Diez mil kilómetros separaban, hasta el pasado 16 de junio, al venezolano Ramón Chacón (40) y sus dos hijos, de siete y nueve años, de su esposa, Yudith Briceño. Ella, maestra y magíster en Educación, hace seis meses que se mudó desde Mérida a Punta Arenas, con la idea de establecerse y traer a su familia. Sobre todo porque su hijo mayor necesita seguir su tratamiento por la leucemia, que le detectaron a los dos años de vida.
Yudith trabaja actualmente en tareas de limpieza para una clínica y un centro comercial en la ciudad del sur. "Día y noche rezo para que nos podamos reunir. Estoy agradecida con Chile por la oportunidad que me ha brindado. Solo me faltan ellos", afirma.
Ramón trabajaba como técnico informático en Venezuela. Tras escuchar rumores de restricciones, vendió todo lo que tenía y comenzó su travesía. "Tuve que adelantar el viaje. Aunque entre Lima y Tacna fue accidentado, llegué a la frontera, pero allí nos entrampamos", indicó.
Ramón volvió a Tacna y se instaló en las afueras del consulado chileno. El 22 de junio decidió empezar a dormir en el frontis del edificio y dejar a sus hijos en un hospedaje, para evitar que se enfermaran por el frío. "Nos queda poco dinero, pero seguimos con mucha fe. La gente acá en Tacna ha sido muy solidaria", cuenta a La Tercera.
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Ramón Chacón, en la frontera[/caption]
Así son las historias que en las últimas semanas se repiten en la frontera. Decenas de ciudadanos extranjeros luchando, centímetro a centímetro, por un espacio de esperanza para sus familias.
Desde Punta Arenas, Yudith confirma una buena noticia. La Gobernación de Magallanes le informó que ya tienen las visas. "Falta poco para el reencuentro", afirma entre sollozos.
Solidaridad
Los rostros de niños y adultos venezolanos durmiendo en la frontera, sobre cartones y frazadas, en el frontis del Consulado General de Chile en Tacna, han golpeado fuerte a ariqueños y tacneños. Por eso, muchas familias se han trasladado para llevar comida y ropa de abrigo. Botellas con agua, comida preparada, dulces para los niños, bebidas calientes, frazadas, sacos de dormir, ropa de abrigo y sándwiches son parte de la ayuda.
El ariqueño Jorge Villalón y su novia se movieron desde Arica a Tacna. Abren la maleta de su vehículo deportivo y comienzan a repartir leche, galletas y sándwiches a todos los venezolanos que se acercan. Son pasadas las 10 de la noche. "Vimos en las noticias a todas estas personas, con muchos niños, algo había que hacer", cuenta él.
Otro chileno de esa zona hizo algo parecido: "Llevamos 50 porciones y faltaron. Me organizaré con más amigos para ver si ayudamos nuevamente", indica.
Algo parecido hace la ariqueña Ruth Cuevas. Desde hace dos semanas que junto a su marido pasan a Tacna llevando comida y colaciones. "Partimos solos, ahora por Facebook nos coordinamos con otras personas y vamos a repartir la ayuda", expresa.
Noche tras noche, otras familias tacneñas también llegan con ayuda. Leche caliente con avena y sándwiches salen de varias camionetas 4x4. Son brazos de apoyo que no han parado.