Casi a las puertas de la temporada veraniega 2018-2019, una nueva alternativa se está abriendo paso para que las personas puedan refrescarse durante los meses de mayor calor: las playas artificiales.

¿Cuál es la diferencia con las normales? Estos balnearios no naturales se emplazan en zonas donde hay condiciones geográficas que impiden que la gente pueda disfrutar del mar. La técnica más usada consiste en edificar una "herradura" formada por elementos que contienen el oleaje y facilitan el baño de los turistas.

Si bien hoy existen ocho playas de estas características, la meta del Ministerio de Obras Públicas es contar con doce hacia el año 2024. Este proyecto implicaría una inversión de US$ 34 millones, lo que completaría un total de US$ 63 millones destinados a edificar este tipo de balnearios. La gestión está actualmente a cargo de la Dirección de Obras Portuarias de la cartera.

Las tres regiones más nortinas tienen siete de las ocho playas artificiales que ya existen. La única excepción es la playa Pucará, situada en una laguna en Villarrica.

La última playa artificial que comenzó a funcionar fue inaugurada por el ministro de Obras Públicas, Juan Andrés Fontaine, en julio pasado. Está emplazada en Tocopilla y su nombre es El Salitre.

"Esta obra representó un gran desafío ingenieril e innovador. Es un ejemplo más de cómo las obras públicas tienen una enorme capacidad de contribuir con la calidad de vida de las personas, de unir a los chilenos y dotarlos de oportunidades", resaltó el jefe de la cartera.

Para Elizabeth Richards, presidenta de la Junta Vecinal Paseo del Mar, en Tocopilla, la playa El Salitre ha tenido un impacto positivo para la comunidad, especialmente porque esta permite superar las complicaciones que existían en la zona a la hora de poder disfrutar de la costa de la ciudad.

"Ha sido un gran alivio, porque antes la playa era muy peligrosa. De hecho, era conocida como 'el panteón' por lo contaminado de sus arenas", señala Richards.

La clave de la construcción consiste en dos "brazos" que se internan en el mar para contener el oleaje intenso, los que dejan una tranquila poza en su interior. Ambos están formados por geotubos, fabricados con tela de alta resistencia, rellenos con arena extraída de sectores dañados por el oleaje y la actividad humana.