Fue el 12 de octubre de 2017 cuando 66 refugiados provenientes de Siria llegaron al país. Desde su arribo que ha existido la inquietud de cómo ha sido su proceso de adaptación. El director de la Beneficencia Siria, Adolfo Numi, explica que hay algunos que han amenazado con abandonar el país, mientras que otros han aprendido el idioma y conseguido trabajo.

Adolfo Numi, que ha seguido de cerca el proceso, analiza cómo se ha llevado a cabo el actual programa de asentamiento y propone un nuevo modelo para los futuros refugiados que lleguen al país.

-¿Cómo ha visto el proceso de adaptación de los refugiados sirios en Chile?

-La pregunta no es fácil porque, si uno responde apresuradamente a la luz de las protestas que han hecho ellos en dos oportunidades, reclamando mejoras al programa, podríamos decir que el programa fracasó. Pero eso es una mirada muy parcial, miope, porque lo que ocurre con ellos en estos momentos es normal. Los procesos de integración de refugiados en programas como este son muy complejos y lentos. Ahora, desde la perspectiva de si logramos rescatar a estas personas sirias desde El Líbano hacia Chile, esa sola operación es un triunfo.

-¿El proceso que atraviesan está dentro de lo esperable?

-Exacto. Ahora tenemos que analizar el programa de asentamiento que merece una crítica como todo: la forma en cómo se llevaron a cabo los procesos, la selección de las personas, los recursos que se le inyectó al programa, la forma de organización, porque son procedimientos humanos absolutamente mejorables. En mi opinión, este tipo de programas debería ser cambiado a uno de patrocinio privado-mixto, similar al que se emplea en Canadá.

-¿En qué consiste ese modelo?

-Es una idea concreta que tenemos como Sociedad de Beneficencia y que estamos promoviendo junto con otras organizaciones, como Chile Incluye. Consiste en que los refugiados que lleguen a Chile sean patrocinados por alguna familia o entidad chilena que les brinde el apoyo inicial, obtener permisos para que ellos vengan al país a través de una visa humanitaria y que el proceso no se le entregue en su integridad a un organismo en particular, sino que se puedan dividir las distintas áreas o aspectos de lo que necesita un refugiado para poder integrarse en distintas instituciones, donde participe el mundo privado. De esa manera, dividimos las responsabilidades y las especializamos en organismos. La gran labor ahí es de coordinación. Esa es una idea que debiera plantearse o discutirse como un modelo moderno en el cual el mundo privado asume mayores responsabilidades y así no le entregamos todo el costo del programa al Estado. Además, podemos enganchar al mundo privado con lo que es la Responsabilidad Social Empresarial. Incluso podríamos tratar de buscar algún tipo de beneficio tributario.

-¿Este tipo de propuesta está pensando en una nueva llegada de grupo de refugiados?

-Yo esperaría que los futuros ingresos de refugiados con ayuda humanitaria estén enfocados en otra manera, en el sentido que se enfoquen en otros actores del mundo privado. Hay un rol y responsabilidad social que deben cumplir. Pero para eso es necesario discutir esto, generar los consensos, que los probables actores acepten estas reglas del juego y manifiesten interés en participar. Porque podemos diseñar un programa hermoso con grandes principios y muy buenas directrices, pero sin financiamiento.

-¿De quién depende presentar este nuevo modelo que propone?

-Esto primero es un consenso que se está desarrollando entre las distintas organizaciones que participan del trabajo de refugiados e inmigrantes. Ya estamos pensando en nuevas ideas y cuando digo que estamos pensando no solo me refiero a la Sociedad de Beneficencia, sino al conjunto de actores que intervienen en esto, como la ACNUR, el mismo gobierno piensa sobre qué es lo que debe hacer en el departamento de refugio, la Iglesia a través de la Vicaría, las ONG's y la plataforma Chile Incluye. La idea es que no solo sirva para el refugiado sirio de este conflicto, sino que sea un programa o línea de política estatal que permita ayudar a todos los pueblos que sufran problemas que hagan necesario el refugio.

