Como "un muy buen momento". Así define Ricardo Paredes, rector del instituto profesional Duoc UC, el período que vive la educación técnico-profesional (TP) en Chile. Pese a reconocer que aún existen barreras pendientes, como el acceso a financiamiento y becas, el mejoramiento de la calidad y la discusión en torno a la continuidad de estudios, la autoridad aseguró, en conversación con La Tercera, que ha existido una evolución en esa modalidad, y que en el último tiempo "la discriminación sistemática que había contra la educación TP se ha reducido fuertemente", atrayendo cada vez a más alumnos.

¿En qué momento se encuentra la educación TP?

Está en un camino propio, distinto del universitario, que no es un escalón ni un paso previo para seguir en la universidad. Muchas veces los alumnos del mundo técnico-profesional aprenden cosas parecidas a lo que se aprende en la universidad, pero la metodología es distinta. Ellos pueden aprender perfectamente la ecuación del calor, pero sin un libro de ecuación del calor, sino que con un soplete, un ladrillo, un termómetro.

¿Ha cambiado la visión en torno al mundo TP?

Yo creo que lo que veíamos hace poco años como una formación mucho más de oficio, como el soldador o el matricero, está evolucionando, porque la obsolescencia de lo técnico es enorme; entonces, las personas necesitan progresivamente ir caminando a una formación que desarrolle competencias más genéricas; como reflexión, abordar problemas, trabajo en equipo, liderazgo. La brecha entre lo universitario y lo técnico se está reduciendo. Por ejemplo, yo pienso que una profesión como odontólogo es una profesión esencialmente técnica y nadie diría en Chile que esto es algo peyorativo. Algo importante es mirar a países que les va bien en esto, como Australia o los europeos, donde la visión es bastante contradictoria con la "universititis". Creo que esa línea no es promisoria. Pero sí está cambiando la visión; hay que recordar que en Chile más de la mitad de los estudiantes que salen de cuarto medio entran al mundo técnico.

¿Por qué cree que pasa eso? ¿Puede ser que la gente los elige porque son carreras más cortas, más baratas o también es porque hay mayor conocimiento de que existe un mercado amplio en esa área?

Creo que los tres puntos previos, pero también hay otra cosa: la mayoría de la gente aprende más fácil mirando, en la práctica. La duración de las carreras también es clave. Hay muchos jóvenes que progresivamente quieren carreras más cortas para trabajar y para servir a la familia. Otro punto es que antes los profesionales que salían de la universidad eran una elite intelectual y económica. Hoy las personas se dan cuenta de que entrar a la universidad no garantiza nada, cada vez es un mundo más abierto y ya no tiene esa connotación que tenía antes.

¿Qué dificultades enfrenta en ese sentido la educación TP?

Hay algo que complica todo esto, que es que hay un grupo de instituciones que, pese a que tienen una matrícula pequeña, son muchas y de pésima calidad; eso ocurre en todo nivel, pero en el técnico existe un desafío mayor.

Mencionó el punto de la "universititis". ¿Cree que hoy el Duoc es una mejor opción que algunas universidades?

Definitivamente. La gente se está metiendo más acá y uno podría pensar que la masividad viene de los estratos de más bajos ingresos o de gente que no alcanzó a entrar a la universidad. Hay algo de eso, pero definitivamente no es lo único. Hicimos un estudio con alumnos que ingresaron al Duoc habiendo rendido la PSU, miramos el puntaje de esos alumnos, las carreras que decidieron y sus posibilidades. Lo que hallamos fue que hay un grupo reducido de universidades -en las que están las tradicionales, así como universidades nuevas y buenas- que los alumnos prefieren, pero para la mayoría de la matrícula el Duoc resulta ser una alternativa completamente equivalente al de universidades más masivas, como la UDLA o la Andrés Bello.

Usted planteó la situación de la carrera de odontología, que hoy es exclusivamente de carácter universitario. ¿Cree que se puede abrir esa discusión?

Yo creo que hoy nadie tendría ningún problema en discutir esto y que ningún odontólogo tendría un problema en reconocer que su labor tiene mucho de técnica. Pero creo que se ha generado un círculo. Hay carreras de la salud muy específicas que tienen que tener algún control, pero ese control no me parece que lo dé el hecho de ser universitario. Hay otras cosas que son muy negativas en términos de política pública que van en el mismo carril.

¿Cuáles?

Primero, que hay un conjunto de carreras que solo se pueden impartir en universidades, lo que no tiene ningún sentido porque son muy parecidas y hermanas al mundo técnico, como kinesiología, y donde hay lobby de ciertos colegios o grupos para que carreras como fisioterapia, por ejemplo, no sean aceptadas en el mundo de la salud. Hay otras cosas que ocurren en la misma línea y que son peores. Las Becas Chile, por ejemplo, solo financian posgrados para carreras con licenciatura; en el mundo técnico-profesional no podemos dar carreras con licenciatura. Entonces, pese a que nuestros alumnos pueden ingresar a algunos programas de posgrado, no pueden acceder a financiamiento. Otro absurdo es que el Estado frecuentemente requiere profesionales con carreras de cinco años o más, y ahí se está poniendo una barrera que va absolutamente en contra de la intuición de que las carreras son demasiado largas.

