"Al terminar esta larga jornada, quiero hacer llegar a todos mis compatriotas un mensaje de fe en Chile y en su gente. En mis encuentros con tantos de ustedes a lo largo y ancho del país, he advertido un gran anhelo generalmente compartido: el de la unidad nacional. Por mi parte, tengo clara conciencia de la tremenda responsabilidad que deberé asumir y de sus dificultades... La tarea es ardua pero hermosa. Hagámosla juntos, se los pido por amor a Chile. Por nuestro común y profundo amor a<em> Chile".</em>
Con este mensaje, Patricio Aylwin cerraba la última emisión de la franja electoral que se televisó con motivo de la elección presidencial de 1989. Era la noche del lunes 11 de diciembre de aquel año -a menos de 72 horas de los comicios- y el líder DC concluía una campaña que lo hizo recorrer varias veces el país con la confianza de que, si no pasaba nada extraño, se convertiría en el primer presidente elegido democráticamente tras 17 años de régimen militar.
"Por la generación que representaba, don Patricio no era muy de encuestas. Lo que sí tenía era el olfato de alguien que llevaba desde el año 46, que fue cuando entra a la Falange, dedicado a la política. Durante la campaña él fue percibiendo que había un gran apoyo. Además, tenía una contraparte, Hernán Büchi, que seguía con sus dudas existenciales, si era o no era, y eso lo debilitó mucho".
De esta forma rememora hoy el historiador Carlos Bascuñán -quien fuera yerno y jefe de gabinete del expresidente- el estado de ánimo con el que llegó Aylwin al 14 de diciembre. Añade un dato más para reflejar la calma del entonces candidato de la Concertación de Partidos por la Democracia: "El gran momento había sido el 5 de octubre de 1988. Después hubo dificultades en la definición de su candidatura, pero una vez nominado, asumió el rol con mucha tranquilidad".
Con ese mismo talante inició la jornada de ese jueves 14. En compañía de sus hijos Miguel y Francisco fue a primera hora a sufragar al local del Liceo Carmela Carvajal, en la comuna de Providencia. Luego, visitó en privado la tumba de sus padres, Miguel Aylwin y Laura Azócar, en San Bernardo. Y más tarde, almorzó en El Peñón, el campo de su prima Teresa Azócar y Juan Dubernet, ubicado en el sector de Las Vizcachas.
"Ahí se bañó en la piscina, jugó ping pong -y por suerte ganó porque perder le ponía de muy mal genio-, durmió su siesta irrenunciable de 15 minutos y como a las 5 de la tarde no perdonó su once, porque también era un tipo que tomaba té todo los días", relata Bascuñán, quien esa tarde lo acompañó en el trayecto desde Las Vizcachas al hotel San Francisco, sede del comando presidencial.
Las primeras señales del triunfo las había recibido cuando aún estaba en la parcela de su prima. "En las Vizcachas empezamos a ver la televisión y ahí ya se hizo una primera proyección. Y sí, le llegó un fax, me parece que firmado por Jorge Rodríguez, miembro del equipo de conteo paralelo que lideraba Sergio Molina, en que le dice, 'tranquilo, ganamos'".
Una vez en el hotel, Aylwin estuvo con sus hijos y los principales dirigentes de la campaña. Eran cerca de las siete de la tarde y los informes de radio y televisión ya sentenciaban la victoria de Aylwin. Tras recibir la confirmación de la victoria, con más del 55% de los votos, llegaron al hotel a felicitarlo sus dos contendores; primero, Francisco Javier Errázuriz, y luego, Hernán Büchi. Más tarde, desde un balcón, Aylwin señaló sus primeras palabras como Presidente electo.
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Patricio Aylwin recibió el saludo de Hernán Büchi tras conocerse los resultados.[/caption]
"Quiero en este momento, agradecer a todos los chilenos la madurez cívica con que se ha realizado este proceso. Hoy día, consciente, libre y responsablemente, el pueblo de Chile ha tomado otra vez en sus manos su destino futuro; quiero agradecer a todos los compatriotas que me expresaron su apoyo y que votaron por nosotros, pero también quiero agradecer al resto de los chilenos, a los que fueron nuestros adversarios", dijo esa noche.
