"¡Por favor, silencio. Van a suspender el partido! ¡Les vamos a ganar en la cancha! ¡Por favor, ha sido un esfuerzo tremendo el que hemos hecho, les pido por favor que colaboren!".
Con esas palabras, el presidente de la Federación de Tenis de Chile, José Ramón De Camino, solicitaba al público nacional calmarse en una exaltada serie frente a Argentina, por aquel 7 de abril de 2000. Una jornada que quedó marcada por ser la vergüenza más grande que haya vivido el país en este deporte: la Copa Davis de los famosos sillazos en el Parque O'Higgins, y que 17 años después, es recordada por varios de sus protagonistas.
"Había mucha gente que no era del ambiente del tenis. Sentí que había mucha bronca y una rivalidad exacerbada y ni siquiera era un partido de Grupo Mundial", rememora Mariano Hood, doblista de aquel equipo argentino.
Y claro, el duelo se jugó con un lleno total, con 12 mil personas, porque se esperaba que fuera una revancha de la goleada por 4-1 que había sufrido la Selección de fútbol una semana antes frente a la Albiceleste en Buenos Aires, por las Clasificatorias rumbo al Mundial de Corea-Japón 2002.
Un court como ring de boxeo
De hecho, desde el primer punto entre Marcelo Ríos y Hernán Gumy, la serie se disputó bajo un ambiente irrespirable, cuando un fanático nacional le gritó un duro improperio al trasandino al momento de ejecutar un servicio. Eso no sería más que encender la mecha de una bomba que no tardaría en explotar, por más que el encuentro finalizara con triunfo para el zurdo de Vitacura en cuatro sets (6-4, 6-3, 4-6 y 6-1).
La reacción y euforia de los espectadores respondió a que en varios sectores del recinto se dio alcohol. "No está prohibido, pero no a destajo. Creo que se empezó a entregar gratis, y el estadio no estaba preparado para un evento de ese nivel", recuerda Sergio Elías, presidente del Comité Senior de Cosat en ese momento y actualmente director de la ITF.
En el segundo punto de la serie entre Nicolás Massú y Mariano Zabaleta, se produjo lo que nadie se imaginaba que podía pasar: una lluvia de sillazos por parte del público, por las constantes penalizaciones del juez general, el dominicano Toni Hernández, al equipo nacional y porque el trasandino tuvo un encontrón con un pelotero.
José Ramón de Camino rememora el bochornoso episodio: "Recuerdo que no alcanzamos a atornillar las sillas, pero nunca se me ocurrió realmente que podía llegar a ser una hecatombe como la que vivimos. Había gente fuera de sí. Saqué personalmente de la cancha al capitán de Argentina (Alejandro Gattiker), que era amigo mío, y recuerdo ver pasando por el túnel a la gente con ojos de enfermo. Si podían matar, mataban".
Por su lado, Patricio Cornejo, capitán del equipo nacional, reconoce: "Sentí que estaba en medio de una guerra y que el único que no estaba armado era yo. Lo único que pude hacer fue tratar de sacar a Nicolás Massú de la cancha con sus raquetas y sus cosas".
El fervor llegó a tal punto que no sólo la barra argentina fue el blanco. Jugadores, e incluso las delegaciones y familiares, recibieron la ira del público chileno.
"Nunca había estado en algo así y recuerdo que nos metimos debajo de los escudos de Carabineros, que fueron como héroes, y sentíamos cómo caían las sillas. Después vimos con consternación al padre de Zabaleta, que le cayó algo en la cabeza y Mariano estaba exaltado", recuerda Leonardo Zuleta, entrenador de Massú en ese entonces.
Temor argentino
Frente a ese escenario, se suspendió el partido, analizando la posibilidad de que la serie se completara posteriormente sin público. El equipo argentino, sin embargo, decidió no presentarse considerando que las garantías no estaban dadas.
"Después de lo que le había pasado a Zabaleta padre, que le partieron una silla en la cabeza y llegó al vestuario con la cara completamente ensangrentada, Mariano se volvió loco y estaba muy mal anímicamente. Era nuestro mejor jugador y la verdad que lo único que quería en ese momento era irse de Chile. Entonces creo que la Asociación Argentina tomó un poco la posta en decir que en esas condiciones lo ideal era bajar a tierra", explica Mariano Hood.
