Poco más de una semana pasó de su mandato, antes que Sebastián Piñera mostrara los errores y peculiar sentido del humor que lo convertirían en protagonista recurrente, no sólo de rutinas cómicas, sino que de un subgénero humorístico propio: las piñericosas.
La primera fue el 19 de marzo de 2010. Llevaba ocho días como Presidente de Chile cuando, a propósito del reciente terremoto del 27 de febrero y las olas destructivas que lo acompañaron, habló sobre los “tusunamis” que podían producirse con las réplicas. Un par de días después, el 21 de marzo, volvió a hacer mención al desastre en la FIDAE: “Por el terremoto que remeció la tierra bajo nuestros pies y por el ‘marepoto’ que sacudió nuestras costas”.
La verdad es que los lapsus del mandatario no nacieron cuando llegó a La Moneda, tampoco se restringían solamente a sus vocerías. De hecho, uno de sus tuits más comentados fue publicado cuando Piñera aún era candidato presidencial. Fue en septiembre de 2009, cuando escribió en Twitter: “Nunca han mirado las estrellas, la galactea o el fondo del alma? Una cosa es mirar e intentar descubrir y otra cosa ver que es lo sensorial”. Antes que tusunami y marepoto, galactea se inscribía como una de las primeras palabras “inventadas” por Piñera. Más tarde se sumarían otros errores de conjugación verbal. Como cuando durante las celebraciones del Bicentenario, el mandatario, refiriéndose a la bandera chilena, expresó: “Es la misma con que hemos ‘cubrido’ tantas veces los féretros de nuestros ‘mártis’”.
Su lógica podía ser difícil de seguir a veces. Como cuando en 2011 dijo que la educación “es un bien de consumo” en el marco de una inauguración de un DUOC en Santiago, o como sucedió al año siguiente. En una oportunidad, comentando la nueva ley que aplicaba tolerancia cero al consumo de alcohol para quienes estaban al volante, explicó que “si usted maneja, no conduce”. Lo que el Presidente quería decir, es que si alguien bebía no podía manejar.
El saludo a Bielsa
Cualquiera que haya escuchado los discursos y vocerías de Sebastián Piñera puede inferir una cosa: era alguien a quien le gustaba hacer referencia a la historia, personajes, flora y fauna de los lugares que visitaba. Ese afán muchas veces lo llevó a errores que agrandaron su lista de piñericosas. Aseguró, por ejemplo, que desde el Estrecho de Magallanes podía verse la Antártica, a pesar de los 1.300 kilómetros que los separan, que el leopardo era una especie en extinción en Chile y no sólo eso: confundió a Robinson Crusoe con Alejandro Selkrik, estando en el archipiélago de Juan Fernández y, después, al escritor Daniel Defoe con el actor Willem Dafoe.
En Alemania firmó un libro de visitas ilustres escribiendo “Deutschland, Deutschland über alles”, una frase que en español significa “Alemania, Alemania sobre todo”, pero que solía ser usada en ese país durante el régimen nazi. Al presidente peruano Ollanta Humala, en su primera visita a Chile, le aseguró que era descendiente del emperador que lideró el imperio inca entre 1493 y 1525. Humala, confundido, le respondió que tal vez podían darle la nacionalidad peruana. En la Casa Blanca rompió todo protocolo y se sentó en la silla del escritorio del presidente Obama en el Salón Oval y confundió a los curicanos cuando dijo que, en esa ciudad, y no en Parral, nació Pablo Neruda. A pesar de su destreza para los negocios, los números a veces se le confundían en su cabeza. En Tumbes dijo que Chile había cumplido 500 años, en vez de 200.
Los nombres también podían costarle. En 2011, durante una entrevista, le dijo “Capurro” al delincuente juvenil comúnmente conocido como “Cisarro”. A Nicanor Parra lo mató en 2010: ocho años antes de que efectivamente falleciera y también le cambió el nombre. En 2012 lo llamó “Nicolás” en vez de “Nicanor”.