-¿Ha estado en contacto con los refugiados?

-Sí, he estado en contacto con ellos desde que llegaron, pero ha sido con la distancia que impone el programa de reasentamiento porque, como saben, el programa es ejecutado por una agencia implementadora que es la Vacía Pastoral Social Cáritas y son ellos los que tienen el control del día a día. Sin perjuicio de ello, nuestra colectividad decidió apoyar este programa desde un principio y realizamos distintas actividades con ellos, principalmente enfocadas hacia la integración. Pero hay que entender que hay que dejarlos a ellos solos en algún momento y este carácter asistencial que uno tiene, debe dejarse a un lado porque para que los procesos de integración funcionen correctamente. Son las personas las que tienen que empezar a desarrollar las habilidades necesarias para subsistir y mantenerse en Chile.

-¿Se han sentido cómodos en el país?

-Como grupo en relación al total no podría responderte, porque hay distintas experiencias. Hay familias que se han podido integrar de buena manera y están muy cómodas, no han manifestado grandes requerimientos o quejas, han podido conseguir trabajo, están produciendo sus propios ingresos, están recibiendo la ayuda del estado y de ACNUR. Hay otro grupo que efectivamente manifestar mayores demandas y problemas de salud.

-¿Qué demanda el segundo grupo?

-Mejoras económicas en su programa y ampliar los plazos de protección social que da, el cual dura un año para lo que es el arriendo y el programa dura dos años. Y esas dificultades en el tiempo que ellos reciben gratuidad de la casa depende de la integración, porque si Ud. no ha conseguido trabajo, no sabe bien el idioma, no ha podido integrarse, no le gusta el país y se va acabar el subsidio en un par de meses, te sientes estresado. Es ahí donde nosotros ponemos una voz de alerta porque es muy complejo resolver este tema. Entonces cuando hay una demanda de este tipo, hay que tener mucho cuidado en cómo se responde a ella.

-¿Los que se han adaptado de mejor manera han podido conseguir trabajo?

-Los que se han podido integrar han tenido ofertas de trabajos y otras rechazadas. Falta de trabajo no ha habido, quizás lo que faltan son los que ellos esperaban en cuanto al tipo y remuneración. Las personas del grupo que están protestando han tenido ofertas no menores para lo que es el mercado chileno y no han aceptado. Entonces ahí tenemos otro problema que tiene que ver con la integración, expectativas y cuánto de esfuerzo individual quiero invertir en mi proceso. La exigencia que le impone el mercado laboral chileno a ellos es difícil: hombres y mujeres deben salir a trabajar. Ese esfuerzo matrimonial en una sociedad donde ellas se quedan en casa al cuidado de los hijos y realizando labores domésticas, deben cambiar acá. Es muy difícil, yo no quiero parecer crítico con ellos porque no quiero decir que no están poniendo de su parte, estoy tratando de entender las dificultades que han presentado y me las explico por distintos factores, pero también hay ambientales y culturales de nuestro país que pueden generarles problemas a ellos.

-¿Han podido chilenizarse?

-Lo van haciendo. Hay algunos que les gustan mucho las sopaipillas, integran los hábitos de la comida chatarra, otros ya son hinchas de Colo Colo, van celebrando nuestras fiestas como el 18 de septiembre y la navidad. Los chilenismos están a la luz del día. Ellos han aprendido más chileno que español.

-¿Sabe de alguna familia que se haya ido del país?

-Hay familias que están en protestas que han presentado como amenaza que se quieren ir, pero de ahí que hayan hecho reales esfuerzos en ir en esa dirección no, es producto del estrés e incertidumbre. Mientras la seguridad retorne a la región, veo muy difícil que ellos puedan pensar en ir a Siria por ahora.

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