El 7 de febrero de 2009 fue bautizado en Australia como "Black Saturday" (Domingo Negro), ya que ese día comenzó el incendio forestal más devastador de su historia.
El fuego comenzó en el estado de Victoria, al sureste del país y dejó un total de 173 personas fallecidas y más de 500 heridos. Alrededor de 2.000 casas fueron destruidas y 450.000 hectáreas se vieron afectadas.
No era primera vez que Australia vivía un incendio arrasador: el país había sufrido varios episodios dramáticos. En 1939 un incendio dejó 71 muertos también en el estado de Victoria y en 1983 otro siniestro en el sur del país dejó 75 fallecidos.
En 2013 otra ola de incendios forestales volvió a azotar al país, en el estado Nueva Gales, en el sur, con 18.000 hectáreas afectadas.
Pero en 2009 una "tormenta perfecta" creó un incendio que por 36 días fue implacable: una ola de calor extrema, una sequía sin precedentes en parte importante del territorio y fuertes vientos que empeoraron la situación.
El 7 de febrero las temperaturas ascendieron en algunos sectores a 46 grados Celsius mientras que el viento alcanzó una velocidad de más de 90 kilómetros por hora. Esta combinación provocó el surgimiento de 47 incendios y 14 de ellos se llevaron vidas humanas o daño importante.
La tragedia comenzó en Kilmore, un pueblo a 60 kilómetros de Melbourne y luego las llamas alcanzaron una carretera principal. La velocidad le dio impulso al incendio, que luego se centró en Kinglake, a casi 50 kilómetros al este de Melbourne, donde 38 personas murieron.
Otros pueblos cercanos recibieron el impacto del incendio, como Strathewen, con 27 víctimas, y St. Andrews, que tuvo una cifra mortal de 12 personas.
Durante la tarde, el cambio en la dirección del viento empujó el fuego hacia el noreste del país, afectando el turístico pueblo de Marysville, donde 34 personas murieron.
Según los expertos, los incendios liberaron la energía equivalente a 1.500 bombas atómicas de Hiroshima.
El país también vivió una ola de indignación luego que la policía local revelara que algunos de los incendios fueron provocados por pirómanos.
El primer ministro de ese entonces, Kevin Rudd, acusó a los sospechosos de cometer "asesinatos en masa".
Todos los incendios lograron ser apagados 36 días después, el 14 de marzo de 2009.
A pesar de las condiciones climáticas, en Australia también se contabilizaron un centenar de focos que se formaron por causas humanas deliberadas.
Desde entonces, el país implementó una serie de reformas a nivel estatal, comunitario y ciudadano para implementar alertas y así evitar ese nivel de siniestros. También se endurecieron las penas y multas para quienes provoquen incendios o no sigan la normativa.
Las penas pueden ir desde cinco a 20 años de cárcel hasta multas por hasta US$ 22 mil por provocar siniestros o no cumplir con los procesos de prevención oficiales.