Cuando a mediados de los años 60 Patricia Matte Larraín salió del colegio, se acercó a su padre para comunicarle que quería estudiar Sociología. La respuesta de Eliodoro Matte Ossa fue clara: "Bueno, total usted es mujer". Luego, al inscribirse en la carrera en la Universidad Católica, los postulantes debían tener una entrevista con el decano, un sacerdote jesuita que de entrada le reveló que él seleccionaba dos hombres por cada mujer, "porque aquí las mujeres vienen a buscar novio", le dijo.
"Eran frases lo más machistas que hay, como diciendo: a ti alguien te va a mantener. Lo decían con mucho cariño, no era considerado machismo, era natural. Son un reflejo de lo que eran esos tiempos. La visión de la época", recuerda, con humor, la mayor de los tres hermanos Matte, familia que controla empresas como CMPC, Colbún y Bice, entre otros, y que en esta encuesta aparece como la mujer más influyente en el mundo de la empresa.
Una designación que la sorprende, pues Patricia Matte ha estado toda su vida ligada al mundo de la educación, siendo quizás su labor más reconocida cuando ocupó la presidencia de la Sociedad de Instrucción Primaria. Y aunque nunca participó de las empresas ligadas a la familia -en ellas estaban sus hermanos Eliodoro y Bernardo, y su marido, Jorge Gabriel Larraín-, Patricia nunca ha dejado de trabajar. Al salir de la universidad entró a la Cepal, más tarde trabajó en Odeplan durante el régimen militar y colaboró en la creación del Instituto Libertad y Desarrollo, al que continúa ligada como consejera.
Madre de cuatro hijos -uno de ellos, Bernardo Larraín, es presidente de la Sofofa-, en octubre cumple 75 años. Asegura que Chile ha cambiado mucho respecto del rol que juega la mujer. "La evolución ha sido notable. Lo digo comparando mi realidad con la de mis hijos y para qué decir con la de mis nietos, donde hay muchos más roles compartidos", señala.
Donde aún queda mucho por avanzar, dice, es en crear verdaderos pactos laborales que ayuden a que la mujer pueda trabajar, compatibilizando el rol de madre. "Cuando yo terminé la universidad y salí a ejercer mi profesión, quizás lo que más me costó fue conseguir esa flexibilidad. A mí me encantaba mi profesión y quería ejercerla, pero mi gran restricción era cómo hacerlo para conseguir un trabajo que me permitiera cumplir, a la vez, el rol de madre".
¿Cómo ve la irrupción del movimiento feminista?
Hay cosas que ocurren y que no están bien, no es justo. En el mundo laboral existen relaciones de poder donde el jefe se siente con derecho a hacer valer su fuerza, haciendo comentarios desubicados, para decirlo de una manera suave. Eso está mal. Someter a una persona a una relación de poder, simplemente porque yo mando y tú obedeces, es preocupante. Existe abuso de poder, eso lo comparto. Aunque también creo que se exagera en algunos temas. El hecho de que a uno le griten en la calle que por Dios que va bonita lo encuentro simpático.
¿Comparte las demandas iniciales entonces?
Pero las formas no las comparto para nada. La toma en la Universidad Católica la encontré destemplada. Yo no quiero que me identifiquen con eso. Creo que los temas se pueden tratar sin subirse arriba de la escultura de monseñor Casanueva. Eso no ayuda en nada a la causa.
¿Cuál es su diagnóstico respecto de por qué las mujeres no han entrado con mayor protagonismo a la dirección de las empresa?
Creo que ahí hay machismo por ambos lados. Los hombres piensan que una mujer no puede tomar un cargo de tanta responsabilidad porque no puede dedicarle el 100% de su tiempo. Eso es algo malsano en el mundo empresarial en Chile, en que si uno se mete a algo, prácticamente le tiene que dedicar el 100% del tiempo a eso, y si no, quiere decir que uno es flojo. Los países donde hay más presencia femenina en las empresas son aquellos en que existe más libertad, flexibilidad para trabajar desde la casa, viendo de manera libre los horarios. Eso en Chile, cero. Y por otro lado, las mujeres, de vuelta, efectivamente muchas veces no podemos tomar esa responsabilidad, justamente por la inflexibilidad de la jornada laboral, creemos que nos van a mirar mal si pedimos permiso para estar con los niños en las vacaciones de invierno. En otros países del mundo eso se pacta, pero acá es como mal visto. Eso hay que cambiarlo, y hay empresas que han definido ser las mejores para mujeres que trabajan, y creo que eso es mucho más motivante, en positivo, que imponer.
¿Prefiere ese camino a cambiar la ley?
A las legislaciones forzadas normalmente se les busca el lado para sacarle el bulto y terminan perjudicando a las mujeres.
¿Cree que serían distintas las empresas chilenas si hubiera más mujeres en cargos de responsabilidad?
La empresa chilena sería mejor si hubiera más mujeres trabajando en ellas. De eso estoy convencida. Nosotros tenemos una sensibilidad para ciertos temas, sobre todo en el mundo actual, donde las destrezas blandas cobran una importancia gigantesca, la intuición. Las mujeres tenemos ese lado del cerebro más desarrollado que los hombres. Yo, de hecho, si naciera de nuevo, si pudiera retroceder, me habría metido más en las empresas (de la familia) de lo que me he metido.
¿Y por qué no lo hizo? ¿Se lo ofrecieron?
Dieron por sentado que yo me iba a dedicar a la Sociedad de Instrucción Primaria, y no me quejo, porque fue muy desafiante en lo profesional. Lo que yo hacía me encantaba y lo otro no me encantaba tanto. Si me hubiera fascinado el mundo de la empresa a lo mejor me habría metido igual, porque yo tímida no he sido nunca, y me habría metido al medio entre mis hermanos. Pero independiente de mí, creo que hay directoras, como mi amiga Lucía Santa Cruz, que hacen un aporte notable, con una visión global del mundo, con otras destrezas. Hacen falta más mujeres en el mundo de la alta gobernanza de las empresas.
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Lucia Santa Cruz, historiadora y directoras de empresas. Foto: Marcelo Segura[/caption]
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Iris Fontoba, cabeza de la familia Luksic.[/caption]
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Alejandra Mustakis, directora de empresa de jóvenes emprendedores. Foto: Victor Tabja[/caption]
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Esperanza Cueto, cofundadora de Comunidad Mujer. Foto: Andrés Pérez[/caption]