¿Por qué no bajan los casos de Covid-19? Expertos identifican nueve factores que explicarían las elevadas cifras del país

Daniel Malchuk
Foto : Andrés Pérez

Para los entendidos, las variables que inciden en la compleja situación epidemiológica son múltiples, entre las que destacan la alta movilidad, el componente estacional, la numerosa población que aún no está vacunada, la acción de nuevas variantes y fallas en la comunicación de riesgo, entre otras.


Las imágenes de países del hemisferio norte que comienzan a recuperar la normalidad prepandemia van en aumento y alimentan la nostalgia -también la ansiedad y, en muchos casos, la frustración- de las comunidades que siguen afectadas por las restricciones a las que ha obligado el coronavirus.

En la última jornada, el Ministerio de Salud confirmó 7.716 nuevos contagios de Covid-19 en el país, que si bien se despegan de los más de ocho mil registrados en los días previos, obedecen más a “una estabilización de los casos”, como precisó la subsecretaria de Salud Pública, Paula Daza, que a una disminución radical de la transmisión comunitaria del virus. Y eso, sumado al estrecho margen de camas críticas en la red asistencial -que ya incluso recurrió a los consultorios para hospitalizar allí a pacientes menos graves-, llevó a la autoridad a decretar, por tercera vez en 15 meses de pandemia, cuarentena general para la Región Metropolitana.

Poco antes del anuncio, la autoridad sanitaria confirmaba que ya se superaron los 20 millones de dosis administradas de vacunas contra el Covid-19 y que el 57,8% de la población objetivo ya ha completado su esquema de vacunación.

Con ese avance en el plan de inmunización y considerando que hace solo seis semanas se había iniciado el desconfinamiento de la capital, ¿por qué no bajan los contagios en el país?

Es un fenómeno multifactorial, apuntan los expertos, que identifican nueve razones que explicarían por qué los casos siguen elevados: falta de educación sanitaria, alta movilidad, numerosa población vulnerable -o no vacunada-, componente estacional, cansancio pandémico, acción de variantes, alta circulación del virus, fallas en la comunicación de riesgo y demora en los apoyos económicos.

“Al frente hay un enemigo muy astuto, que produjo una primera ola muy importante en la población más susceptible, los adultos mayores, en todo el mundo. Y en verano, por el cansancio pandémico, la falta de control en las fronteras, entró violentamente la variante P.1 (brasileña) y se transformó rápidamente en la cepa predominante, la más contagiosa, que nos pilló en una meseta muy alta de casos”, dice el exministro de Salud Jaime Mañalich.

La exautoridad acota que “pese a ser un virus de predominio estacional, tuvimos un brote violento durante el verano, lo que trajo consigo que, al empezar la época más dura, otoño-invierno, ya teníamos muchos pacientes ocupando unidades de tratamiento intensivo. Como las marejadas, los casos del otoño subieron sobre esa marea ya alta, una sobreola producida por las condiciones propias del invierno”.

Para Lidia Amarales, exsubsecretaria de Salud Pública y coordinadora de esa área en la Escuela de Medicina de la U. de Magallanes, apunta que pese al avance de la vacunación, “todavía no llegamos a la inmunidad de rebaño, que es lo que nos podría hacer disminuir o eliminar los contagios. Necesitamos al menos el 70% de la población vacunada, cosa que no hemos logrado. Los salubristas esperamos que se llegue lo antes posible, incluidos los niños. Tenemos que apresurar el paso”.

Pero la académica hace hincapié en que la vacuna no es todo. Y apunta que el menor cumplimiento de las cuarentenas y la mayor movilidad de las personas se suman a la ecuación, así como las demoras en los apoyos económicos y fallas en la educación sanitaria.

“No soy partidaria de echarle la culpa a la gente. Cuando uno es salubrista tiene que considerar lo más básico, de manuales, que te dicen la importancia de enseñar, educar a la población, y eso ha sido muy deficitario durante toda la pandemia. También faltó claridad en que los determinantes sociales iban a jugar un rol clave y que las poblaciones más pobres iban a tener más posibilidad de infectarse y hacer cuadros más graves”.

