"El tema no es solo que hubo abusos, sino que se trataron mal. Una manera muy inadecuada, lenta y en la que a veces se cuidó más a la institución que a la víctima". Así define Sergio Pérez de Arce (55) el manejo de las denuncias de abusos por parte del clero chileno. El sacerdote de los Sagrados Corazones y desde septiembre pasado nombrado por el Papa Francisco administrador apostólico de Chillán, ha sido provincial de su congregación, presidente de la Conferencia de Religiosos y Religiosas de Chile (Conferre) y miembro del Consejo Nacional de prevención de abusos de la Conferencia Episcopal (Cech). En medio de la cumbre convocada por el Pontífice sobre la protección a menores en la Iglesia, que hoy culmina en el Vaticano, el religioso conversó con La Tercera sobre el actual contexto eclesial.
¿Qué debería ocurrir para considerar que la cumbre fue un éxito?
Diría que la firme decisión que todas las conferencias episcopales tengan estructuras indispensables o básicas para acoger denuncias y para tratarlas adecuadamente, buscando la justicia para las víctimas que esperan una respuesta de la Iglesia. Después, debería surgir tolerancia cero, de manera que no cupiera duda ante un abuso de un menor que la reacción de la Iglesia va a ser dimitir al sacerdote. Otro tema es que los procesos sean ágiles, rápidos, de manera que las víctimas tengan una respuesta pronto a sus demandas.
¿Qué va a cambiar en Chile tras esta cumbre?
El problema de los abusos es amplio en la Iglesia, grave, extendido, pero existe un compromiso del Papa y la Iglesia de enfrentarlo con mayor prontitud y decisión. Esto es parte de un proceso y en Chile este encuentro nos va a empujar todavía más con las orientaciones que allí salgan.
¿Con qué realidad se encontró en Chillán?
Con una situación de tensión y conflicto, que tenía que ver con varios casos de sacerdotes acusados y con una situación que afectaba al mismo obispo (Carlos) Pellegrin. La falta de diálogo entre la autoridad y los grupos de laicos que lo cuestionaban hacía el ambiente difícil. Mi tarea ha sido provocar un ambiente de diálogo, de encuentro, de entrevistarme con mucha gente e ir creando las condiciones para que se produzca mayor comunión y participación.
¿Existe un catastro de las denuncias que se están tramitando?
En los últimos cinco años en la diócesis ha habido nueve casos, más uno antiguo que también ha tenido repercusiones. Varios ya han sido sancionados, pero hay cinco que todavía están a la espera de que llegue una resolución de Roma.
¿Qué estructuras a nivel local cree que posibilitaron que ocurrieran estos hechos?
Hay un clericalismo fuerte en Chile y una Iglesia muy conservadora, que le da mucho poder al sacerdote. Ante este endiosamiento y reverencia no se establecieron suficientes controles, tanto de la autoridad como de la misma gente. Hoy nos damos cuenta de que esa ingenuidad hacia algunos sacerdotes hizo que no hubiera una detección adecuada.
¿Qué errores ha cometido el clero chileno al tratar estos casos?
Como dice el Papa Francisco, hubo una cultura del encubrimiento: se naturalizó una forma de funcionar cuando había una denuncia. Ese fue un error, en el cual caímos en Chile y en el mundo entero. Hemos aprendido a partir de los porrazos y de la exigencia de la misma sociedad.
¿Se les ha informado de la reunión que tuvo en enero el comité permanente del Episcopado con el Papa en Roma?
El presidente de la Cech envió una carta a todos los obispos y administradores con informaciones generales de las reuniones que habían tenido, los temas tratados y que el detalle lo iban a transmitir en la asamblea plenaria de abril, incluida la conversación que tuvieron con el Papa.
¿Se debería cambiar el comité permanente de la Cech?
En la reunión pasada todos le pedimos al obispo (Santiago) Silva que siguiera, porque someter la conferencia a otro cambio de directiva veíamos que no era oportuno. Por lo demás, y eso lo digo yo, tampoco es fácil poner a otro. A cualquiera, en el contexto que hemos estado, se le cuestiona.
Trascendió que en la última asamblea plenaria usted interpeló al resto de los obispos a "terminar con los eufemismos"...
Me expresé con mucha libertad, pero en ningún caso hice un emplazamiento. En los temas que conversamos di mis opiniones, que no necesariamente tienen que ser iguales a las de los demás. Cada uno aporta sus sensibilidades y juntos tenemos que enfrentar los temas.
Obispo Ramos: "Es un fenómeno espantoso"
Desde la cumbre para combatir los abusos en la Iglesia, el representante chileno y secretario general de la Conferencia Episcopal, Fernando Ramos, señaló ayer a Vatican News que "cuando se comete un abuso sexual a un menor de edad no sólo es pecado, sino que es un delito grave", tanto en el ámbito canónico como civil. Añadió que para recuperar la confianza de los fieles se debe involucrar a los laicos, y respecto de las víctimas de abusos, con ocasión de este encuentro afirmó que se reunió con seis de ellas: "Fueron encuentros largos en los que quedé muy impactado (...) Esto es un fenómeno espantoso", dijo.