"Hoy las personas están viviendo muy al día y van armando sus proyectos de manera no tan racional ni calculada. Y, a veces, de esa manera llegan los hijos. No es algo que se controle en un ciento por ciento", comenta Florencia Herrera, socióloga de la UDP experta en familia. Su explicación sirve para dar luz sobre una realidad aparecida en la Encuesta de Primera Infancia que desarrollaron Junji, Unesco y Unicef: el 50% de los embarazos en Chile no son planificados, lo que se sostiene especialmente por el embarazo adolescente y en mujeres mayores. De hecho, las mujeres que más planifican, entre los 30 y 34 años, no pasan del 60%.
Herrera hace una aclaración: hijos no planificados no es lo mismo que no deseados. Y en la falta de racionalidad hay algo cultural. "La gente también incorpora la religiosidad, las creencias o el destino. Aunque no planifique, la gente no dice 'este es el hijo que me tocó', dice este 'es mi hijo, porque tenía que ser mi hijo'. Hay una cosa más trascendental detrás", explica.
Existe un contexto en el país que llevaría a pensar que la cifra debía ser menor: información, educación y mayor acceso a métodos de anticoncepción. María José Becerra, jefa de la Unidad de Estudios de Junji y una de las autoras del estudio, entrega un matiz . "Pese a la mayor información, la planificación familiar en Chile es altamente inequitativa y sigue resguardándose en el ámbito privado con acceso restringido a los mecanismos de anticoncepción", dice y entrega un dato: según la OMS, la prevalencia del uso de métodos anticonceptivos en Chile es de un 64,2%, por debajo de la media regional de 70,6%. La inequidad se ve en las cifras: la planificación de embarazo llega a 62,25% en el grupo ABC1 y desciende a 40% en los grupos D y E.
"La discusión de la planificación familiar en el último tiempo se ha concentrado en la judicialización de carácter valórico y no se ha concentrado como eje articulador de la política pública", insiste Becerra. Y esto trae costos: evitar embarazos no planificados redunda en beneficios demográficos y económicos. "La evidencia internacional indica que cuando las mujeres posponen su siguiente parto o tienen menos hijos, se eleva la posibilidad de educar y satisfacer las exigencias de una población joven", explica. Además, para estas mujeres se proyectan mayores oportunidades de educación y empleo, lo que propulsa el desarrollo económico.
Factor de integración
Carmen Paz Puentes, sicóloga y terapeuta del Instituto Chileno de Terapia Familiar, entrega otro argumento: en Chile no está suficientemente internalizado qué significa traer un niño al mundo. "Muchas veces el embarazo va asociado a variables más relacionales: diferenciación, una manera de irse de la casa, llenar vacíos o desviar una tensión en el matrimonio. Y eso no pasa por una decisión conciente", explica. Ahí hay un trabajo que hacer. Puentes expone la experiencia suiza, donde se trabaja la interacción temprana padre, madre e hijo cuando ya se ha producido el embarazo para saber cómo recibir a estos niños, cómo darles una identidad y que no otorguen funciones relacionadas con la pareja, sino propias de su desarrollo.
El embarazo adolescente se puede explicar por lo anterior. Una niña que no tiene proyecto alternativo o que no sabe qué pierde al ser madre a corta edad puede, incluso, legitimarlo. Verlo como una forma de integración social. Una realidad que se replica en América Latina. "No siendo embarazo planificado, muchas chicas lo ven como normal, porque ser mamá te legitima, te da un sentido en la vida, ven la maternidad como el paso a ser alguien, a la vida adulta, a que las tomen en serio", complementa Florencia Herrera. Esto podría explicar que en los últimos 30 años se haya mantenido estable el número de embarazo adolescente (entre los 35 mil y 40 mil al año) pese a las políticas de prevención.
Sin embargo, los datos dicen que, una vez producido el embarazo, la respuesta es positiva. Chile es vanguardia en la región en cuidado materno infantil. La misma encuesta muestra que un 98% de las mujeres recibieron asistencia médica durante la gestación, y que el apoyo continuo es prestado por profesional médico (81%). "Estas cifras nos hablan de una sociedad que se preocupa del tema y que el Estado interviene en forma decisiva en un componente tan relevante como lo es el cuidado de la madre y el hijo", concluye Becerra.