En un reciente ensayo escrito para la Brookings Institution, con motivo de los 100 años del inicio de la Primera Guerra Mundial, la historiadora de la Universidad de Oxford Margaret MacMillan recupera una frase de Mark Twain dirigida a quienes piensan que el pasado es un tiempo muerto que deja de perseguirnos: "La historia nunca se repite, pero rima". En el texto, escrito antes de que se intensificaran las tensiones abiertas en el este de Europa y en Medio Oriente, la autora del aclamado libro 1914: de la paz a la guerra traza paralelismos entre los tiempos previos a la Gran Guerra y las turbulencias actuales. Al igual que la académica canadiense, varios expertos y políticos han advertido sobre la extraordinaria inestabilidad del escenario mundial actual, así como su preocupación ante la posibilidad de que un incidente escale rápidamente en una confrontación global, tal como sucedió con el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria, en junio de 1914.
En una reciente entrevista con el diario español El País, el presidente de la Brookings Institution y ex vicesecretario de Estado de la administración Clinton, Strobe Talbott, recordó que "hace sólo un año no había ningún gran conflicto entre los grandes países del mundo, ni tampoco existía demasiada preocupación porque lo hubiese". En cambio hoy, asegura, "hay un peligro real de conflicto". A su juicio, esto ocurre "en Europa, provocado por lo que (el Presidente ruso, Vladimir) Putin ha hecho en Ucrania. Hay conflicto en Oriente con las tensiones y disputas entre China, de un lado, y Vietnam y Filipinas, de otro", a las que se suman las crecientes rivalidades entre Japón y China, así como la disolución en Medio Oriente de las fronteras establecidas tras la Primera Guerra Mundial, la misma zona donde hoy se producen los conflictos de Siria, Irak y los territorios palestinos. Para Talbott, los paralelismos entre 1914 y 2014 son "inquietantes".
Una preocupación que también comparte el veterano senador republicano y ex candidato presidencial norteamericano John Mc-Cain, quien en una entrevista con CNN reconoció que jamás había visto un mundo "tan agitado". Y apuntando específicamente a la crisis de Ucrania, el ex canciller alemán Helmut Schmidt (1974-1982) dijo al diario Bild que "día a día aumenta el peligro de que la situación se agrave, como en agosto de 1914". "Europa, los estadounidenses, los rusos, se comportan como describe Christopher Clark en su recomendable libro sobre el comienzo de la Primera Guerra: como sonámbulos", comentó el socialdemócrata de 95 años sobre el historiador australiano autor de Sonámbulos: cómo Europa fue a la guerra en 1914. En ese sentido, el propio Putin llamó a la comunidad internacional a extraer lecciones de cómo "la agresión, el egoísmo y las desorbitadas ambiciones" de los líderes europeos superaron el "sentido común" y condujeron hace 100 años a la I Guerra Mundial. "En lugar de proteger el continente más desarrollado del mundo, lo condujeron al caos. Sería bueno recordarlo hoy", dijo esta semana.
A juicio de Talbott, "aquí hay una combinación de tres fenómenos que hacen que este período sea peligroso". El primero es "la desilusión o descontento global con los diferentes sistemas de gobernanza, incluidas las democracias occidentales". El segundo es "el crecimiento de un nacionalismo de tipo peligroso". Sobre este punto, destaca que Putin "ha elevado (el nacionalismo) a un nuevo nivel" con la anexión, en marzo, de la península de Crimea, y con el apoyo a los insurgentes prorrusos en el este de Ucrania. El tercer fenómeno, sostiene, es la citada acumulación de conflictos que amenazan la estabilidad mundial.
A este escenario, MacMillan agrega otro punto interesante. "Estamos siendo testigos, en la misma medida que en el mundo de 1914, de cambios en la estructura de poder internacional. Poderes emergentes retan a los establecidos", sostiene. "Si rivalidades nacionales condujeron a suspicacias mutuas entre Gran Bretaña y la ascendente Alemania antes de 1914, lo mismo está sucediendo ahora entre EE.UU. y China, y también entre China y Japón. Y ahora, como entonces, la opinión pública está dificultando a los hombres de Estado maniobrar y apaciguar las hostilidades", advierte.
"Hasta ahora, EE.UU. ha estado dispuesto a actuar como garante de la estabilidad internacional, pero quizá no quiera -o no pueda- hacerlo de forma indefinida", postula MacMillan. Así las cosas, concluye, "quizá sea necesario un momento de verdadero peligro para que las potencias importantes de este nuevo orden mundial se unan en coaliciones capaces y dispuestas a actuar".