Este año ha sido de una lucha implacable de los organismos deportivos internacionales contra el dopaje. La revisión, por ejemplo, de cientos de muestras de los Juegos Olímpicos de Beijing y Londres, y sus respectivos castigos (88), son un ejemplo. Pero hubo un país que se transformó en un símbolo, negativo, de esta situación. La prohibición a todo el atletismo ruso de participar en Río 2016, y a todo el deporte de ese país en los Paralímpicos, son las sanciones deportivas más duras que se han aplicado a una nación en este tema.
El escándalo comenzó a destaparse en en 2014, con el reportaje Dopaje ultrasecreto: El oscuro mundo del atletismo, de la televisión alemana. Fue la primera denuncia de dopaje sistemático, y avalado por las autoridades, en Rusia.
Y en noviembre de 2015 la Agencia Mundial Antidopaje dio un golpe aún más duro, con lo que se conoce como el informe McLaren, que hace poco entregó su segunda parte. En esa investigación se detalla el dopaje masivo y cómo el Estado ruso protegía e incluso intervenía en las muestras, apoyado por sus servicios de seguridad.
Mientras los rusos trataban de defenderse, llegaron las sanciones. La IAAF mantuvo el castigo al atletismo ruso. Los ruegos de, por ejemplo, Yelena Isinbayeva, que pedía sanciones caso a caso, no se escucharon. Pero faltaba que el COI decidiera que pasaría con los otros deportes. Finalmente optó porque cada federación internacional analizara la situación de los deportistas rusos. Así, varios más quedaron afuera, quedando reducida la delegación. El Comité Paralímpico fue más duro y sacó a Rusia de la competencia.
El presidente Vladimir Putin expresaba su rabia, mientras que Isinbayeva, que no pudo despedirse en los Juegos Olímpicos, lloraba al arengar a los deportistas que podrían competir.
Después, han seguido apareciendo informaciones. En diciembre, con la segunda parte del informe McLaren se detalló que más de mil deportistas rusos en 30 disciplinas estuvieron involucrados o se beneficiaron de prácticas de dopaje de Estado en Rusia entre 2011 y 2015. "Podemos confirmar lo que anunciamos en el primer informe: se dio un encubrimiento que comenzó en 2011 y que se mantuvo hasta después de los Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi. Un encubrimiento que evolucionó hasta unos niveles sin precedentes", aseguró Richard McLaren.
Incluso Gran Bretaña pidió que le quiten a Rusia el Mundial 2018 por esta situación.
Así, el deporte ruso vivió su peor año, pagando los costos del dopaje sistemático protegido por el Estado.