Las ayudas técnicas, como son los lectores de pantalla de computadores o teléfonos móviles, bastones y audífonos, entre otros, son elementos vitales para que las personas con discapacidad recuperen parte de su funcionalidad y, sobre todo, puedan hacer su vida de forma más independiente y autónoma.
En Chile su financiamiento y administración está a cargo del Servicio Nacional de la Discapacidad, organismo que las asigna de acuerdo al grado de discapacidad de la persona y a su nivel socioeconómico.
"En Chile se está haciendo una buena labor por fomentar el uso de estas tecnologías, fijando mayores montos para su adquisición y mejorando los criterios para su asignación. Sin embargo, tenemos una deuda importante con promover el emprendimiento local de altas tecnologías universal, lo cual permitiría contar con mayor variedad de modelos y, por tanto, con una mejor oferta y precios para el usuario"", explica Carlos Acevedo, Encargado de Proyectos de Fundación Ronda e instructor en tiflotecnología.
El experto comenta cómo la actual dependencia de Chile a la importación de altas tecnologías no solo eleva el costo de las mismas, sino que implica una demora en los plazos de entrega que, en muchos casos, impide que la persona con discapacidad cuente con su dispositivo hasta muchos meses después, afectando directamente su proceso de inclusión social. En ese contexto, explica que una alternativa podría ser ampliar y mejorar el acceso a tecnologías de uso gratuito.
"El desafío está en mirar la promoción y el uso de las tecnologías universales desde una perspectiva integral, que pasa por desarrollar un mercado interno que sea competitivo; incentivar las creaciones y la producción de tecnologías al interior de las universidades y también contemplar una capacitación al usuario en su uso, ya que hoy eso es inexistente y termina mermando la efectividad de la inversión y las posibilidades de las personas que lo necesitan", concluyó.