Todas las noches, alrededor de la 1 de la madrugada, la salida nacional e internacional del aeropuerto de Santiago es "tierra de nadie". Uno de los conductores que habitualmente trabaja ahí comenta a modo anónimo que a esa hora nadie fiscaliza los movimientos de los denominados "hacheros", que son quienes vocean servicios de taxis piratas y que a cambio reciben una comisión de los conductores.

El desorden por la poca fiscalización, que recrudece hasta las tres de la madrugada, es el ambiente con el que se encuentra un pasajero nacional o un turista en la principal terminal aéreo del país.

La situación vivida en la madrugada de ayer, cuando un carabinero disparó contra un conductor de Uber que no respetó un control de tránsito, marca un caso extremo, pero que se enmarca dentro la batalla que diariamente viven los pasajeros que llegan al aeropuerto y se ven enfrentados al acoso de taxis formales y transportes piratas.

Al respecto, Branko Karlezi, gerente de asuntos corporativos de la concesionaria Nuevo Pudahuel, señala que la empresa tiene como uno de sus principales objetivos "disminuir al máximo la presencia de transportistas ilegales y captadores de pasajeros".

Pero en los hechos, es algo que aún no se ha logrado controlar. Trabajadores que pasan noche a noche cuentan que existe consumo de drogas y alcohol en el recinto, amparados por la oscuridad. También orinan detrás de los pilares, en el sector de las puertas 4 y 5, que corresponde a la salida internacional.

Karlezi explica que para favorecer la fiscalización permanente dentro y fuera del terminal "inauguramos una nueva salida de arribos internacionales, donde los pasajeros pueden adquirir su transporte terrestre oficial sin el acoso y molestia de los transportistas ilegales".

Sin embargo, admite que "este esfuerzo no es suficiente cuando los aeropuertos son, por ley, de libre tránsito y acceso".

El gerente dice que es fundamental "la coordinación, dotación y fiscalización de Carabineros para disuadir aún más la oferta de servicios ilegales en el aeropuerto".

Por si todo lo anterior fuera poco, hace cuatro años en la terminal aérea y en todo Chile los taxistas han debido enfrentar las nuevas plataformas como Uber, compañía a la que pertenecía el chofer que resultó herido ayer: Rodolfo Muñoz Donoso.

Fiscalización

Para los clientes, los precios de los servicios ligados a las aplicaciones son más convenientes respecto de los otros medios. A modo de ejemplo, un viaje entre el aeropuerto y Santiago Centro tiene una tarifa de $ 13 mil, mientras que el transporte formal varía entre $ 17 mil y $ 20 mil.

En el caso de Uber, la plataforma cuenta con 2,5 millones de usuarios y más de 70 mil socios conductores desde Arica a Punta Arenas. El crecimiento de los viajes con este tipo de servicios y las consiguientes protestas de los taxistas han llevado a que el gobierno haya intensificado los controles desde 2017. Según el registro del Ministerio de Transportes, entre enero y mayo de este año se ha sacado de circulación un total de 1.400 automóviles ligados a esta plataforma, de un total de 2.100 vehículos retirados por ser considerados como "informales".

La cifra equivale a casi 10 vehículos que prestan estos servicios y son retirados de las calles diariamente.

Paula Flores, jefa de fiscalización de la cartera, explicó que las multas van entre cinco y 15 Unidades Tributarias Mensuales (UTM), es decir, hasta $ 713.070.

Además, si se trata de un reincidente en este ilícito, se puede sancionar con un máximo de 20 UTM, o $ 950.760.

A esto se suma el costo de sacar el vehículo requisado desde el corral municipal, arancel que puede llegar a $ 13 mil diariamente, a lo que se suma la grúa que lo debe mover. Y si la persona solo maneja el automóvil, la multa que recibe puede alcanzar los $ 142 mil.

La mitad de los retiros de los automóviles se realiza en el aeropuerto de Pudahuel, desde las terminales de buses y también centros de eventos o estadios cuando hay conciertos. "Los conductores de las plataformas forman grupos por WhatsApp y se avisan para evadir las fiscalizaciones", dice Flores. Pero añade que el efecto de estos controles resulta disuasor, pues muchos de estos trabajadores no vuelven a esos puntos.