Ley de educación superior

¿Se encontró con un lobby muy fuerte durante la aprobación de la Ley de Educación Superior?

Más que lobby, había una forma de legislar con trauma. El trauma fue las universidades que se cerraron, la Universidad del Mar, la Arcis, ello llevo a una súper regulación. Hubo además una discusión por el gusto de lo estatal, de darle condiciones especiales, algo que la verdad yo nunca le he encontrado mucho sentido. En ese gusto por lo estatal se planteó el tema de los CFT estatales. Yo he visto el del Maule, donde hay una rectora trabajando súper aperrada, pero enfrentando 80 alumnos en tres carreras. Ahora viene el CFT de Aysén, que se hizo con mucha voluntad, soñando poner una pata estatal coordinada.

Usted tiene una mirada pesimista sobre los CFT estatales...

Creo que es bueno tenerla hoy, para que en cuatro años más, cuando estén desfinanciados, no se les eche la culpa a la U. de Aysén o a la U. Austral, sino que se sepa que esto es lo que va a ocurrir a menos que se haga algo; como por ejemplo una reforma, donde se hagan alianzas para apoyar este tema. En la ley de CFT estatales se establece que tienen que quedar vinculados a una universidad, siendo que la continuidad lógica es a un instituto profesional. Es algo muy realista y urgente. Me gustaría ver más empoderado al Ministerio de Educación, llamando a mesas amplias para reformar las cosas. Lo de los CFT tenemos que repensarlo.

¿Qué tan representativa de Chile es la educación TP?

En sus orígenes, la educación técnico-profesional era para resolver un problema de analfabetismo y de oficios muy precarios. Pero se ha ido transformando y hoy los laboratorios y talleres que tienen las buenas instituciones son de punta. Esa infraestructura, ese esfuerzo, se ha visto progresivamente en más y más gente de distintos estratos. Hoy tenemos prácticamente un 10% de alumnos de cada decil, lo que quiere decir que la foto del Duoc, y me imagino también de otras instituciones, como Inacap, es la foto de Chile. La educación superior técnico-profesional tiene una estampa, una silueta mucho más parecida a Chile que la de cualquier universidad.

¿Qué planes tiene el Duoc en materia de ampliación de sedes?

Estamos enfocados en dos líneas. Por un lado, en el crecimiento con sentido, el llegar a lugares con necesidad de progreso. Tenemos proyecciones para sedes en Puerto Montt y Villarrica. Por otro lado, queremos enseñar habilidades que son escasas y que son las que los comités empresariales nos dicen que echan más de menos, como el trabajo en equipo, liderazgo, pensamiento crítico.

Se acercan a cumplir el segundo año en gratuidad. ¿Qué evaluación hay de esa política?

Teníamos mucho temor de que la gratuidad nos disparara la deserción y que llegaran alumnos sin compromiso y sin esfuerzo. Pero la verdad es que ha ocurrido lo contrario. Nuestras tasas de deserción han caído fuertemente, estamos reteniendo más alumnos. Eso en parte tiene que ver con un sistema de ingreso que estamos aplicando, que premia la nota del alumno en enseñanza media y la procedencia del mundo técnico-profesional. Vimos que los alumnos de mejor nota y que provienen del mundo TP están motivados y les va mejor, entonces se quedan. Eso ha significado incrementar la retención. Eso sí, estamos preocupados con el sistema global de financiamiento donde el límite de tiempo que financia la gratuidad está acotado a un período relativamente corto, ya que nuestros alumnos se demoran más, particularmente los vespertinos.

Desde el punto de vista económico, las universidades se han quejado del déficit que les genera la gratuidad. ¿Tienen ese problema?

El aporte por gratuidad es bastante cercano -en el caso del Duoc- al arancel que cobramos, un pelito más bajo. Ahora, ese pelito, multiplicado por 55 mil alumnos, nos da un déficit del orden de $ 1.500 millones al año. No es algo que nos produzca problema de caja resolverlo, pero sí es dinero que no tenemos respecto de otras actividades que queríamos hacer.

¿Han visto la discusión en torno al nuevo CAE?

Sí, el nuevo CAE tiene un diseño muy inteligente. De hecho, es muy parecido como concepto a la idea que salió en una comisión en la que participé en 2012.

Hay rectores que están hablando de fijación de precios.

Efectivamente, algo de fijación de precios tiene. Pero ojo, que no es una fijación literal de precios, porque la institución, si quiere, cobra más. El nuevo crédito acepta hasta un 50% más, entonces tiene una flexibilidad relativamente alta. La pregunta es ¿por qué cobran tanto más las instituciones? ¿Es algo que se lo van a retornar a los alumnos en posibilidades de empleo y trabajo? Si no es así, claramente, el Estado tiene el derecho a decir "yo no pongo plata ahí". Hay algo sensato en la propuesta. Donde veo el mayor problema es que es tan buena la propuesta del nuevo CAE respecto del financiamiento por gratuidad, que lo mejor que puede hacer una institución es salirse de la gratuidad.

¿Por qué puede producirse eso?

Como a las instituciones en gratuidad les restringen el crecimiento, entre otras cosas, uno tiene una asimetría, y lo que veo es que las instituciones que están fuera de gratuidad tienen una situación sustancialmente mejor que las que están dentro.