Celda Nº30 del módulo 104 de la Cárcel de Valparaíso. Nerviosismo, ansiedad y decisión: “Acá no volvemos”, se repetían los seis reos que el 23 de julio del 2021, alistaban la fuga desde el penal que concretarían a las 7.00 de la mañana de ese día.
El escape funcionó y Edward Fuenzalida Leiva (28) -uno de los internos- celebraba que ya estaba afuera, pero no pasarían más de 641 días para que volviera a la cárcel, esta vez, imputado del homicidio de una carabinera, la sargento segundo Rita Olivares Raio (43).
Fuenzalida es reconocido en los cuarteles policiales como un “habitué”, siempre por causas vinculadas a robos. Se le cataloga como un “ladrón por excelencia”, ya que los antecedentes policiales siempre lo relacionan a atracos ocurridos en la Región de Valparaíso. Era un delincuente común, pero que con el tiempo se vio involucrado en más ilícitos violentos.
En 2018 fue condenado, luego de acreditarse su participación en un robo con violencia en Quilpué, ocurrido el 3 de agosto del 2017. Ese día, “el ojitos de piscina” -como se le reconocía dentro del penal-, junto a su hermano Maximiliano, y otros dos compañeros de delito, asaltaron un local comercial de la ciudad, en el sector de El Belloto, misma zona donde después sería asesinada la sargento Olivares.
Según la condena que dictó el Juzgado de Garantía de Quilpué, Fuenzalida lideraba el grupo. “Edward Fuenzalida Leiva (portaba) un revólver con apariencia de arma de fuego, con la cual intimidó a la víctima Sergio Patricio Arancibia Ponce, propietario del referido local, diciéndole ‘no te muevas de ahí conchetumadre o te mato’, mientras lo apuntaba con dicha arma, para posteriormente propinarle un golpe en la cabeza, obligándolo a tirarse al suelo, procediendo a colocar su pie sobre la garganta de la víctima y a propinarle golpes en el cuerpo, mientras lo mantenía apuntado con el revolver”, se lee en su sentencia judicial.
Fue por ese caso que recayó en la Cárcel de Valparaíso, desde donde se escapó en una huida que incorporó todos los elementos de una planificada fuga.
El escape se concretó a las 7.00 de la mañana del 23 de julio del 2021, pero comenzó gestarse mucho antes. Según antecedentes del caso, fue cuando los gendarmes repartían el pan del desayuno en el sector de Centro de Educación y Trabajo, que el grupo de reos se abalanzaron sobre los custodios, les quitaron sus armas, los obligaron a abrir el portón y escaparon.
Pero antes -y para llegar a ese sector- comenzaron a hacer un agujero en el sector del baño de una de las celdas. Ese hoyo lo “trabajaron” por semanas, hasta desgastar por completo la protección, logrando abrir 50 centímetros de ancho por 50 centímetros de alto. Ese espacio fue suficiente para que todos entraran -de a uno- por el ducto.
Luego, saltaron alrededor de tres cercos de mallas metálicas con concertina en la parte superior (tipo de alambre de púa para evitar las fugas) hasta llegar al patio donde concretaron su escape.
Su primera condena, a los 14 años
El asalto a mano armada en Quilpué no fue su primera condena. Fue el 12 de abril del 2009 que fue detenido por un robo con intimidación, sin embargo, como tenía 14 años, su sentencia fue de un año de libertad asistida.
Pero no pasó mucho, hasta que nuevamente fuera arrestado por la policía, esta vez, por hurto. Como el delito no involucraba violencia, ni tampoco un perjuicio tan elevado, el tribunal lo condenó a la prestación de servicios a la comunidad.
Esta sanción, sin embargo, no lo sacó del mundo delictual. Es más, era recién la puerta de entrada para un ir y venir permanente por los tribunales de justicia, pues volvió a caer en manos de la policía en 2011, por el delito de robo por sorpresa -por el que fue condenado a un régimen de internación semi cerrado-; luego, otra vez, por robo ese mismo año. Recién tenía 16 años.
Pasaron tres años para que “el ojitos de piscina” volviera a enfrentarse a la justicia, ahora, en marzo del 2014, cuando fue condenado por el robo de un auto en Quilpué, sin embargo, logró zafar de la cárcel, a pesar de ya tener 19 años.
Como el delito por el cual fue formalizado y luego condenado fue solo por “receptación de vehículo motorizado”, se le aplicó una sentencia de dos años de reclusión nocturna.
Así, el derrotero de Fuenzalida Leiva estuvo marcado por robos, entradas y salidas del sistema judicial, hasta ahora, donde el homicidio de la sargento Olivares aparece como el ilícito más grave que se le ha imputado en su “carrera delictual” ¿Será el último? La decisión, ahora -y nuevamente- está en tribunales y su capacidad de reinsertarse en la sociedad.