A fines del siglo XIX, la mirada del arte chileno seguía puesta en Europa. Los pintores replicaban temáticas, escenas e incluso vestimentas a la usanza francesa, dejando de lado la identidad local. La tendencia se quebró en el momento en que, paradójicamente, un pintor llamado Juan Francisco González regresó a Chile después de una temporada en París. Al igual que artistas como Monet y Cézanne, González apreciaba el paisaje y la luz natural, elementos que utilizó para el rescate de la idiosincrasia nacional. "Marcó un hito en la apertura de un arte que ya no era para la elite, sino que iba direccionado a otras sociedades. Ahondó en los orígenes de la naturaleza chilena y en la raza mestiza", señala la historiadora del arte Isabel Cruz.

A 80 años de su muerte, los paisajes, retratos y naturalezas muertas de Juan Francisco González salen otra vez a la luz, a través de una retrospectiva que se abre a público este sábado en la Corporación Cultural de Las Condes.

Se exhibirán 80 cuadros escogidos de un universo de 500 piezas, por un comité conformado por coleccionistas de la obra de Juan Francisco González, además de la participación de Isabel Cruz y el restaurador Alejandro Rogazi. Se trata de una de las exposiciones más importantes del pintor en los últimos años, debido a que la mayoría de las piezas pertenecen a colecciones privadas, algunas nunca antes exhibidas, además de las obras prestadas por el Museo de Bellas Artes, la Pinacoteca de Concepción y el Banco Central.

Además, el trabajo de la Corporación Cultural y el grupo de coleccionistas se materializará en un libro, que la editorial Origo publicará el próximo año y que reunirá las obras más representativas del pintor.

Faro de generaciones

Nacido en 1853 e hijo de comerciantes, Juan Francisco González pasó su infancia en el barrio de Recoleta, a los pies del Cerro Blanco. A los 14 años conoció al pintor Pedro Lira, quien vio en él un talento innato, incentivándolo a entrar a la Academia de Bellas Artes. Dos años después, González ya recorría las aulas de Juan Mochi y Ernesto Kirchbach.

Sin embargo, el sello característico de su pintura llegaría tras su estancia en Europa. Recorrió Italia, España, Inglaterra y Francia, donde se codeó con los impresionistas. Con el paso de los años, eso sí, su pintura fue más allá del mero intento de plasmar la realidad al natural: González estaba muy interesado en los colores y en la atmósfera. "Su pincel dejó de convivir con la pintura académica y su camino hacia la renovación tuvo una fuerte carga expresiva, cercana a la abstracción incluso. Fue realmente muy adelantado y arriesgado en el uso de la mancha", dice Cruz.

En Chile, González fue parte del llamado Grupo de los Diez, conformado por artistas, músicos y poetas como Pedro Prado, Augusto D'Halmar y Eduardo Barrios, que protagonizaron la escena cultural entre 1914 y 1924. También fue profesor de la Academia y su pintura ligada a la tierra chilena, reflejada en portones, casas de adobe, iglesias y paisajes de campo, caló hondo en las siguientes camadas de artistas, como la Generación del 13, donde figuraron Ezequiel Plaza y Pedro Luna; o el grupo Montparnasse, con Camilo Mori y Pablo Burchard. "Alberto Valenzuela Llanos tuvo una línea similar, pero era más contenido que González. Helsby aprendió de él, pero era más suave. La potencia de González y su ejecución sobresalen", remata la historiadora Isabel Cruz.