En diciembre se cumplirán 13 años desde que el régimen talibán fue derrocado del poder que ostentaba desde 1996 en Afganistán por parte de una coalición internacional liderada por Estados Unidos que invadió el país tras los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001. El argumento era que este grupo fundamentalista islámico había cobijado a Al Qaeda, la red terrorista de Osama bin Laden a la que se le responsabilizaba de los ataques. En diciembre próximo, además, debiera concretarse el repliegue de las fuerzas extranjeras, incluidas gran parte de las norteamericanas. Así, al inicio de 2015 la seguridad y control del país debiera depender netamente de capacidades de las fuerzas afganas.

El problema es que, desde 2004, los talibanes han venido recuperando fuerzas tanto en Afganistán como en el vecino Pakistán. Una muestra de ello fue el ataque del domingo contra el principal aeropuerto paquistaní que dejó al menos 27 muertos.

Las acciones talibanes son predominantes en el sur de Afganistán, de mayoría pashtún, grupo etnolingüístico del que son originarios gran parte de los integrantes de este grupo radical. Se trata de zonas donde el Estado es débil o casi no existe.

El grupo, que nació en el norte del Pakistán a principios de los 90 tras la retirada de las tropas soviéticas de Afganistán, ganó notoriedad en este último país en 1994, cuando llevó a cabo su primera acción militar de importancia en la provincia de Kandahar. En territorio afgano sus acciones han estado dirigidas a las fuerzas internacionales, pero también contra objetivos del gobierno prooccidental dirigido por el Presidente Hamid Karzai, quien se apronta a dejar el cargo.

Según la prensa europea, los analistas temen que los talibanes solo estén esperando el repliegue de los soldados extranjeros para actuar con más fuerza. A su vez, la cadena británica BBC sostuvo que "después de más de una década de guerra, los talibanes están muy lejos de ser derrotados y han ido creciendo en fuerza". "Muchas áreas están bajo su control de facto", afirmó en febrero ese medio, que cifra en 20.000 los miembros del grupo en Afganistán. A lo anterior se suma el reciente acuerdo alcanzado con Washington para la puesta en libertad del último soldado estadounidense cautivo en Afganistán a cambio de cinco insurgentes detenidos en Guantánamo. El aún prófugo líder supremo del grupo, Mulá Omar, declaró el acuerdo como "una gran victoria".

En el vecino Pakistán los talibanes estarían en mejor posición. Prueba de aquello es que el ataque contra el aeropuerto Jinnah de Karachi (la capital económica del país). Este fue adjudicado por el Therik-e-Taliban Pakistan (TTP), fundado en 2007 para apoyar a la lucha talibán en territorio paquistaní. Hasta 35.000 combatientes integrarían las filas del TTP, según consigna la agencia Europa Press. El diario The New York Times asegura que este atentado es el más ambicioso en Pakistán desde el atentado contra una base aérea en Karachi en 2011. Además, los talibanes dijeron que su objetivo era secuestrar un avión, acción distinto a su modus operandi (bombas en caminos y ataques suicidas) habitual, destacó la agencia Reuters.

La internacionalización de las premisas de los talibanes quedaría nuevamente en evidencia de confirmarse la participación de insurgentes uzbekos en Karachi.