Hace casi 80 años, Alberto Hurtado, en ese entonces sacerdote, hoy santo, formuló una pregunta con mucho de ironía: ¿Es Chile un país católico?, se titula su libro de 1941, donde en realidad apuntaba a conceptos, valores y conductas, más que a cifras. Era en verdad una denuncia social ante la falta de coherencia de la mayoría. No una duda.
Entonces, invitó a mirar la verdadera cara del país, a su juicio llena de miseria, injusticias, falta de educación y viviendas indignas, entre muchas otras carencias. Y pidió replantearse el rol que les cabía a los católicos, o a quienes decían serlo.
La misma pregunta podría formularse hoy, pero mucho más literalmente. Inquirir si Chile es un país católico cabe perfectamente dentro de la pura y dura estadística. No se trata de si el comportamiento de la feligresía es correcto o no, ni de si la gente vive acorde al Evangelio, sino de si los católicos son realmente la religión que prima, lo que la mayoría cree. Algo que en la época de Hurtado se daba por sentado.
“Nosotros, los chilenos, estábamos acostumbrados a que el catolicismo fuera la religión mayoritaria, e incluso abrumadoramente mayoritaria. Chile siempre fue eso, un país de una religión mayoritaria. Y hace ya un tiempo que se rompió esa unanimidad religiosa y comenzó a aflorar el mundo evangélico pentecostal y el mundo de los agnósticos, de los sin religión”, plantea Eduardo Valenzuela, decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Católica y miembro del directorio de la Encuesta Bicentenario UC.
En el curso de los últimos 20 años ya no es cuestión de que se haya roto la unanimidad, sino que la mayoría católica dejó de ser eso, la mayoría del país.
Eduardo Valenzuela, decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Católica
El tema que subyace a ese fenómeno es plantearse si Chile debería dejar de ser considerado un “país católico”, como evidentemente lo era antaño.
Del 70 al 45
La Encuesta Bicentenario UC se hace desde 2006. Y su capítulo de religión es claro. En aquel año, el 70% de los encuestados se reconocía como profesante de la religión católica.
En 2019, en cambio, la última versión del estudio (este
año no se efectuó en lo relativo a religión producto de la crisis sanitaria) los católicos eran el 45%.
Otro detalle. El mundo evangélico siempre osciló entre el 14% y el 18%, pero quienes no profesan ninguna religión o derechamente se declaran ateos pasaron del 12% en 2006 al 32% en 2019. Es decir, el mundo no creyente se duplicó.
Según la misma encuesta, considerada uno de los parámetros más fidedignos respecto de esta área, el catolicismo se centra principalmente en mujeres entre los 35 y 55 años o más, de los estratos socioeconómicos medio y bajo.
Y un dato no menor. En 2006, en el grupo ABC1, el 71% se declaraba católico. En 2019, en cambio, allí el indicador bajó al 26%, mientras que los ateos/agnósticos/ninguna anotaron un abrumador 63%.
Por contrapartida, o tal vez no tanto, en la última versión del sondeo el 76% de los consultados aseguró creer en Dios.
La Encuesta CEP sobre religión da cuenta de un fenómeno similar. Según ella, en 1998 los católicos eran el 73% del país y los evangélicos el 14%. Veinte años después, en 2018 aquellos índices cambiaron. Los católicos se anotaron el 55% de las preferencias y los evangélicos el 16%.
Para el decano Valenzuela, “lo fundamental es que este proceso está provocado por un cambio generacional. Son los jóvenes, las nuevas generaciones, quienes son inmediatamente menos católicos que antes. Si uno estudia la composición de filiación de las personas entre 18 y 34 años observa que hay más jóvenes sin religión que jóvenes católicos”.
También acota que cuando el fenómeno es generacional se debe esperar, de cara al futuro, que eso se consolide y se profundice.
Hay un cambio cultural hacia la secularización, lo que han vivido otros países, especialmente en Europa, que hace que la proporción que de personas que se identifican con una religión decline abruptamente.
En medio de este escenario, se dio también la crisis de la Iglesia Católica respecto de los abusos sexuales a menores. En el caso chileno, particularmente en los últimos 10 años, desde el Caso Karadima hasta ahora, ha habido un fuerte cuestionamiento al rol del clero en esos delitos, como participante y encubridor.
El propio Para Francisco criticó la labor de los obispos chilenos, quienes, en un gesto inédito, en 2018 renunciaron. Más tarde, el Pontífice fue aceptando algunas renuncias e instalando administradores apostólicos en varias sedes.
A juicio de Valenzuela, sin embargo, las denuncias de abusos no son el principal gatillante de la baja del catolicismo, “aunque es posible que este proceso se haya acelerado por la crisis de la Iglesia Católica”.