Pese a lo complejo del panorama, De Camino cuenta que las garantías sí estaban dadas: "La Federación Internacional me había dado la opción de jugar al otro día sin gente, con el compromiso de salvaguardar la vida de los tenistas. El general de Carabineros dijo que nadie se iba a acercar para entrar. Entonces, sólo faltaba el visto bueno de la Federación Argentina. Pero el presidente, Enrique Morea, no colaboró. Pensó que retirando al equipo iban a ganar y a ellos también los sancionaron".
Con la partida del equipo argentino, se dio ganador a Chile en una primera instancia por 5-0, aunque De Camino, Sergio Elías y Jaime Fillol tuvieron que viajar a Londres para defender ante la ITF el castigo de localía que se avecinaba.
"Estábamos todos muy asustados porque era una situación inédita que había recorrido el mundo entero. Se venía una sanción dura, era asumir la responsabilidad y que se considerara el historial chileno en la Copa Davis", recuerda Fillol.
Pudo ser peor
Y para fortuna así fue. Sólo se recibió un castigo por dos años de localía, lo cual para De Camino fue algo mínimo de acuerdo a lo acontecido: "Uno puede tener caídas en la vida pero hay que ser humilde, pedir perdón y eso fue lo que hicimos. Podría haber sido tremendo para lo que pasó. Perfectamente nos podrían haber castigado por mucho más tiempo".
El periodista argentino Eduardo Puppo asegura que los medios trasandinos quedaron con el sabor de una gran injustica. "La ITF no resolvió de acuerdo a la gravedad de lo acontecido en cancha. Se presentaron pruebas con videos, fotos y recortes y no se los tuvo en cuenta. La ITF priorizó sin duda el retiro de un equipo de la competencia".
En tanto, Patricio Cornejo siente que fue considerado culpable por no haber calmado al público: "Entiendo que en la ITF un ex jugador de Copa Davis de Egipto, Ismail El Shafei, habría dicho que yo podría haber hecho algo más, pero hice todo lo que pude. En dos oportunidades le pedí a la gente que tuviera compostura. Posteriormente, me enteré de que los micrófonos sólo se escuchaban en la parte baja. Entonces ¿por qué después esas cosas no se dijeron?".
Ya con el tiempo, los involucrados sacan conclusiones de las fallas cometidas. "Pienso que tanto los argentinos como nosotros tuvimos la culpa, porque se pudo haber evitado. Pero como fue algo tan monumental, lamentablemente hubieron errores que los pagamos caros, como que el audio no era bueno", narra De Camino.
"Aquí no hay que echarle la culpa a nadie, hubo problemas de las personas que organizaron el evento. Ahí se permitió entrar a gente que no conocía los reglamentos de la Copa Davis, también se expendió o se regaló cerveza, y había mucha gente que no entendía lo que estaba ocurriendo", cuenta Cornejo.
En tanto, Mariano Hood relata: "Fue un momento triste, de ninguna manera responsabilizo a todo el público chileno, que en general sabe de tenis y es respetuoso, sólo un grupo que se pasó de revoluciones. El árbitro no tuvo la experiencia para colocar las cosas en su lugar, y por ahí todos fuimos responsables de que se nos fuera de las manos".
Pese a los incidentes, el trasandino asegura que no quedó una rivalidad entre ambas escuadras: "A la semana siguiente de esa Copa Davis, me encontré a Nico en un Challenger, en San Luis de Potosí, en México. Le gané y nos dimos un abrazo cuando terminó el partido. Por suerte no afectó a nuestra relación en el circuito".
Para limar asperezas, en septiembre de ese año ambas escuadras animaron un duelo llamado la Copa de la Amistad. Por el elenco nacional estuvieron Nicolás Massú y Fernando González, mientras que por los trasandinos Mariano Zabaleta y Mariano Puerta. El triunfo fue 2-1 para el equipo criollo, aunque el día más vergonzoso del tenis nacional ya era parte de la historia chilena.