Derechos humanos y gabinete
El único pronunciamiento del régimen militar aquella noche fue un llamado del entonces ministro del Interior, Carlos Cáceres. Tres comandantes en jefe lo visitarían la mañana siguiente en su tradicional hogar en calle Arturo Medina, en Providencia. El único que no asistiría sería Augusto Pinochet, con quien recién se reunió en La Moneda varios días después de la elección.
Para ese entonces, Aylwin tenía claro que uno de sus principales desafíos iba a ser hacer frente a la problemática de derechos humanos derivada del actuar de los uniformados. "Para él, el tema de esclarecer lo que había pasado, de buscar la verdad, de hacerles recuperar el honor a todos los parientes de detenidos desaparecidos, de torturados, que supieran lo que realmente había pasado. Ahí había todo un problema legal con las amnistías, y con (José) Zalaquett, idearon este sistema de la comisión Verdad y Reconciliación", relata Bascuñán, que subraya que el expresidente "no tuvo unanimidad de parte de la gente que lo rodeaba respecto a la conveniencia o inconveniencia de hacerla porque era muy arriesgado, no había una situación de normalidad".
Otra certeza que tenía incluso antes de ser elegido sería la conformación de su comité político: Enrique Krauss, en Interior; Edgardo Boenninger, en la Segpres, y Enrique Correa, en la vocería de gobierno. Sobre el resto del gabinete tenía más dudas.
"Recibió por parte de los partidos sugerencias para cargos técnicos, pero ahí acuérdate que hubo algunos casos que lo sorprendieron. La derrota de Ricardo Lagos como candidato a senador con el famoso binominal, que fue el mismo caso de Juan Hamilton y Adolfo Zaldívar, que eran tres candidatos que sacaron una mayoría altísima pero que fueron derrotados por el sistema electoral, complicaron la conformación del gabinete", puntualiza Bascuñán, quien profundiza en el caso de Lagos.
"Al principio, Lagos le dijo a don Patricio que no quería entrar al gabinete. Pero tuvieron una larga conversación en Algarrobo, en la playa, caminando, donde don Patricio le dice que no, que tiene que ser ministro. Ahí se ponen de acuerdo y Lagos acepta. Además que Lagos tenía una doble facultad por llamarla de alguna manera, que iba a ser ministro y presidente de partido, porque era presidente del PPD", sentencia.
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Al día siguiente se realizó una masiva manifestación de celebración del triunfo.[/caption]
La economía y la crisis
El historiador también pondera la mirada de Aylwin respecto al modelo económico que se heredaba del gobierno militar. "No teníamos un modelo alternativo, el programa no daba como para un modelo alternativo, no se había desarrollado. Lo que sí él venía de una generación para quien el rol del Estado era muy importante en términos de ser una suerte de árbitro que regulara esta selva, digamos, del neoliberalismo, del capitalismo desenfrenado en el cual se generaban mil injusticias", afirma.
"Él dijo que el mercado es cruel. Sin ser estatista, sí creía que el rol del Estado tenía que ser mucho más activo, y yo creo que eso fue lo que él trató durante todo su gobierno, de tratar de ir cambiando y de ir poniendo un sistema más justo y más humano", añade Bascuñán, quien esboza la impresión que hubiera generado en Aylwin la crisis social que ha vivido el país en los últimos dos meses.
"(Estaría) con una angustia y una preocupación tremenda y yo creo que también con un, esto es personal, digamos, con un sentimiento de frustración en el sentido de que los ideales que nos movieron a todos y a la Concertación, y después a los sucesores de la Concertación, no lograron generar una mayor justicia social... Una sensación de rabia de que lo que se negó a hacer por treinta años hoy día lo hemos podido hacer casi en 48 horas, donde se han hecho una cantidad de reformas por las cuales estuvo peleando por muchos años. No podemos olvidar que hasta un mes y medio atrás la reforma tributaria consideraba devolverles impuestos a ciertos empresarios y que eso hoy día se borró y afortunadamente se ha tomado otra actitud respecto a cómo enfocar la crisis social que estamos viviendo, el desafío es ver cómo salimos de esto y bajo qué liderazgos", finaliza.