niños, sobre todo en edad temprana, como lo demuestra la evidencia.

Pero ello choca con el legítimo interés de las familias de resguardar a sus hijos, en especial a los más pequeños, de posibles contagios de coronavirus. Entonces, ¿cómo convencer a las familias de que envíen a sus niños al jardín infantil?

El Instituto de Estudios Avanzados en Educación (IE) de la Universidad de Chile analizó la experiencia de varios países en la reapertura de estos recintos, para detectar las claves que deben usar las autoridades para un exitoso retorno en medio de la pandemia.

De acuerdo a estudios internacionales, en los niños de cuatro a ocho años la educación a distancia tiene una baja efectividad, pues requieren la supervisión de un adulto, a la vez que están en la fase más crucial de su desarrollo cognitivo. Pero al mismo tiempo, es fácil tener una reapertura en grupos de niños estables (burbujas de niños), y en esa edad existe un “riesgo posiblemente menor de contagio”.

De hecho, según el último informe epidemiológico del Ministerio de Salud, los niños de cero a nueve años tienen la menor tasa de contagios (1.265 enfermos por cada 100.000), mientras que los niños y jóvenes de cero a 17 años tienen la menor tasa de hospitalización (40 por cada 100.000).

Para ganarse la confianza de los padres, el centro de estudios identificó tres pilares. El primero es la prevención, con la aplicación de protocolos sanitarios. En Dinamarca, el primer país europeo en reabrir, los alumnos fueron dispuestos en grupos de a 10, con un único profesor, para generar una burbuja. Y en Noruega, se fijó un límite de tres párvulos por educador y se privilegiaron las actividades al aire libre (ver recuadro).

La segunda clave es la participación de padres, docentes y cuidadores en la toma de decisiones. Se destaca el caso de Wisconsin, en Estados Unidos, donde fueron creados comités distritales que participaban en la planificación del retorno, y se advierte del riesgo del caso francés, donde el retorno era voluntario y luego fue obligatorio, lo que generó confusión.

Y el tercer pilar es la adaptación, buscando nuevas formas de pedagogía y evaluación, generando un ambiente escolar estimulante, abordando la realidad que está viviendo cada preescolar, con foco en los niños vulnerables y con necesidades especiales, y apoyando a educadores y docentes.

Problema cultural

Juan Pablo Valenzuela, autor del análisis, dice que es muy importante que las familias se den cuenta de que “el jardín infantil hace la diferencia en las oportunidades educativas a lo largo de la vida, y el desarrollo en este período es insustituible. Esta experiencia socioemocional y cognitiva es irreemplazable e irrecuperable en el tiempo, y no se puede sustituir por la educación no presencial”.

Para ello, cree que las autoridades deben dejar claro que estos recintos no son focos de contagio, invitándolas a conocer cómo funcionan y cuáles son sus protocolos, para generar confianza. “Podrían tener salas de aislamiento en caso de que haya sospecha de algún caso”, ejemplifica.

Ana Luz Durán, decana de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad San Sebastián, advierte que la reapertura de jardines también enfrenta un drama cultural: según la última Encuesta Casen, la mitad de los niños de cero a cinco años no asistía al jardín antes de la pandemia, ya que los padres dicen que los pueden cuidar en sus casas.

“En Chile, la educación en la primera infancia se entiende como un espacio de cuidado, más que un espacio educativo, y en eso somos distintos a algunos países europeos, por lo que no se puede llegar y aplicar lo que hacen otros países”, advierte. Para generar confianzas, recomienda priorizar a los educadores en la vacunación y que ellos trabajen con burbujas o grupos estables de niños.

Cómo lo hicieron en otros países

Cada nación ha tenido su propia estrategia para reactivar las actividades educativas. En Finlandia, la decisión fue centralizada y se impidió a los colegios tomar sus propias decisiones. En Polonia fue al revés: descentralizada y dependiente de las autoridades locales, por lo que el regreso ha sido lento y gradual.

En Dinamarca, la decisión fue centralizada, pero la asistencia ha sido voluntaria, se dividieron los cursos y se aplicaron horarios de ingreso escalonados. Francia se fijó un máximo de 10 escolares por profesor.

En Bélgica, primero abrieron los colegios y luego el sistema preescolar, con la particularidad de que no se exigió distanciamiento físico, mientras que en Países Bajos comenzaron con las guarderías y la básica.

En Croacia también comenzaron con el nivel preescolar y en la enseñanza básica aplicaron modelos híbridos de clases. En Lituania establecieron que cerrarían las escuelas si se llegaba a una tasa de 25 enfermos por cada 100.000 habitantes. Y en Vietnam, país donde redujeron la jornada escolar, los preescolares volvieron al final.