22 de junio de 1994. Juegan Estados Unidos y Colombia. A los 35', Andrés Escobar se lanza al césped para interceptar el centro rasante de John Harkes. Alcanza a tocar la pelota, pero al desviarla se la incrusta en las mallas lejos del arquero Oscar Córdoba. Ese fue la apertura de la cuenta y un pase directo hacia la muerte... Diez días más tarde, el defensor fue asesinado con seis balazos, a quemarropa, en el estacionamiento de la discoteca El Indio, de Medellín.

Resulta que en ese 22 de junio el ambiente era raro. Un fax anónimo le llegó al entrenador Francisco Maturana, el cual desencajó al propio Pacho y a parte de su staff: si jugaba Gabriel Gómez, hermano del asistente Hernán Darío, el estratega sería asesinado junto a su familia. ¿La razón? Barrabás -que incluso jugó en el 5-0 histórico sobre Argentina en 1993- no había tenido una buen nivel en la caída 1-3 ante Rumania y hacía peligrar el dinero de las apuestas entre narcotraficantes. En ese entonces, la sociedad colombiana convivía con los carteles de Medellín y de Cali.

Maturana meditó la renuncia, pero decidió salir al Rose Bowl de Los Angeles junto a su plantel. Barrabás Gómez fue el único que no lo hizo.  Y ese día se retiró del fútbol. "Recuerdo la injusticia. Nos tocó jugar en la época más difícil para el pueblo colombiano. Hoy la sensación sigue siendo la misma de hace 20 años", explica el ex mediocampista, hoy adiestrador de Jaguares de México...

Escobar fue titular ese día en la zaga junto a Luis Carlos Perea.  Ambos habían controlado al goleador Eric Wynalda, pero en una centésima de segundo se desconcentraron. "La amenaza a Pacho nos descolocó, en ese tiempo estas cosas no eran broma. Recuerdo que Andrés se cruzó rápido, pero no miró a su espalda ni la posición de Córdoba. Su reacción fue natural, porque la pelota iba al corazón del área. Córdoba tampoco atinó a gritarle", rememora Perea. El otrora seleccionado cafetero, además, destaca que "era la primera vez que le pasaba eso a Andrés. En el hotel explotó en llanto. Había en él una especie de mal presentimiento y de pesimismo. Se sentía mal e intuía que algo le podía pasar. Era muy extraño lo que demostró", confiesa el ex defensor.

UN NARCO Y SU CALIBRE 38

El autogol colaboró en el 2-1 de los organizadores sobre un cuadro colombiano candidato a avanzar a rondas importantes. Fue la segunda caída del elenco de Maturana y  la eliminación. Al tercer pleito el drama ya estaba desatado y al menos los sudamericanos se despidieron con un 2-0 sobre Suiza. Ese fue el último partido de Escobar, quien se alistaba para ir al Milan.

El 2 de julio, diez días después del tanto, Humberto Muñoz Castro lo encontró en la discoteca El Indio y comenzó a molestarlo. "Este tipo, ebrio, lo increpó por el autogol. Andrés soportó al principio, pero al final de la noche, no aguantó los insultos e intenta frenarlo. En la reacción,  el hombre saca un arma y dispara. Luego se esconde, pero su mismo jefe (supuestamente un narcotraficante) hace que se entregue", cuenta John Rojas, periodista colombiano que investigó el hecho y luego escribió el libro El Fútbol de Negro, que mezcla el deceso del futbolista con una historia ficticia de un taxista que tenía como ídolo al defensor.

Rojas explica que existen en su país dos teorías en relación al asesinato. Una es que una red de apostadores perdió mucha plata con la caída colombiana, y la otra que supuestamente esa noche Escobar coqueteó con una mujer ligada a unos narcotraficantes. Independiente de eso, la justicia actuó y Muñoz Castro fue sentenciado a 43 años, aunque cumplió 11 de ellos en prisión. Hoy vive libre.  La familia del futbolista no quiso referirse al tema, pero Gómez es claro en el mensaje, pues sigue en contacto con la familia Escobar: "Uno no puede tener rencor, hay que superarlo. La justicia tiene que seguir actuando. Ya han pasado muchos años y el duelo ya lo vivimos. La gente lo sigue queriendo como si fuera ayer".

Colombia hoy recuerda con rabia el autogol, pero respira en la lucha por tener una sociedad limpia y mejor. El aliciente es que su selección está brillando en Brasil y tiene un zaguero más que aporta desde lejos elegancia y seguridad. Ese es Andrés Escobar.