Parecen algo revueltas las cosas en la Iglesia Católica chilena. Al menos en su jerarquía. En tres meses, el Papa Francisco pasó de apoyar a rajatabla al obispo de Osorno, Juan Barros, y decir que los testimonios en su contra eran "calumnias", a pedir perdón a las víctimas de Karadima, invitarlas al Vaticano y citar también a todos los obispos de la Conferencia Episcopal para comunicarles sus conclusiones. Algunos ven tintes de epitafio eclesial en ese horizonte.

En el país, al menos en sus intervenciones públicas, los tres obispos apuntados como cercanos al expárroco de El Bosque (Barros, Tomislav Koljatic y Horacio Valenzuela) no se han dado por aludidos, mientras que ayer, en Santiago, el cardenal arzobispo Ricardo Ezzati sorprendió diciendo que lo mejor sería un paso al costado del prelado de Osorno, "por el bien del pueblo de Dios".

El escenario es atípico. Así lo analiza también el sacerdote jesuita Tony Mifsud, doctor en Teología Moral y director de la revista Mensaje, quien de todos modos subdivide el concepto crisis de la Iglesia: "Para un católico, la Iglesia es todo el pueblo de Dios. Si yo lo pienso así, hay comunidades activas, movimientos, el mismo episodio de Osorno muestra un laicado protagonista y comprometido. Obviamente, a nivel de estructura y de liderazgo estamos en una crisis".

¿El problema es de los obispos?

Sí, pero no hay que reducirlo todo a eso. Ellos reconocen errores, como el no haber sabido escuchar, eso está mal y nos toca a todos. Pero no basta cambiarlos (a los obispos). Hay que ir más profundo.

Entonces, ¿se requiere una nueva generación de obispos?

Lo importante no es la generación, sino la mentalidad. Necesitamos pastores que hablen y entiendan los problemas reales del mundo.

Varios prelados han dicho que van a ir a "dialogar" con el Papa. Queda la sensación de que no tomaron la carta como un cuestionamiento...

Creo que como Iglesia, y eso incluye a sacerdotes y obispos, tenemos la necesidad de aprender a escuchar sin juicios previos. Es muy importante lo que dice el otro. A mí me impresionó que el Papa tuviera que hablar muy fuerte para decir oye, estás en crisis. Eso es lo que vivimos. La carta del Papa removió a toda la Iglesia chilena, también a los obispos.

A su juicio, ¿las denuncias hablan de pecados o de delitos?

Para los católicos, la palabra pecado es muy fuerte, pero lo mejor es usar conceptos claros. Aquí estamos hablando de posibles delitos. Uno puede ser cura u obispo, pero es ciudadano, y si hay alguna culpabilidad tiene que responder ante la justicia.

Todos los obispos llegarán a Roma. ¿No debería haber renuncias antes?

Ahí tengo un deseo. Si la carta del Papa hubiera pasado en cualquier empresa o entidad, los responsables ponen su cargo a disposición y dejan de ejercer. Al menos momentáneamente. Aquí lo ideal es que aquellos que dicen mira, pude haberme equivocado, manden la renuncia antes del encuentro en el Vaticano, para que allá sea todo más fácil.

¿Ha visto un cambio en los obispos? En enero estaban todos con Juan Barros y ahora se ve algo diferente.

Sí, es verdad. No sé qué pasa, pero hubo 64 personas que fueron a hablar con el enviado del Papa y luego se ha notado esa diferencia.

La Iglesia se entiende como una institución de principios, convicciones, valores espirituales. Queda la sensación de que el Papa dice una cosa y se cuadran todos con eso. Pero luego cambia de opinión y el resto igualmente se da vuelta. ¿Eso no resta credibilidad ante la gente?

Se notó mucho eso. Habló el Papa y ya. Como estructura humana de la Iglesia hay que hacer cambios profundos, porque lo que tenemos fue heredado del medioevo. Y este Papa está haciendo cambios en la curia. Creo que hay que pasar de un talante monárquico a un liderazgo participativo. En lo monárquico habla el rey y listo. En la otra forma hay diálogo y autoridad, pero también intercambio de ideas. Y eso es bueno.

¿Los cambios que vienen pueden traer una renovación de mirada en temas valóricos dentro de la Iglesia?

Cuando hay crisis hay dos posibilidades: derrumbarse o verlo como una oportunidad. Yo siento esto último. Ha habido errores y se están aceptando. El mismo cardenal Ricardo Ezzati dijo que debemos aprender de eso. Hay que hacer un cambio de mentalidad. Volver al Evangelio. Jesús era muy respetuoso con todos.

¿Le sorprendieron las recientes palabras del cardenal Ezzati?

La verdad, me sorprendió, pero sabíamos que el cardenal Ezzati había hablado en el Vaticano sobre la no conveniencia de que Barros fuera obispo de Osorno. Ahora el arzobispo fue claro y dijo también otra cosa muy importante. Alguien le mintió al Papa y eso es grave. Se debe saber quién, por qué y qué hay detrás de eso.

El cardenal ha sido criticado. ¿Considera justo ese cuestionamiento?

Creo que no. En el caso Karadima le tocó la sentencia. Asumió después del cardenal Errázuriz. Yo diría que en eso no le cabe tanta crítica. Estamos buscando muchos culpables. Nos equivocamos también con el propio obispo Barros. Muchos dijeron que tenía que renunciar y ya lo había hecho dos veces, y fue el propio Papa quien no se lo aceptó. Hay que tener pruebas antes de señalar con el dedo. Ojalá que salga todo a la luz.

¿Qué responsabilidad les cabe a ustedes, como jesuitas?

También nos hemos equivocado, claramente.

El Papa, que es jesuita, dijo que le faltó información.

Acá se han hecho investigaciones previas y luego los casos han pasado al Vaticano, según los protocolos, pero lo que no hemos hecho a veces es dar a conocer el tema, tomarle el peso. No darse cuenta. Uno conoce la pedofilia por definición y decía no, no puede ser. Y había pruebas.

¿Está hablando de Karadima?

No, de casos que tuvimos nosotros, los jesuitas. Tuvimos y tenemos. Y ahí también hemos aportado negativamente a la Iglesia.