Creencia en Dios
Como ya se mencionó, un indicador de la Encuesta UC Bicentenario, que pareciera ir en contra de este proceso de secularización, es que el 76% de los encuestados cree que existe Dios (en 2006 era el 94%). Pero otro indicador igualmente poderoso son los ingresos de la Iglesia, cómo la feligresía le responde y la apoya.
En el periodo anterior, de 2018, los ingresos fueron $11.648 millones, de los cuales el 27% provino de la campaña de 1%. Y en 2017, $ 11.074 millones.
¿Podría hablarse de un menor catolicismo si las personas continúan aportando dinero?
El secretario general de la Conferencia Episcopal de Chile (Cech) y arzobispo de Puerto Montt, Fernando Ramos, señaló que “en medio de amplios procesos de secularización, que conllevan también un mayor individualismo, el fenómeno religioso en general pierde relevancia en la cultura”.
Por una parte, se le tiende a desplazar desde el espacio público al ámbito privado; y por otra, las religiones en particular, y los valores humanistas en general, no son bienvenidos en sociedades dominadas por corrientes individualistas y materialistas. Esto se advierte por ejemplo en algunos valores tales como el amor al prójimo, la solidaridad, el respeto a los derechos humanos, el cuidado del planeta y la práctica religiosa.
Fernando Ramos, secretario general de la Conferencia Episcopal de Chile (Cech) y arzobispo de Puerto Montt.
Y le puso distancia a los números de las encuestas. “En general, las encuestas, dan cuenta que ha crecido el grupo de chilenos que declaran no ser creyentes, agnósticos o ateos, y en esa baja el impacto en los católicos es relevante. También ha influido ciertamente la crisis de confianza a consecuencia de los abusos sexuales cometidos por clérigos y consagrados”, dijo.
Pero añadió que “las encuestas, como el caso de la UC-Bicentenario, no logran describir con mayor profundidad los tipos de experiencias religiosas y la intensidad de las mismas dentro de las tradiciones religiosas más frecuentes en nuestro país, ni tampoco entre qué tipo de creyentes han llegado a confesarse agnósticos o ateos”.
Visita del Papa
Un indicador importantísimo dentro de este análisis deriva de lo ocurrido en enero de 2018, cuando el Papa Francisco visitó Chile, en una gira de tres días.
De acuerdo al informe oficial posterior, 900 mil personas presenciaron su recorrido y otras 750 mil asistieron a los encuentros que realizó en Santiago, Temuco e Iquique. Sin embargo, la opinión casi unánime fue que la asistencia fue baja, mucho menor a la esperada.
En cambio, hay fiestas religiosas y procesiones, como las de Semana Santa y del Día de la Inmaculada Concepción, que continúan teniendo convocatorias muy masivas, de norte a sur.
¿Cuál es el verdadero Chile respecto del catolicismo?
El obispo Fernando Ramos, de la Cech, estima que “la práctica religiosa y las expresiones de fe, particulares y comunitarias, se siguen manifestando con fuerza, especialmente vinculadas a momentos fundamentales de la vida de las personas o a fiestas religiosas”.
A su juicio, “descontado el tiempo excepcional de pandemia, no se percibe una baja en la participación de los fieles en las celebraciones litúrgicas, y las devociones particulares de piedad popular siguen convocando una cantidad importante de gente. La actividad comunitaria probablemente no se concentra como antes exclusivamente en la parroquia, sino que se amplía a comunidades educativas, movimientos y comunidades de vida que se encuentran en sus casas”.
Respecto de si Chile es un país católico, el prelado expresa: “Es una pregunta que ya fue planteada por San Alberto Hurtado hace más de medio siglo. La respuesta dependerá de lo que entendamos por ‘católico’. Lo que sí es claro es que, en un proceso de cambio desde un catolicismo cultural a un catolicismo personal, los que se definen como católicos ahora son porcentualmente menos de los que se proclamaban como tales en décadas anteriores, aunque ahora el católico tiende a presentar un grado de convicción y compromiso mayor que en el pasado”.
Asistencia a misa
Por el contrario, el decano de Ciencias Sociales de la UC, Eduardo Valenzuela, discrepa del comportamiento de los fieles. “La nueva generación despierta al mundo con un catolicismo trizado y adhiere menos. Los indicadores de compromiso y actividad religiosa en el grupo que permanece católica también se ha deteriorado, por ejemplo, la asistencia a la iglesia. No se desafilia, sino que se desactiva”, sostiene.
No obstante, también oxigena otra parte de la ecuación. “Nosotros venimos de 500 años de catolicismo y esa cultura sigue permeando a nuestra sociedad, independiente de que haya o no católicos. La cultura chilena fue formada desde el catolicismo y eso va a perdurar mucho tiempo. Es otra dimensión del fenómeno religioso, que no es la permanencia ni asistencia, sino la capacidad de las religiones de definir la cultura de una sociedad”.