Como "una bomba de tiempo". Así definieron expertos y alcaldes de la Región de Biobío el eventual arribo de la embarcación salmonera Seikongen al puerto de Talcahuano. La nave marítima fue siniestrada en octubre de 2017 en las cercanías de Chonchi, en la Isla de Chiloé, y parte de su carga era equivalente a 200 toneladas de salmones y 67 mil litros de petróleo.

Su recale en el puerto de Talcahuano está programado para el próximo domingo 12 de agosto. Sin embargo, su destino final sería el relleno sanitario e industrial Hidronor Copiulemu, ubicado en la comuna de Florida, a 40 kilómetros del desembarcadero.

Claro que la situación no tiene contento a ninguno de los dos ediles, quienes se resisten a su arribo. "Nos oponemos -a la llegada del barco-, porque tenemos claridad de que la sustancia que ellos traen es peligrosa y sabemos que Hidronor Copiulemu no tiene los permisos para depositar los residuos peligrosos", explica el alcalde de Florida, Jorge Roa.

Su argumento recae en que la firma no tendría los permisos necesarios para recibir residuos de este tipo. Por lo mismo, para este viernes tienen programado presentar un recurso de protección en los tribunales de Concepción.

Su par de Talcahuano también tiene su postura clara. Ya presentaron un recurso de protección para evitar el recale de la nave marítima. "No vamos a escatimar en agotar todos los recursos, medios judiciales y administrativos (...). Su llegada es una bomba de tiempo para Talcahuano", advirtió en días anteriores el alcalde Henry Campos.

Los pescadores de la zona lo apoyan: "Tenemos en el Golfo de Arauco la cuna de los pececillos pelágicos, en este caso la sardina y la anchoa, y poner en riesgo esta fuente laboral, que es una de las principales en la Octava Región, no es prudente", dice Hernán Cortés, presidente de la Fenaspar.

Consecuencias

Propagación de gases, explosiones y derrames de contenido altamente tóxico en el mar son algunas de las consecuencias que podrían darse si algo falla en el traslado de la carga del Seikongen hasta Florida. Jadille Jadille Mussa, ecóloga, paisajista y experta en medioambiente de la U. Central, advierte que la zona donde se pretenden dejar los residuos ya ha sido muy intervenida. "Los peces descompuestos expulsan gas metano, ácido sulfhídrico, todos estos pueden ser mortales para un ser humano de ser inhalados", apunta.

A su juicio, no existen opciones no contaminantes, sino que solo "hay algunas menos malas". Una de ellas sería incinerar los salmones o lanzarlos en un contenedor al mar, claro que ambas opciones tienen riesgos: "Si se incinera, los gases expulsados van a dañar la capa de ozono, y si el contenedor se abriera, podría causar un daño muy grande al fondo marítimo y a las especies que habitan allí".

Mauricio Ceballos, vocero de océanos de Greenpeace, advierte que la faena se intentará realizar en un lugar altamente poblado y que no cuenta con la infraestructura necesaria. "No se sabe si las condiciones del vertedero son las adecuadas para depositar este material".