La muerte de Margarita Ancacoy (40), aparentemente a manos de cuatro jóvenes en el Barrio República, no solo repuso el debate por el nivel de delincuencia en el país. También instaló otro: la polarizada actitud hacia los victimarios, producto de la golpiza que sufrieron dos de los imputados de ese crimen, ambos ciudadanos ecuatorianos, en la cárcel Santiago 1. El hecho, condenado por algunos y avalado por otros, fue divulgado a través de redes sociales. Y aquí es abordado desde la óptica "interna" de la realidad carcelaria por el sacerdote jesuita Luis Roblero, capellán nacional de Gendarmería.
¿Es frecuente lo que ocurrió?
He visto situaciones similares por algunos videos que se han viralizado y por relatos de internos o internas. La gravedad viene dada por la frecuencia y porque esto ocurre en un espacio de protección estatal, lo que agrava aún más el delito de tortura. No es una situación aislada, pero también soy consciente de que estas situaciones van disminuyendo.
Aquí participaron otros internos y gendarmes. ¿Cómo funcionan los códigos carcelarios?
Son similares a los códigos de una secta. Es una cultura de secretismo total, del silencio. Muere alguien y nadie sabe quién fue. Y es difícil saberlo, porque normalmente los que golpean son mandados por otros a golpear. Durante una noche tienes 200 internos compartiendo una galería y están con tránsito libre. Muere alguien y nadie supo ni vio nada.
¿Qué ocurre con los gendarmes?
Creo que falta una cultura de mayor transparencia. Poco sabemos de lo que pasa dentro de una cárcel. Los mismos gendarmes probablemente tampoco saben bien qué es lo que ocurre, porque no tienes un funcionario por cada módulo. Lo que pasa ahí dentro nadie lo sabe.
¿Hay cámaras en esos módulos?
Sí, pero dentro de las celdas no. Es una celda abierta que da a un patio compartido por grupos de internos, pero dentro de la celda no hay cámaras. La cárcel es hoy en día uno de los lugares de mayor vulneración de derechos humanos. Es grave. Y tiene que ver con una indolencia política de hace mucho tiempo. Es un tema muy poco rentable, porque se trata de gente que ha delinquido, detrás de los cuales hay víctimas. Eso genera clamor ciudadano por el castigo. Uno lo ve en las redes sociales.
¿Le ha llamado la atención el apoyo en redes sociales, incluso de personas públicas, a lo que hicieron con estos reos ecuatorianos?
Es imposible desentenderse. Hay una población que está demandando del mundo político y del Estado medidas que protejan la vida. Se puede entender, pero no se puede avalar el exceso. Eso sí, lo más grave es que gente del mundo político se haga parte de esto, porque a ellos les corresponde una opinión más templada y de fondo.
¿Doble estándar de la sociedad?
El dolor de una víctima, de la familia y de la ciudadanía es tremendo. Imagínate esas imágenes donde salen golpeando a la mujer, o todos los casos de femicidio que hemos sabido. Actualmente existe una cultura muy fuerte para que estas cosas no ocurran. Pero hay que sacar los excesos de la gente. Eso no ayuda.
A su juicio, ¿existen dudas sobre la eficacia del Poder Judicial?
Con humildad, hay que aceptar que sí, porque tenemos un 70% de reincidencia. Veo un sentimiento de que hay justicia para unos y no para otros. Y el Estado está cometiendo una falta gravísima en materia de derechos humanos en el mundo carcelario y en el Sename. Murieron mil niños y no teníamos idea, porque eran niños pobres. Duele cuando hay un doble estándar tan fuerte. Uno va a la cárcel y le pregunta a la gente: ¿usted pasó por Sename? Y todos te dicen que sí. En el Sename ellos aprenden a pelear. En jerga canera ellos dicen que ahí uno gana la ficha, algo así como el quién eres en el mundo. Es un círculo vicioso terrible.
¿Qué debiera hacer el Estado?
Cansa la indolencia del Estado con la vida humana de algunos sectores. La infraestructura carcelaria es deficitaria. Todos los informes del Poder Judicial y del Instituto de DD.HH., son bien lapidarios con las condiciones de habitabilidad y de dignidad de la persona privada de libertad. Los reos tienen privación de libertad, no de derechos. Obviamente, no justifico a la delincuencia, pero la gran mayoría de los internos comparten una misma cuna. Muchas de las mujeres privadas de libertad han sido abusadas cuando niñas. Después caen al infierno del Sename, luego en la cárcel y les siguen sus hijos. Y que se sigan violando DD.HH. en un Estado de derecho es lo más avergonzante.