Histórico

A 10 años de los atentados en Londres, dos sobrevivientes cuentan sus historias

El 7 de julio de 2005, cuatro explosiones paralizaron el sistema de transporte público de Londres en la hora punta a las 08:50, en un ataque terrorista que paralizó a Reino Unido. Los ataques le costaron la vida a 56 personas, incluyendo a los cuatro terroristas. Y al menos 700 resultaron heridos. Cuando se cumple una década, los londinenses recuerdan con dolor el suceso.

John Tulloch, académico: “En el metro, todos estaban cubiertos de sangre”

John Tulloch estaba sentado a menos de dos metros del terrorista que hizo explotar la bomba en un vagón del metro de la estación Edgware Road, el 7 de julio de 2005. Absolutamente todas las personas que en esos momentos viajaban en el mismo metro, perdieron la vida o alguna parte de su cuerpo. El académico británico, sin embargo, salió ileso. Su equipaje -una maleta, un laptop y un bolso de mano- fue lo que le salvó la vida, le explicaron más tarde. Había llegado el día anterior a Londres y se dirigía hacia Paddington, para tomar el tren que lo llevaría a su casa, en Cardiff.

Tras la explosión le costó recobrar la memoria y la conciencia. No sabía dónde estaba y menos qué había pasado. Sólo recuerda que despertó rodeado de escombros y recién ahí se dio cuenta de la magnitud de la escena: “Todos estaban cubiertos en sangre”, cuenta a La Tercera. Sus anteojos volaron con la explosión por lo que, además, no podía ver mucho. Ahora, 10 años después, siente una suerte de agradecimiento por aquello, por no poder ver bien “el horror que rodeaba todo”. A su lado, las explosiones habían dejado un cráter en el suelo del tren y un pasajero atascado dentro. Una mujer estadounidense que hasta hace un minuto estaba hablando sobre ir de shopping en Kensington, había perdido una pierna.

“Me acuerdo sobre todo de las buenas acciones. Como del joven de la Real Fuerza Aérea que cuidó de mí durante una hora en el tren destrozado. Pero también recuerdo el dolor en el hospital, el horror de lo que vi a mi alrededor. La espera (demasiada larga) para que llegaran los servicios de emergencia”, comenta.

Su imagen ilesa, pero ensangrentada, dio vuelta al mundo y protagonizó la portada de los diarios locales. Desde ese día Tulloch se convirtió en un símbolo de los atentados del 7 de julio. Al día siguiente, ver su fotografía junto al entonces primer ministro británico Tony Blair, fue “como un segundo trauma”, según confesó a The Guardian recientemente, ya que “aún cree que la política internacional de Reino Unido fue la causante” de ese atentado. “Lo que más siento de convertirme en un símbolo de los ataques terroristas es la forma en que mi imagen icónica fue manipulada por causas políticas que detesto”, afirma a este diario.

A 10 años del ataque terrorista, Tulloch aún tiene secuelas físicas y psicológicas. “Aún no puedo viajar en los asientos económicos de los aviones por la claustrofobia y una severa reacción física hacia cualquiera que mueva sus manos o un objeto cerca de mi cara. Por ejemplo alguien que abra un diario junto a mi, o la azafata pasando una bandeja de comida. Debo pagar asientos de business para los viajes más largos que hago entre Australia y Reino Unido. Me está paralizando económicamente”, explica.

Años después, y a pesar de ser una figura conocida por su historia de sobreviviencia, Tulloch se enfrentó a una posible deportación de Reino Unido. Tulloch nació en India, pero sus dos padres eran británicos. Su padre era un oficial del Ejército. Pero a pesar de haber estudiado en Cambridge y realizar su carrera académica en Reino Unido, Tulloch era considerado un “sujeto británico sin ciudadanía”, teniendo problemas con su nacionalidad durante toda su vida. Finalmente obtuvo la nacionalidad australiana y su carrera como académico le permitió vivir en Inglaterra. Pero cuando estaba cerca de jubilarse, su permiso de trabajo expiró. Así, su caso llegó a los medios y fue finalmente en 2012 , tras 20 años, que pudo obtener la ciudadanía británica.

Gill Hicks, diseñadora: “Tras los ataques, nada fue lo mismo”

La australiana Gill Hicks, entró al vagón de metro de la estación King´s Cross en Londres al mismo tiempo que el terrorista de 19 años que minutos después haría detonar una mortífera bomba suicida. Hicks, que vivía en la capital británica desde 1991, detalló al diario británico The Guardian que era un “día ajetreado” en el que las personas estaban apretujadas unas contra otras dentro del andén.

“De repente todo se fue a negro, escuché las voces lentamente, todo empezó a moverse en cámara lenta. A ratos podías escuchar gritos distantes. Pensé que las personas me estaban gritando a mí”, contó a The Telegraph.

En el momento de la explosión Hicks sintió que estaba teniendo un ataque cardíaco, y se desplomó inmediatamente. Luego, el escuchar distintos quejidos de las personas que estaban a su alrededor, se sintió más aliviada.

“Alguien me levantó y me puso sobre una especie de banca. Recuerdo haber mirado hacia abajo y ver que tenía mis dos piernas severamente dañadas”, contó a The Guardian.

“Estaba muy consciente de que tenía que actuar, por lo que tomé mi bufanda e hice un torniquete alrededor de cada pierna. Sentí esta increíble experiencia en ese entonces, de estar teniendo la opción de vivir o morir. Era mí opción”, recuerda de ese día, el más trágico de su vida.

A su alrededor y mientras el humo se iba desvaneciendo, se dio cuenta de un escenario aterrador. Veintiséis personas que viajaban en ese vagón murieron tras la explosión y el resto quedó con heridas.

Hicks fue la última persona en ser rescatada del vagón con vida y estuvo cuatro días en estado de coma.

Sus dos piernas fueron amputadas debajo de la rodilla y sus heridas fueron tan severas que los médicos que la atendieron no esperaban que sobreviviera. Había perdido un 75% de sangre.

“Siempre recordaré cuando corrí por las escaleras de King´s Cross para alcanzar a tomar el próximo tren, probablemente porque fue la última vez que pude correr”, asegura Hicks.

A 10 años de los atentados terroristas en Londres, Hicks asegura que ese día cambió su vida para siempre.

“Después de eso, nada fue lo mismo. El 7 de julio de 2005 es una línea demarcatoria en una vida dividida”, dice.

Hicks, diseñadora con una prominente carrera en Londres, fundó dos años más tarde una organización de caridad: MAD for Peace.

La ONG se enfoca en terminar con la violencia extremista y ha recibido diferentes galardones tanto en Reino Unido, como Australia.

“Era una trabajólica desde antes, pero recuerdo estar sentada en mi silla de ruedas, escuchando las reuniones y pensé ‘¿Dios mío, volé por los aires y todavía me estás hablando de esto?’. Sentí que era una definición de locura”.

Para conmemorar el décimo aniversario del 7 de julio, Hicks realizará 10 desafíos físicos (además de reunir fondos para 10 obras de caridad) como nadar con tiburones, saltar en Bungy, bailar tap, entre otras actividades especialmente desafiantes para ella.

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