Un importante aumento en sus precios registraron 16 de los 20 medicamentos más vendidos en el país. Se trata de productos como el analgésico paracetamol, el antiinflamatorio ibuprofeno y el antialérgico loratadina, cuyo valor se incrementó hasta en un 42% entre 2015 y 2016.
Así lo revelan los datos de la consultora farmacéutica IMS-Health (entregados por el Instituto de Salud Pública mediante Ley de Transparencia) y que demuestran que entre 2015 y 2016 la loratadina de 10 mg pasó de $ 448 a $ 637 en 2016, es decir, incrementó su valor en un 42,3%, mientras que el ibuprofeno de 400 mg pasó de costar $ 450 a $ 624, con un alza del 38,7% .
Se trata de productos genéricos bioequivalentes, es decir, que han demostrado mediante estudios científicos que tienen la misma eficacia, seguridad y calidad que el fármaco original o de marca. Eso, cumpliendo la política que desde 2012 obliga a estos productos a certificarse y obtener un sello amarillo.
Respecto del alza en los precios, la Cámara Nacional de Laboratorios (Canalab), que reúne a 17 laboratorios, apunta a la bioequivalencia, pues sostienen que tuvo un fuerte impacto en el mercado por las inversiones realizadas en los estudios -que superan los $ 50 millones-, y debido a la salida de algunos productos por incumplimiento de la certificación y caducidad de su patente.
"La bioequivalencia tiene incidencia y fue algo que advertimos a la autoridad en su momento, porque es un costo bastante importante para los medicamentos genéricos, costos que están asimilados en los precios. Tenemos medicamentos eficaces y de calidad, pero más caros", señala Adrián Vega, presidente del organismo, quien añade que "con la misma bioequivalencia hay menos oferta de genéricos, por lo tanto, al haber menos, manteniéndose la demanda, los precios suben".
En la misma línea, Víctor Zárate, director de la Escuela de Medicina de la U. San Sebastián, plantea que "la bioequivalencia tiene un impacto, porque el estudio es una inversión que los laboratorios traspasan a los pacientes en el precio final, dejando a estos productos en un precio intermedio entre el genérico que no ha hecho la certificación y el original".
Sin embargo, expertos y representantes de la administración anterior -impulsora de la validación de calidad de los medicamentos- refutan esta tesis.
Stephan Jarpa, ex director del ISP del gobierno pasado y académico de la Facultad de Farmacia de la U. de Valparaíso, explica que la mayor parte de los genéricos son importados, por lo que "hay que considerar que hay variaciones del valor y cambio del dólar a la hora de importar, por lo que la incidencia de la bioequivalencia no es un factor relevante al momento de fijar el precio, pues muchos de los productos son de alta venta". Agrega que "el problema de la certificación es cuando el volumen de venta es bajo, ya que ahí no es rentable realizar estudio".
En la misma línea, el ex ministro de Salud y académico de la U. de los Andes Jaime Mañalich dice que "no es legítimo decir que los fármacos genéricos se encarecieron por culpa del costo de la bioequivalencia, sino que fundamentalmente por el consumo". Añade que, por ejemplo, "el cambio de consumo de paracetamol tableta, en desmedro de cualquiera de marca, hace que la industria vea a esos fármacos con más posibilidad de rentabilidad y eso explica el aumento del precio".
Políticas públicas
La actual administración ha flexibilizado los plazos originales de bioequivalencia, para evitar faltas de stock de medicamentos causadas por la caducidad de patentes y salida del mercado de los productos que no cumplían. Asimismo, el año pasado el Ministerio de Salud planteó la intercambiabilidad de fármacos sin necesidad de certificación, basándose en la experiencia de uso en el país.
Tito Pizarro, jefe de la división de Políticas Públicas, plantea que "el desafío es que la bioequivalencia se vaya imponiendo en todos los medicamentos, pero que en aquellos que tienen largo tiempo de uso y control, también podemos aceptar que son intercambiables, mientras que hay otros que, por su naturaleza, no pueden tener intercambiabilidad y deben certificarse".
Manuel Espinoza, académico de la Facultad de Medicina de la U. Católica, dice que "la bioequivalencia llegó para quedarse y es necesario seguir expandiendo esta política, pero paulatinamente, para que en unos años todos los medicamentos tengan la certificación".