"Para colaborar 'en el discernimiento de las medidas que a corto, medio y largo plazo, deberán ser adoptadas para restablecer la comunión eclesial en Chile, con el objetivo de reparar en lo posible el escándalo y restablecer la justicia'. Con humildad y esperanza acudimos al llamado".

Así, recordando al pie de la letra una frase de la carta que el Papa les envió el pasado 8 de abril, los obispos de la Conferencia Episcopal de Chile (Cech), a través de un comunicado, expresaron el ánimo con el que se presentarán, entre los próximos 14 y 17 de mayo, ante el Pontífice.

"Reiteramos nuestra unión con el Papa Francisco, en el dolor y vergüenza expresado frente a los delitos cometidos contra menores y adultos en ambientes eclesiales. Reconocemos que, a pesar de las acciones realizadas estos años por la Iglesia, no siempre se ha logrado sanar las heridas de los abusos, las que siguen siendo una llaga abierta", se añadió en el documento.

Así, mientras la primera avanzada de obispos partía al Vaticano, en el vuelo A2689 de la aerolínea Ali Italia, la Cech titulaba su declaración: "Con la esperanza de una fecunda renovación".

Los rostros eran relajados, incluso sonrientes, pero la tensión también se notaba en el ambiente. Incluso por la expectación de prensa. Aquella misiva de abril fue rotunda. Directa. El Papa validó los testimonios de los denunciantes de Karadima, dijo sentir "dolor y vergüenza", lamentó no haber recibido "información veraz y equilibrada", y sugirió poner a la Iglesia chilena en "estado de oración". Ese documento, lleno de crítica y autocrítica, es la génesis del viaje obispal que masivamente se inició este jueves, y que tiene a todos los ojos del mundo puestos sobre la Iglesia criolla. Claramente, no es un paseo.

La reunión, que durará tres días y medio, tendrá como eje central las conclusiones del informe que el arzobispo de Malta, Charles Scicluna, elaboró, por orden papal, respecto de las denuncias sobre eventuales encubrimientos del obispo de Osorno, Juan Barros, en el caso Karadima.

Los 31 miembros de la Conferencia Episcopal que viajan saben a lo que se enfrentan. Una cita en la que el Papa podría introducir modificaciones profundas a la cúpula eclesial chilena.

Alrededor de las 9.00 horas, en el Aeropuerto de Santiago comenzaron a verse los prelados. Varios ya se encuentran en Europa, como los obispos Juan Barros (Osorno), Horacio Valenzuela (Talca) y Tomislav Koljatic (Linares) -los tres más vinculados al ex párroco de El Bosque-, además de Bernardo Bastres (Punta Arenas). Pero la gran mayoría partió este jueves.

Uno de los primeros en aparecer por el sector de conexiones internacionales y en solitario fue el obispo de Iquique, Guillermo Vera, quien dijo a La Tercera que éste "es un momento de diálogo, de escucharnos entre nosotros, de escuchar al Papa y de buscar lo mejor para la Iglesia en Chile".

Vera, quien durante 15 minutos se mantuvo en la fila para el check-in en forma silenciosa, agregó que "es bueno que el Papa nos reúna y quiera conversar. Eso habla de su preocupación por la Iglesia, que debe ser una comunidad de luz y esperanza".

Pocos minutos después, en el mismo sector del terminal aéreo, llegó el obispo de Ancud, Juan María Agurto, quien coincidió con Vera e hizo un mea culpa respecto de cómo los religiosos deben servir al país. "Tanto el Papa Benedicto como el Papa Francisco han recibido a las víctimas de estos hechos. Recordemos que (Francisco) lo hizo acá también en Chile, así que de todo el planteamiento que el Papa ha recogido lo escucharemos y juntos discerniremos como pastores sobre cómo tenemos que seguir caminando".

De forma paralela, pero por el sector VIP del aeropuerto, comenzaron a llegar otros obispos. Entre ellos figuró Carlos Pellegrin (Chillán), junto al obispo emérito de La Serena, Manuel Donoso.

Luego arribó Jorge Vega, de Illapel, y Cristián Contreras Villarroel, de Melipilla. Al rato se presentaron en el mismo lugar el obispo auxiliar de Santiago, Fernando Ramos; Cristián Contreras Molina, de San Felipe; y el obispo de Rancagua, Alejandro Goic, quien señaló, respecto del encuentro, que "no hay nada que decir".

Él último en llegar por ese sector fue el arzobispo de Santiago, Ricardo Ezzati. Bajó de su auto y se dirigió directo al VIP, sin entregar declaraciones. Este viernes viajará otro grupo, entre los que figura el obispo de San Bernardo, Juan Ignacio González. El sábado lo harán los últimos y el lunes estarán en el Vaticano los 31.