Marcadas por la gran devastación que dejó a su paso el tifón Haiyan el año pasado, más de 600.000 personas evacuaron sus localidades filipinas el sábado, y el ejército se puso en alerta ante una poderosa tormenta que se esperaba golpeara la costa este del paí­s en cuestión de horas.

Se espera que el tifón Hagupit ("colisión" en filipino) golpee la parte central de Filipinas el domingo por la mañana, azotando partes de una región donde más de 7.300 personas murieron o desaparecieron en noviembre del año pasado ante los furiosos vientos y olas de escala de tsunami desatados por Haiyan. El nuevo tifón se debilitó ligeramente el sábado, aunque seguí­a presentando peligro por su fuerza y falta de rumbo claro.

"Estamos en alerta roja, así­ que todas las Fuerzas Armadas se están movilizando para este tifón", dijo el general Gregorio Pio Catapang, responsable del ejército de 120.000 efectivos, en una rueda de prensa tras una reunión sobre los últimos preparativos.

El ejército desplegó tropas en supermercados y carreteras importantes de las provincias en el camino de la tormenta para evitar saqueos y escenas de caos, así­ como despejar escombros, tareas que frenaron la respuesta del gobierno el año pasado, indicó Catapang.

Aunque es improbable que la tormenta alcance la fuerza de Haiyan, los meteorólogos señalaron que Hagupit mostraba vientos sostenidos de 175 kilómetros (115 millas) por hora y rachas de 210 kilómetros por hora (137 millas por hora), lo bastante fuertes como para provocar peligrosas crecidas y deslaves y causar graves daños a las comunidades y cultivos.

Acompañado de un frente de nubes de lluvia que se extiende 600 kilómetros (373 millas), Hagupit ganó velocidad y avanzaba hacia el oeste a 16 kilómetros por hora (10 millas por hora), según los meteorólogos.

En la ciudad de Tacloban, en el centro del paí­s, donde Haiyan mató a miles de personas y allanó pueblos enteros, las noticias sobre el tifón reavivaron dolorosos recuerdos entre los sobrevivientes. Muchos se aprestaron a llenar los refugios contra tormentas, en un estadio deportivo e iglesias, antes incluso de que las autoridades les instasen a evacuar.

"Tengo miedo", dijo Jojo Moro, un sobreviviente de Haiyan. "Estoy orando a Dios para que no permita que nos golpee otro desastre; aún no nos hemos recuperado del primero".

El empresario de 42 años, quien perdió a su esposa, hija y madre el año pasado en la ciudad de Tacloban, dijo que almacenó sardinas, fideos instantáneos, huevos y agua.

El portavoz de la agencia humanitaria de la ONU Denis McClean dijo en Ginebra que se trata de una de las evacuaciones en tiempos de paz más grandes de la historia de Filipinas, similar al millón de personas trasladadas el año pasado en la costa india antes de la llegada del ciclón Phailin.

Casi 100 vuelos nacionales fueron cancelados y los servicios de transbordador entre islas se suspendieron, dejando a miles de personas varadas.

"No hemos escuchado de aldeanos que se hayan resistido al desalojo", señaló Blanche Gobenciong, directora de respuesta ante desastres. "Su trauma aún está fresco".

En Tacloban, los vecinos apilaban sacos de arena para bloquear las aguas crecidas. Un local de McDonalds se mostraba cerrado y con tablones en las ventanas para impedir una repetición de las avalanchas del año pasado, que rompieron cristales y puertas de establecimientos y permitieron el saqueo por parte de desesperados sobrevivientes.

Los preparativos se extendieron el sábado, después de que dos agencias que siguen de cerca al tifón el Centro Conjunto de Alerta de Tifones en Hawái del ejército estadounidense y la agencia meteorológica filipinas predijeran dos rumbos distintos para Hagupit.

La agencia estadounidense señaló que el tifón podrí­a poner rumbo al noroeste tras tocar tierra y barrer la zona sur de Manila, donde viven más de 12 millones de personas. La agencia filipina, conocida por sus siglas PAGASA, estimó un rumbo más al sur.

Gobenciong señaló que ese cariz impredecible impedí­a decir con certeza qué zonas se verí­an afectadas, pero que todo el mundo "deberí­a prepararse para lo peor", indicando que "tenemos un objetivo de cero ví­ctimas".