Siendo justos con el poeta, no solamente se equivocó con él. En 2011 contó la historia de Caín y Abel al revés en la PDI. En su discurso explicó que Abel había matado a Caín, pero el relato bíblico indica todo lo contrario. Y en marzo de 2020 dijo que la ciudad de origen del Covid-19 en China era Yahoo, en vez de Wuhan.
Varias celebridades del mundo deportivo también presenciaron las piñericosas. En 2013 a Rafael Nadal le habló sobre todas las veces que había venido Chile. El problema es que esa era la primera vez que el tenista mallorquín visitaba nuestro país. A Cristian Valenzuela, un atleta ciego, le pidió que “no fije su mirada solamente en los Juegos Paralímpicos”. En 2021, le tocó al velocista Usain Bolt. En su visita a Palacio, Piñera le regaló un meme enmarcado. ¿Qué había en la foto? Una imagen en que el presidente le ganaba una carrera al jamaicano. Sin embargo, el desencuentro más simbólico lo vivió con el entonces entrenador de la selección de fútbol, Marcelo Bielsa. El primer episodio sucedió en Pinto Durán. Esa vez, durante su discurso, mencionó los apodos de todos los jugadores de La Roja. Hasta ahí todo bien. El problema fue que cerró indicando que todos los futbolistas estaban “muy bien dirigidos por ese gran loco y entrenador, Marcelo Bielsa”
A pesar de que loco era un apodo conocido y popular para el director técnico rosarino, que lo utilizara no cayó bien entre los deportistas. Mauricio Isla, de hecho, dijo que lo consideró una falta de respeto. Un mes después, el presidente recibió a la selección en La Moneda. En el palacio, Piñera le estiró la mano a Bielsa para saludarlo. Bielsa no le devolvió el gesto.
Mejorar la raza
Sebastián Piñera tenía un humor muy propio y, a veces, bastante oscuro. Podía obsesionarse con algo, como cuando exhibía recurrentemente el papel que enviaron los 33 de la mina San José a través de las sondas para decir que estaban bien en el refugio, y que su esposa, Cecilia Morel, tuvo que pedirle no sacara de nuevo durante una gira en Inglaterra. A veces el objeto de sus bromas podía ser un cercano, como el ministro Joaquín Lavín. Cuando Piñera lo nombró en la cartera de Desarrollo Social, tras varios intentos presidenciales fallidos del exalcalde de Las Condes, el mandatario lo recibió así: “Ministro, finalmente llegó a La Moneda”.
A veces no quedaba del todo claro cuando hacia una broma. Como cuando le comentó al entonces diputado por Los Ángeles, Joel Rozas, que en esa zona del Biobío “estaba mejorando la raza”. ¿Por qué Piñera hizo esa observación? Porque, mientras hablaban, al parlamentario se le acercó un niño rubio.
Ese tipo de humor resultó especialmente irritante para varios sectores cuando hacía referencia a mujeres. En diciembre de 2011, estando en México, el mandatario hizo una analogía especialmente machista.
“¿Sabe usted cuál es la diferencia entre un político y una dama? Cuando el político dice que sí, quiere decir tal vez. Cuando dice tal vez, quiere decir que no. Y cuando dice que no, no es político. Cuando una dama dice que no, quiere decir tal vez. Cuando dice tal vez, quiere decir que sí. Y cuando dice que sí, no es dama”.
No fue la única vez que se metió en problemas por ese tipo de intervenciones. En la campaña de 2017, planteó el siguiente juego durante una actividad en Linares:
“Me acaban de sugerir un juego muy entretenido: Todas las mujeres se tiran al suelo y se hacen las muertas, y nosotros, los hombres nos tiramos encima y nos hacemos los vivos. ¿Qué les parece?”.
Todas las críticas y llamados de atención, incluso de ministras y parlamentarios de su sector, no frenaron su impulso a ese tipo de analogías.
En octubre de 2018, durante un discurso en Iquique, explicó lo que bautizó como “el principio de la minifalda”.
¿En qué consistía? El mismo Piñera lo explicó.
“Tiene que ser lo suficientemente larga para cubrir lo fundamental y suficientemente corta para mantener la atención”.