El cine y la historia suelen abrazarse de espaldas. Probablemente en 1935 los peces gordos de MGM se sonrieron cuando un respetado académico de la U. de Chicago pidió dejar a los historiadores intervenir en sus producciones "de época". En efecto, las compañías terminaron valiéndose de asesores con poca o ninguna injerencia en lo que se terminaba viendo. Y hasta hoy introducen validación y prestigio al llevar grande en pantalla nombres como el de Valerio Massimo Manfredi en Alexander (2004). Pero si ha de creerse al gurú del guión Robert McKee, el Hollywood histórico ha consistido y sigue consistiendo en un maquillaje del presente, con temas y problemas de ayer y de hoy en formatos familiares y digeribles. Eso sí, dentro y fuera de la gran industria ha habido "cineastas historiadores": de Visconti a Rossellini, de Gutiérrez Alea a Oliver Stone.
En sentido contrario, el tradicional desdén de la disciplina histórica por el cine argumental -por mistificador, por inexacto- ha sido desafiado por historiadores que creen en el poder de las imágenes para hacer inteligible y vívido el pasado, más allá de imprecisiones y licencias. Una de esos historiadores es Natalie Zemon Davis (Detroit, 1928), profesora emérita de Princeton arraigada en Toronto, consultora del filme El regreso de Martin Guerre (1982) y autora de un libro sobre este singular caso de la Francia del siglo XVI. Un referente de la historia cultural, que tiene estos días algo para decir.
El próximo jueves llega a la cartelera local 12 años de esclavitud. El tercer largometraje del británico Steve McQueen se basa en las memorias de Solomon Northup (Chiwetel Ejiofor), afroamericana que vivía como hombre libre en Saratoga, Nueva York, a mediados del siglo XIX, hasta ser raptado y vendido como esclavo en el sur de EE.UU.
La cinta se acompaña de 10 nominaciones a los Oscar, incluida Mejor Película, y de una discusión mediática y académica sobre la esclavitud, sobre cómo reverbera hasta hoy y cómo se le representa. Y Davis no se restó de ella. Autora del libro Esclavos en la pantalla (2000), donde examina la "visión histórica" de filmes como Espartaco y Amistad, se apresta actualmente a publicar otro sobre cuatro generaciones de esclavos en Surinam. La autora había comentado a La Tercera hace un año su buena impresión de Lincoln, el filme de Steven Spielberg. Y esta vez profundiza en el de McQueen: a su juicio tiene, entre otros méritos, el de hacernos empatizar con el personaje de Northup. "En parte por la convincente interpretación de Ejiofor", afirma. "Pero, como McQueen debe haber intuido, un hombre libre de Saratoga, elegantemente vestido, puede generar una identificación con el público en Norteamérica"
A través de esta identificación, continúa Davis, el director "hace que nos sumerjamos en las implicancias morales de la esclavitud como institución, así como en cuestiones que resuenan hasta nuestros días".
"LOGROS IMPRESIONANTES"
Davis ya no hace clases, pero en Princeton usaba habitualmente películas en el aula y tenía, para mayor abundamiento, un curso sobre historia y cine. Y ahora dice que si volviera a enseñar y el tema fuese la historia de la esclavitud, incluiría dos películas: La última cena, de Tomás Gutiérrez Alea, sobre una revuelta de esclavos en una plantación cubana, y 12 años... . "Las dos se complementan en tema y en estilo cinematográfico: la primera de un modo más teatral y experimental, con una iluminación más bien crudas, y la de McQueen de un modo más realista, con ocasionales estallidos de color".
No le faltan, eso sí, observaciones respecto de la construcción de los personajes. Acaso la más severa es la que constata que el verdadero Solomon -o "Platt", su nombre de esclavo- fue también un driver en las plantaciones de algodón: el tipo que andaba con un látigo y que debía usarlo para castigar a sus compañeros. Haber entrado en este aspecto, plantea Davis, habría dado nuevas dimensiones al filme.
-¿Cómo evalúa el uso que da la película a recursos como el suspenso?
-La película mantiene al espectador en suspenso, incluso a la minoría que ha leído las memorias en que se basa: ¿conseguirá el protagonista comunicarse con su familia en Nueva York? ¿Podrán ellos encontrarlo y salvarlo? El momento de clímax al final de la película está muy bien logrado.
-¿Ve una tensión moral en la película?
-La tensión moral se logra, entre otras formas, a través del desplazamiento cinematográfico entre las imágenes espléndidas de los árboles y el cielo de la tierra del bayou, y los terribles padecimientos de los seres humanos.
-¿Es posible alguna comparación con Django sin cadenas?
-Le creí a Quentin Tarantino cuando insistía en que la suya no es una película histórica. Es un espaghetti western y una fantasía de venganza, y como tal es muy exitosa. Nos reímos con las absurdas metidas de pata del Klu Klux Klan, nos aterrorizamos con el cruel castigo a los esclavos (que va del castigo real a la extravagancia grotesca) y celebramos cuando los dueños de esclavos reciben lo suyo (en escenas de matanza que parecen de videojuegos). Pero hasta ahí llegamos: no hay búsqueda de la verdad ni de la justicia. En contraste, 12 años... es un filme histórico con logros impresionantes. Que abre puertas a futuras indagatorias y a futuras películas.