Carreteras nuevas, cafés llenos de turistas, una agitada vida nocturna. Ese es el panorama en la localidad de Banda Aceh (Indonesia), porque aparte de unas tumbas y los restos de un bote, ya no quedan señales de la tragedia que azotó a esta ciudad hace 10 años. La mañana del 26 de diciembre de 2004, un terremoto de 9,1 grados en las costas de Indonesia provocó un tsunami en 14 países del Océano Indico que destruyó todo lo que encontró a su paso, dejando 230 mil víctimas fatales.
Todo comenzó con un terremoto, considerado el mayor desde 1900 en Indonesia, cuyo epicentro se localizó a 240 kilómetros al oeste de la costa de Sumatra. Durante los ocho minutos que duró, liberó 23 mil veces más energía que la bomba nuclear en Nagasaki, Japón, mientras que el lecho marino se desplazó nueve metros hacia el suroeste.
Apenas 20 minutos después, las olas golpearon las costas de Aceh en Indonesia, y llegaron a tener 35 metros de alto. Unas dos horas más tarde, el tsunami llegó a Tailandia (8.200 muertos), India (18 mil fallecidos) y Sri Lanka (35 mil víctimas fatales). Se calcula que Indonesia murieron al menos 170 mil personas.
"Actuábamos a ciegas, sin ningún tipo de sensor en el Océano Indico", recordó -en conversación con France Presse- Charles McCreery, director del centro de alerta de tsunamis en el Pacífico. Ante la carencia de información, las autoridades, convencidas de que se podrían haber salvado muchas vidas, pusieron en marcha hace tres años un sistema de alerta regional.
Creada en 2011, la red de mareógrafos (que miden el nivel del mar), de boyas oceánicas en aguas profundas y de monitores sísmicos, que mandan señales vía satélite para advertir a los países de un tsunami inminente. Fue puesta a prueba hace dos años y funcionó. Después de un terremoto en Sumatra todos los países fueron advertidos en 12 minutos.
Según la revista National Geographic, Indonesia ha luchado para mejorar la preparación y la conciencia entre la gente. En la actualidad hay refugios, de tres o cuatro pisos, que cuentan con un primer piso abierto para dejar pasar la ola. Además hay una red de sirenas que advierten de los tsunamis a la población. En 2012, la localidad de Banda Aceh fue golpeada por un terremoto 8,6 grados Richter, poniendo a prueba las lecciones aprendidas en 2004. "Las condiciones eran totalmente caóticas", dijo a la revista, Syarifah Marlina Al Mazhir, una residente de Banda Aceh que trabajó para la Cruz Roja en 2004. "En vez de evacuar hacia áreas seguras, la gente se iba a sus casas o iba a buscar a sus hijos al colegio, provocando caos", añadió.
Además de Indonesia, 24 países de la zona pusieron en marcha sus propios centros de alerta nacionales. En Tailandia se instalaron 129 torres que están conectadas con un centro de vigilancia en Bangkok. Una ola gigante activaría las sirenas y anuncios en varias lenguas. Algunos funcionarios también recibirían mensajes de texto con órdenes de evacuar.
Pero en la región, los deseos por prepararse para una eventual catástrofe se atenúan progresivamente con el paso de los años. "La mayoría de la gente quiere olvidar, lo entiendo. Pero creo que es muy importante recordar lo que ocurrió por motivos de seguridad", señaló a France Presse, Mathias Mann, tras hacer una ofrenda floral en un cementerio de Tailandia, en honor a un colega alemán. En Khao Lak , un balneario borrado del mapa hace 10 años, las señales que recomiendan correr hacia las alturas han desaparecido. Los sistemas de alerta son un gran adelanto, pero no bastan contó Kerry Sieh, profesor de la U. de Nanyang en Singapur. "Además de eso, se precisa educación e infraestructuras adecuadas", concluyó.