"Fue bien impactante el minuto en que me enteré de esto. Yo no sé si es tan inesperada la noticia, creo que alguna vez escuché que se estaba evaluando una posibilidad así, pero igual no me lo esperaba en este momento. No sabía cómo iba a ser, ni cuándo".
¿Se lo merecía…?
"¿Karadima? Me parece que sí. Atendiendo al dolor que han expresado las víctimas y el daño que ha provocado en la vida de tantas personas, creo que es justa la decisión canónica del Papa".
El sacerdote Sergio Cobo, actual párroco de la Inmaculada Concepción, en Vitacura, es directo. Sin rodeos ni edulcorantes. Y su opinión tiene cercanía con el tema. Mucha, de hecho. Él es víctima de Fernando Karadima y formó parte del grupo de sacerdotes que a principios de junio pasado fue invitado por el Papa Francisco al Vaticano, en el marco de la investigación que se lleva adelante por el caso Barros y por los crímenes cometidos por el expárroco de El Bosque, ya expulsado del sacerdocio. Aquí va su análisis de lo ocurrido.
"La verdad es que comenzar a juzgar de merecer o no merecer me parece impropio. Lo que sí le puedo decir es que la decisión del Papa es muy sanadora para muchas personas, que no comprendían cómo Fernando Karadima seguía siendo sacerdote después de los delitos que había cometido. Veo que tiene sabiduría lo que ha hecho el Santo Padre. Muchas personas me decían que era necesaria una medida así para reflejar la gravedad de los delitos y del sufrimiento provocado".
¿En eso se incluye usted, que no entendía cómo él podía seguir siendo sacerdote?
La verdad es que no me lo preguntaba tanto. Sinceramente, no esperaba que esto sucediera. Pero me ha llamado mucho la atención la reacción de la gente, entonces me doy cuenta de que es correcto. A mí me parecía que una condena de días de oración y penitencia, entendiendo que eso le cortaba los vínculos con toda la gente de alrededor, era una sentencia dura. Pero lo que ahora pasó con Karadima es sanador y muy reparador.
Y para la crisis que vive la Iglesia chilena, ¿es un signo sanador o es una muestra más de lo profundo que es el problema?
Creo que ambas cosas. Esto nos hace ver que la Iglesia está comprendiendo que lo ocurrido es más grave y más profundo de lo que en un principio se pensó. Por eso se cambió la condena. Y sí me parece sanador, porque en el fondo da signos de que se va a tomar el tema más en serio. Y digo que se va a tomar, porque todavía nos falta, estamos en proceso.
¿Ustedes, en junio, le pidieron al Papa este castigo específico o no se tocó el tema?
Yo, personalmente, no toqué este tema con el Santo Padre y no sé si alguien se lo pidió.
A su juicio, ¿esta es una señal que está enviando el Papa, de que se va a ser más inflexible con los abusos, o es un caso especial?
No, yo pienso que esto está marcando una tendencia, en realidad es el tercer sacerdote que tiene la misma pena de lo que yo recuerdo, así que esto no es un caso aislado. Pero creo que es una tendencia que va a seguir. Hay que recordar las palabras de Juan Pablo II y que repitió el Papa Benedicto XVI, respecto de que no hay lugar en el sacerdocio para personas que abusan de menores.
Pero parece que hubo lugar, durante varias décadas...
No, es que estamos hablando del 2000 en adelante, cuando se dijo esa frase. En el fondo, esto también es un signo de que se está tomando más en serio esa frase del Papa Juan Pablo II.
¿Que le parece el manual de trato a menores del arzobispado, que después decidieron bajar?
Es importante socializarlo, para que si alguien está en riesgo de ser víctima, tenga presente que hay conductas que no se pueden tolerar. Esa es la importancia de poner esto sobre la mesa, porque el abuso se da en ambientes de confianza (...). Anula muchas veces la capacidad de discernir del que está siendo víctima y para eso me parece que es importante decir las cosas por su nombre.