"Todavía no tenemos claras las consecuencias de la baja de vocaciones al interior de nuestras comunidades. Aún estamos, de alguna manera, negando este hecho, no terminamos de hacernos cargo". Así se refiere el sacerdote jesuita y delegado del área vocacional de la Compañía de Jesús, Francisco Jiménez, al bajo número de postulantes al sacerdocio. La cifra disminuye cada año.

En esta congregación, mientras en 1950 entraron 16 novicios, en 2000 el número disminuía a seis y este año ingresaron solo dos.

Y los números a la baja no cambian para el mundo diocesano, donde las ordenaciones sacerdotales, según cifras del Anuario Eclesiástico de la Conferencia Episcopal (Cech), de 38 en 2001 cayeron a seis en 2016 (ver infografía).

Para Jiménez, esta disminución de vocaciones "significa hacernos cargo del modo de relacionarnos, cambiar la forma de organizarnos, de tener nuestras instituciones". Entre los cambios que esto ha implicado, cuenta, está ordenar las prioridades e incorporar a los laicos en tareas que antes hacían sacerdotes, desde labores administrativas hasta de formación.

Desde la congregación salesiana, la más numerosa del país, con 112 miembros y que este año tuvo la ordenación de tres sacerdotes, explican que la repercusión más evidente de la baja de vocaciones es la capacidad de atención pastoral y de administración de los sacramentos. Dicen que enfrentan esta situación "llevando adelante un proceso de resignificación de nuestra presencia y servicio (...) apostando por confiar en los laicos".

Una de las facetas importantes del mundo religioso es su participación en establecimientos educacionales. Sobre las matrículas en sus colegios, los salesianos aseguran que ellas, al contrario a lo que se podría pensar, han aumentado.

Cambios en la Iglesia

María José Castillo, académica de la Universidad San Sebastián y experta en Iglesia Católica, dice que uno de los momentos en los que más se notó la baja de candidatos al sacerdocio fue durante el Concilio Vaticano II. "Hubo personas que no se lograron acomodar y muchos de ellos dejaron sus comunidades, porque los cambios que tenía la Iglesia en ese minuto no se adecuaban con cómo habían sido formados".

La segunda baja de las últimas décadas es más obvia y la explican los casos de abusos que se han destapado en los últimos años.

Castillo afirma que "se han cerrado muchas casas y están siendo traspasados muchos conventos, colegios y templos a los distintos obispados o se han vendido las propiedades".

Un ejemplo de ello es la situación de la Congregación Marista (ver entrevista en página 4). La semana pasada, a través de un comunicado, anunciaron que se cerrará su comunidad de Rancagua, "tanto por la disminución del número de hermanos en la Provincia Marista Santa María de los Andes, como por la edad de quienes hoy integramos las distintas comunidades".

Entre las consecuencias que esta baja ha traído, Héctor Campos, sacerdote capuchino y presidente de la Confederación de Religiosos y Religiosas de Chile (Conferre), cree que "todo lo sucedido en la Iglesia ha repercutido en la opción a la vida consagrada, pero en la medida que continuemos asumiendo con verdad y realismo los problemas, reconociendo la falta de respeto a las personas, a los niños, de nuevo surgirán vocaciones".

Agrega que en este contexto, las congregaciones han tenido que hacer una "revisión de obras y presencias en las distintas diócesis. Ha sido un tiempo de generosidad, abriéndose a nuevas estructuras internacionales". Además, dice, "se han dejado obras por falta de vocaciones".

Menos católicos

En Chile, según cifras de la Cech, hay 13 millones 467 mil católicos. De esta población, 2.249 son sacerdotes, los que se dividen en 1.148 curas diocesanos y 1.101 que pertenecen a congregaciones.

Esta semana, la encuesta del Centro de Estudios Públicos (CEP) dio a conocer los resultados relativos a la religión, que mostraron una baja de los adherentes al credo católico, que descendió de 73% a 55% en 20 años.

Sin embargo, al jesuita Jiménez las cifras no lo asustan. Si bien ve una baja en la asistencia a las actividades, cree que quienes participan tienen un mayor compromiso. "Se está acabando un catolicismo cultural heredado por las familias, y estamos pasando a un catolicismo mucho más maduro, de decisión personal", plantea.

Desde los salesianos señalan que "la asistencia sacramental es la que se ha visto más mermada, pero como parte de un proceso cultural global que tiene a la Iglesia interpelada".

En el Opus Dei, en tanto, ven el lado positivo: "Estas estadísticas tienen que ser un poderoso estímulo para desarrollar la misión apostólica para la gente".