Los vecinos del pueblo de Santa Olga, ubicado en la Región del Maule, recuerdan el 24 de enero de 2017 como la fecha en que fueron asolados por una "tormenta de fuego". La pequeña localidad, donde habitaban cerca de seis mil personas que vivían del rubro forestal y agrícola, fue rodeada por incendios y consumida en pocos días hasta desaparecer.
"Todo quedó hecho cenizas", sostiene Melba González (60), vecina que escapó con lo puesto hacia Constitución, comuna de la que es parte Santa Olga. Y luego de la tragedia se inició un proceso de reconstrucción: a la fecha se han levantado 315 casas, se han emplazado muros de contención para evitar deslizamientos de tierra y, por primera vez, el sector tiene calles pavimentadas, de acuerdo al último balance del Ministerio de Vivienda (Minvu).
A tres años del desastre, la localidad volvió a nacer. Ya no hay loteos irregulares, sino que la mayor parte de los afectados ha regresado a habitar las nuevas villas, que tienen inmuebles de entre 50 y 120 metros cuadrados, patio y equipamientos como juegos infantiles y sedes vecinales. "Espero recibir pronto mi casa, porque los contratistas dejaron las obras tiradas. Ojalá me den una solución", cuenta Patricia Chávez (64). La mujer asegura que, pese a su situación, la mayoría de sus vecinos están satisfechos con los nuevos barrios.
Según el Minvu, hoy quedan 244 propiedades por entregar. De ese universo, 123 viviendas aún están en construcción y el resto aún espera por iniciar las obras. La zona, según las autoridades, debió sortear una serie de complejidades para ser rehabitada: se debió implementar un sistema de agua potable, cortafuegos y 669 muros de contención en diversos puntos del villorrio para evitar deslizamientos de tierra. De esta manera, este año se espera finalizar la reconstrucción, cuya inversión ascendió a $ 20.651.537.518.
La "nueva" Santa Olga ahora también tiene un parque con árboles nativos de la zona, un anfiteatro y una gran pasarela de madera para observar el apacible río Purapel que la rodea. Hace tres años, en ese mismo lugar había viviendas, las primeras que fueron consumidas por el fuego.
Muy cerca de ese lugar está el nuevo Liceo Enrique Mac-Iver, que también resultó afectado por los incendios. "Que se quemara el colegio fue como que se destruyera nuestra casa. Fue muy doloroso", cuenta el director Hugo Olivares. Hoy, sin embargo, los 620 alumnos volvieron a ocupar sus salas de clases. El recinto construido en madera y de casi 5.000 metros cuadrados repartidos en una singular forma semicircular fue recuperado por la ONG Desafío Levantemos Chile y la empresa CMPC. El nuevo colegio, detalla Olivares, posee salas climatizadas, biblioteca y canchas deportivas. Luego de la reapertura del recinto, dice, los alumnos han tenido una "recuperación emocional" debido a la experiencia traumática vivida. Además del liceo, la localidad hoy tiene una nueva sede de Bomberos, una posta y juntas vecinales.
El futuro
Con el pueblo ya reconstruido, los santaolguinos ahora piensan en el futuro. Mónica Sepúlveda (55), presidenta de la junta de vecinos, señala que luego de que los bosques aledaños al pueblo resultaran incendiados, la comunidad requiere empleo: "Las plantaciones se quemaron y con ello se fue nuestra fuente de trabajo". Sepúlveda aclara que han pedido al municipio y al gobierno traer nuevas empresas a la zona o que los vecinos sean capacitados. Temen que se convierta en un "pueblo dormitorio". El alcalde de Constitución, Carlos Valenzuela, coincide: "Ahora las personas van a vivir con un mejor estándar, pero pensamos: ¿Qué se puede hacer con la economía local?". Por ello, el edil asegura que ha solicitado al gobierno crear un vivero o, por ejemplo, un circuito turístico donde se puedan recorrer los hitos del incendio y la posterior reconstrucción. Todo está en veremos.
Con todo, los lugareños afirman que tras el desastre que azotó a la zona, la comunidad se ha acercado. "Luego de los incendios, la gente comenzó a conocerse y ahora nos ayudamos cuando alguien está enfermo o necesita algo", relata Rachel Aro, residente del sector, quien añade que, paradójicamente, una tragedia los unió.
La colaboración del sector privado ha sido clave en la zona. El gerente de Asuntos Públicos y Sostenibilidad de CMPC, Augusto Robert, señala que tras ocurrir los incendios se comprometieron en el proceso de levantar Santa Olga, donando la madera para la reconstrucción. "Hoy podemos decir que hemos cumplido al ver que el liceo politécnico, las sedes de la Cooperativa de Agua Potable y de la Junta de Vecinos ya fueron construidas con la madera que donamos y ya están siendo ocupadas", afirma. Robert añade que la compañía también aportó con el parque Santa Olga "que se convertirá en un lugar de encuentro, de recreación y de cultura para todos".
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