Amarales agrega que, a su juicio, las medidas económicas han sido tardías “y la población más pobre ha tenido que salir a trabajar, tomar la locomoción colectiva, y no cumplían las cuarentenas por esa misma razón, porque necesitaban ingresos para alimentar a la familia, y eso claramente ha aumentado el contagio”.

Finalmente, la exsubsecretaria apunta a la comunicación de riesgo. “Las informaciones han sido absolutamente contradictorias. Y esa información no persistente ni consistente lleva a la confusión. En salud pública si no das información veraz y consistente, la autoridad deja de ser creíble”.

Para el epidemiólogo de la Universidad de Chile Gabriel Cavada, la estacionalidad es clave en las altas cifras de contagios diarios. “En general, los casos son en gente no vacunada, de ahí la necesidad de empezar a vacunar a los menores en breve. Segundo, el virus tiene un fuerte componente estacional, hay que recordar que el peak del año pasado fue la tercera semana de junio”.

El jefe de medicina interna de Clínica Alemana, Luis Miguel Noriega, añade otro factor: el tipo de vacuna. “Los casos no han bajado en Chile porque hay una circulación importante de virus, una población de no vacunados relevante y porque usamos una vacuna que es buena para protegernos ante mortalidad y enfermedades graves, pero ante contagios la eficacia no es tan grande”. Por eso el especialista advierte que la apuesta no debe estar solo en el plan de inmunización: “No podemos dejar que la vacuna sola controle esto, debemos mantener las medidas sanitarias, aislamientos y cuarentenas, porque en la medida en que hagamos eso podremos controlar esto”.

La fatiga o cansancio pandémico añaden otra dificultad, acota Marcela Garrido, urgencióloga de la Clínica Universidad de los Andes y directora del Departamento de Epidemiología y Estudios en Salud de la U. Andes. “En momentos en que hay mucho virus circulando, la gente no está respetando las cuarentenas, que han sido demasiado prolongadas. Se perdió la adherencia a estas medidas y la gente no se está quedando en las casas por varias razones, que van desde económicas a mentales. La estrategia actual estaba basada en las cuarentenas y eso ya no está resultando”, sostiene.

Otro elemento estaría en la mutación del virus, ahora que predomina la cepa brasileña P.1, que “es mucho más contagiosa. La amplitud de casos que genera un caso índice alrededor es mayor. Se ramifica más rápido por su contagiosidad y es más potente en términos infecciosos”, dice la epidemióloga del Consejo Asesor Covid-19, María Teresa Valenzuela.

¿Qué hacer ante este panorama? Junto con fortalecer la educación sanitaria, redoblar los esfuerzos de búsqueda activa de casos y el aislamiento de los pacientes infectados, así como agilizar el plan de inmunizaciones, dos expertas coinciden en un planteamiento. La consultora de la OMS Jeannette Vega propone un “apagón de dos a tres semanas en que la gente se quede efectivamente en sus casas, pero por una sola vez, y después de eso abrir lo que es de bajo riesgo y cerrar lo que es de alto riesgo”.

En eso coincide Garrido, aunque en un plazo menor. “Una cuarentena de dos semanas creo que no resultaría. Me parece que algo más acotado, con alta fiscalización, en que las salidas sean las estrictamente necesarias, podría funcionar”.

Algunos expertos, eso sí, avizoran una mejoría próxima de la situación epidemiológica. “Creo que en este momento, entre la semana pasada y esta, estamos viviendo el gran peak. Y tengo la esperanza de que esta semana que vamos a clausurar el próximo lunes, si ocurre que se confirmen menos casos, podríamos pensar con cierta evidencia que esta ola va a tender a bajar”.

Mañalich, a su vez, proyecta un final del invierno mejor aspectado: “Al ritmo actual de vacunación, a fines de julio deberíamos ver un alivio importante, y para qué decir durante la primavera”.

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