Ingeniero comercial de profesión, Sebastián Salinas (32) tiene una larga trayectoria viendo de cerca las carencias y necesidades de las comunidades de La Araucanía. Con su emprendimiento social Balloon Latam llegó en 2013 a la región, específicamente a la comuna de Galvarino: hoy tienen presencia en 15 de sus 32 comunas, además de zonas de El Maule y Los Lagos.
Lo que buscan es potenciar el microdesarrollo territorial, articulando e investigando a una comunidad y vinculándola con agentes relevantes de la zona. La idea es crear capital social con proyectos que duran cuatro años, en los que llegan a conocer a fondo a los miembros de la comunidad, sus inquietudes y fortalezas. Para eso, Salinas viaja mes a mes a la zona y cuenta con equipos permanentes en los lugares donde trabajan. “Nos preocupamos mucho de la forma en la cual entramos, son procesos largos y de generación de confianza, en un lugar donde abunda la desconfianza”, dice.
Para Salinas, una de las principales causas de la prolongación del conflicto en La Araucanía es la ausencia de un diálogo profundo por parte del Estado con los distintos actores que son parte del pueblo mapuche. “Este conflicto no se puede abarcar de manera centralizada. Son múltiples demandas, con múltiples actores con los que hay que intercambiar un diálogo”, señala.
¿Cómo se ve hoy el tejido social en La Araucanía? ¿Se ha ido desgastando producto del conflicto?
Depende. Hay lugares donde la vinculación es más evidente y otros donde está más fraccionada. Cuando se habla del conflicto en La Araucanía, existe un reduccionismo hacia lo bélico, hacia la quema, etc. El conflicto viene hace mucho tiempo, lo bélico es una manifestación de éste, no es el conflicto en sí mismo. Por ende, los militares y las policías van al síntoma, no a la causa.
La pregunta que nos tenemos que hacer es de qué conflicto estamos hablando: de lo que pasa ahora o de algo que viene hace mucho tiempo. La Araucanía tiene temas estructurales que hacen que se mantengan la pobreza y la falta de desarrollo, o la generación de cierta rabia por la estructura. Eso es de una responsabilidad muy grande del Estado, estamos hablando de una región que, según la Casen 2017, tiene el doble de pobreza (17,2%) que el nivel nacional (8.5%). Esas estructuras hacen que abunde la desconfianza, porque la cantidad de promesas incumplidas ha sido transversal.
El Estado ha sido un analfabeto cultural no sólo en lo simbólico, sino también al momento de interactuar. Esto puede ser un poco fuerte, pero nunca se ha optado por un diálogo real. Siempre han sido pequeñas negociaciones particulares, con condiciones específicas, y optar por el diálogo debe ser sin condiciones ni temporalidad. Cuando digo eso, es que se debe poner el foco en el medio y no en el fin. Eso requiere de una valentía muy grande, porque los medios son determinantes para el fin.
¿Cómo se hace eso, si no hay un solo interlocutor mapuche que haga de contraparte?
Como eso no existe, no va a ser solamente un proceso. Son muchos procesos que se deberían llevar en paralelo, por territorio. Pero Chile es un país muy centralizado y el tema de La Araucanía es todo lo contrario. Las lógicas de funcionamiento y las demandas territoriales son diferentes y no va a haber una misma solución para todas. Al Estado le cuesta mucho cambiar ese funcionamiento.
Tenemos que hacer que las personas que se van a ver afectadas por una solución o una política pública formen parte de su creación. Si las haces parte, al implementarla va a haber pertenencia. Si tiene pertenencia, tiene permanencia, y eso es lo que no pasa en Chile.
¿Se ha agudizado la situación actual de conflicto en La Araucanía?
Se ha manifestado más fuerte y se han agudizado las relaciones, las diferencias son más grandes. Insisto, existe un reduccionismo del conflicto hacia lo bélico y lo bélico es una manifestación del conflicto. Hay una confusión entre la causa mapuche y el narcotráfico, todo se pone en una misma bolsa. Hoy es muy complicado separar eso, por eso, más que nunca, se deben hacer varios caminos paralelos de diálogo, de manera descentralizada.
¿Por qué las iniciativas de diálogo del Estado no han dado frutos? ¿Ves un compromiso real de los gobiernos o ha sido para la galería?
Nunca se ha optado por un diálogo real... han sido negociaciones acotadas para una temática y en un tiempo particular. El diálogo es sin condiciones y temporalidad, entonces nunca se ha optado realmente por un proceso de diálogo. Está más pensado en el corte de cintas.
Un debate recurrente es el de si hay o no terrorismo en La Araucanía. A tu juicio, ¿lo hay?
Primero, ¿qué entendemos por terrorismo? Si tú dices que es que se queme un camión, si veo los actos terroristas que ocurren en otros países, entonces no lo hay. Seguir poniendo un estigma al mundo mapuche -porque antes se decía que eran flojos, después que eran ladrones y ahora que son terroristas-, da pie a que el diálogo real no se dé.
¿Cómo ves estos episodios de violencia? ¿Cuánto hay de legítima demanda y cuánto de instrumentalización?
La demanda mapuche es legítima, completamente. Tenemos la pacificación de La Araucanía que fue aprobada por el Congreso, ya se van a cumplir 200 años del tratado de Tapihue, que no se respetó. Entonces, las demandas son legítimas, hay que darles el valor que merecen.
Pero claro, sí hay una instrumentalización y eso lo vemos como política y para ejercer actos de violencia dentro del territorio, como una justificación de la causa. Por eso hoy es complicado separar ambas cosas. Todo se mezcla y no hay un entendimiento colectivo sobre eso.
Galvarino Reiman, dirigente mapuche que compite por un escaño reservado a la convención, dijo que hay “actores externos que intentan instrumentalizar para otros fines una reivindicación legítima y digna”. ¿Hay preocupación en las comunidades por ser utilizados?
Hay mucha, en especial de los liderazgos más ancestrales y antiguos. Han visto que no hay mucho control respecto de los mismos actos. El lonko y la machi son las autoridades con las que se debería hacer el diálogo, donde se debería enaltecer la autoridad ancestral. Veo una preocupación transversal, como dice Galvarino.
¿Qué es lo que no estamos entendiendo o mirando desde Santiago?
Las múltiples aristas: hay demandas que son distintas y cosas que son transversales, como la reivindicación de las tierras. Hay un analfabetismo cultural grande por parte de Chile, particularmente del Estado. No entiende el plano simbólico y siempre se va a lo material, por eso hay mucha torpeza al interactuar. El conflicto de La Araucanía no se puede abarcar de manera centralizada. Son múltiples demandas con múltiples actores con los que hay que intercambiar un diálogo, no podemos pretender simplificarlo en una relación bilateral.