Corren malos tiempos para las historias sobre Piotr Ilich Tchaikovsky en Rusia. Al menos malos si alguien quiere indagar medianamente en su vida personal,  describir sus escasas relaciones con las mujeres y recrear sus múltiples lazos afectivos con los hombres. Figura central del paisaje musical ruso en el siglo XIX y uno de los compositores más populares de la música clásica universal, el creador de El lago de los cisnes jamás asumió públicamente su homosexualidad, atemorizado por las eventuales represalias de una sociedad regida por el ultraconservador zar Alejandro III.

A 175 años de su nacimiento, las cosas no han cambiado demasiado en términos de tolerancia hacia la comunidad gay en Rusia y la prueba más evidente fue el intento de realizar un filme sobre Tchaikovsky en el 2013, cuando se cumplían los 120 años de su muerte. El proyecto que iba a ser dirigido por  Kirill Serebrennikov se transformó en una campo de batalla.

Mientras el ministro de Cultura Vladimir Medinsky proponía un retrato  aséptico del compositor, Serebrennikov buscaba abordarlo en serio: es decir incluyendo su atormentada vida sentimental. El proyecto, que  recibió en principio dineros estatales, fue  limado por el propio guionista Yuri Arabov. Sus declaraciones, justificando la unidimensionalidad del nuevo guión, fueron antológicamente bobas: "Hemos revisado la historia para presentar a Tchaikovsky como alguien que debe lidiar con los rumores que lo tachan de homosexual. El sufre por eso". Tras la autocensura de Arabov, el director devolvió los dineros estatales, se alejó del proyecto  y al cumplirse los 175 años de la muerte de Tchaikovsky, Rusia aún no tiene la película sobre su gran compositor nacional.

EL RUSO MELANCÓLICO

Hombre hipersensible y con una gran devoción por la figura materna (a quien perdió a los 14 años), Piotr Ilich Tchaikovsky (1840-1893) siempre osciló entre el éxito absoluto en Occidente y la incomprensión en su Rusia natal. Sus creaciones le granjearon una vida cómoda y reconocimientos en Europa y América, pero al mismo tiempo suscitaron suspicacia en Rusia, donde eran consideradas demasiado "occidentalizadas".

Mientras desarrollaba piezas de carácter universal como el Capricho italiano, la obertura Romeo y Julieta o el ballet Cascanueces, sus compatriotas con menos recursos monetarios se internaban en el alma rusa: Modest Mussorgsky compuso la ópera Boris Godunov y Alexander Borodin la obra lírica El príncipe Igor. Mussorgsky moriría a los 42 años consumido por el alcohol y Borodin se ganó la vida como médico y químico para dedicarse ocasionalmente a la música. Ninguno de ellos tuvo el éxito de su contemporáneo. Ninguno, tampoco, tuvo la invaluable ayuda de un mecenas: Tchaikovsky recibió durante 16 años la desinteresada pensión anual de la empresaria Nadezhda Von Meck.

En este contexto, el compositor de la Obertura 1812 fue una suerte de instigador involuntario de celos: su ballet El lago de los cisnes, que este año se presentará en el Teatro Municipal del 27 al 30 de mayo, fue un fracaso absoluto en su estreno. Lo mismo sucedió con su célebre Primer concierto para piano, que el próximo viernes tocarán el pianista estadounidense Tzimon Barto y la Sinfónica de Chile dirigida por Leonid Grin en el Teatro de la U. de Chile. Ambas piezas se transformarían con el paso de los años en auténticos caballos de batalla de las salas de concierto. El público, a diferencia de los compositores, se embriagó rápido con la invención melódica infalible de Tchaikovsky.

El año Tchaikovsky trae a Chile varios platos fuertes. Tanto la Orquesta Filarmónica de Santiago como la Sinfónica tienen de titulares a conductores rusos. La primera tocará durante el año y  bajo la dirección de Konstantin Chudovsky las seis sinfonías del músico y abrirá su temporada el próximo miércoles con el mismo Primer concierto para piano que dos días después interpretará la Sinfónica. Esta última, en tanto, incluirá además en el 2015 la Segunda sinfonía y la muy lúgubre Sinfonía Manfredo.

En Rusia, a falta de un filme que bendiga al compositor, los teatros más importantes han preparado exposiciones y conciertos en su memoria. El Teatro Bolshoi de Moscú abrirá su hall central a vestuarios y decorados de antiguas representaciones de óperas y ballets, además de afiches históricos. También, se tocarán sus óperas La dama de picas y La doncella de Orleans.

En San Petersburgo, la ilustrada urbe donde Tchaikovsky pasó gran parte de su vida, el Teatro Mariinsky montaran todas sus óperas y ballets. Fue en esta ciudad donde el compositor falleció el 6 de noviembre de 1893, apenas nueve días después de dirigir su última sinfonía, llamada Patética.  Para muchos su obra maestra, la  sinfonía es un canto del cisne, marcado por el tono luctuoso en todos sus movimientos. El reporte oficial señaló que Tchaikovsky murió de cólera al beber un vaso de agua contaminada. Los estudios posteriores avalan la tesis del suicidio.  Su mecenas Nadezhda Von Meck, en la bancarrota, le había quitado el apoyo monetario en 1890, y la Rusia de Alejandro III era cada vez más intolerante. A Tchaikovsky, a quien todo le afectaba, se le hacía demasiado duro seguir caminando en este campo minado. A 175 años de su muerte, Rusia aún sigue siendo un territorio no apto para almas sensibles.