EN SU libro Memorias Prematuras, Rafael Gumucio parte la historia de su vida con el recuerdo de una pichanga que jugó a los nueve años en una colonia de vacaciones en Francia: "Mis compañeros me pusieron al arco porque no sé chutear a tiempo. Pienso en que tengo que pegarle a la pelota y a la vez mirar a quién le doy el pase: esas dos ideas son demasiado complejas para mí. Disparo a cualquier parte, sin mirar, y para disimular mi torpeza me caigo al suelo. En el arco no tengo ese problema, pero sufro de otra dificultad: le tengo miedo a la pelota".

Desde su infancia que el escritor, periodista y director del Instituto de Estudios Humorísticos de la Universidad Diego Portales ha tenido una relación rara con este deporte. "El fútbol siempre estuvo ahí, de fondo. Recuerdo con especial importancia el Mundial del 78 que para nosotros, que estábamos exiliados en París, era muy ofensivo porque sucedía en Argentina en plena dictadura y venía a limpiarle la cara a ese país. Desde entonces la idea de que el fútbol y la política no tienen nada que ver me resultó algo imposible de creer", cuenta.

-¿Eso lo alejó de la práctica de este deporte?

-Es que además soy muy malo. Tengo un problema motor que hace que me cueste un tiempo desmesurado pensar, correr y patear. Aunque a veces para intentar dormir invento jugadas.

-¿Para dormir?

-Sí. Pienso jugadas tácticas y eso me ayuda a dormir. No es que tenga un desprecio absoluto por el fútbol ni que desconozca las reglas ni cuántos jugadores tiene. Lo que no me gusta es lo que genera. Sus externalidades negativas.

-¿Cuáles?

-La idea de la asociación entre el fútbol y la infancia. Entre el fútbol y la virilidad. El macho futbolista. Todo eso me resulta ajeno, peligroso y poco atractivo. El nacionalismo futbolístico también. ¡La pasión! Si alguien tiene pasión por el fútbol es porque no siente ninguna pasión real. Puedes sentir pasión por una mujer o por un libro. La gente que no tiene pasión, que no sabe lo que es, tiene pasión por el fútbol.

-¿Qué representa este deporte?

-Una de las cosas que más me empelota es esa idea de que el fútbol tenga que ser también algo sano. Eso es mentira. El fútbol es solamente el amor por la delincuencia y la droga. Que nadie llame a engaño al otro diciendo que está amando los valores patrios. Los futbolistas son como representantes de las peores características de un pueblo. Por ejemplo, el equipo de Argentina refleja todo lo que el argentino tiene de canalla, soberbio y falso.

De todos, menos mía

-¿La Selección Chilena nos representa como pueblo?

-Es representativa de los barrios bajos chilenos, de la marginalidad, y eso es muy raro porque les piden a estos jóvenes que representen los valores del deporte, el fair play, la salud, la infancia. Es contradictorio.

-Más allá de eso, ¿siente que culturalmente refleje algo de Chile?

-Sí, pero el Chile de antes. A mí una de las cosas que más me gustaba de este país es que amaba el fútbol y era muy malo para jugarlo. Lo amaba, pero el fútbol no lo amaba a él. Y como no iba a los Mundiales, los amantes del fútbol debían verlos de manera casi deportiva. De forma neutral. El amante del fútbol era alguien que estaba acostumbrado a la derrota, a la chambonada. Ese amor no correspondido sí siento que tiene unas raíces profundas con cosas del país. Creo que el fútbol actual es como el país de ahora, no siento ninguna simpatía por él. No quiero un país de ganadores con la "Roja de todos", no siento que sea mía.

-¿Le parece fome volverse repentinamente ganadores?      

-Tremendo.

-¿Qué efectos tiene?

-Por ejemplo, el periodista deportivo de antes era generalmente un tipo culto, que leía a Borges y tenía otros intereses. Pienso en Guarello o Schiappacasse. Era alguien que como su frente noticioso no era realmente noticioso, igual era cultivado, tenía tiempo de ir al cine y se preocupaba de otras cosas. Ahora la sección deportiva se ha llenado de futbolistas, de futbolistas frustrados, de ex futbolistas. Son gente más flaca, más atlética y más deportiva. Eso me resulta patético. Me gustaban mucho más antes que eran puros gordos y feos.

-¿Qué opina de la cobertura televisiva del fútbol?

-Es que creo que el fútbol es como una especie de gran tapadera, de forma de hablar en tono apasionado, preocupado, de seriedad sin realmente hablar nada serio. Entonces hay escándalos, peleas, debates, enfrentamiento de personalidades sobre un tema que no tiene ninguna relevancia porque es un juego.

-Recién hablaba de Borges, quien representaba al intelectual que hablaba pestes del fútbol, ¿comparte alguna de sus opiniones?

-Es que hay una diferencia entre Borges y yo: que él no tenía ni la más reputa idea de fútbol. Fue algo que nunca le importó. Lo mío es más grave porque veo partidos, conozco equipos, sueño con jugadas, tengo un aprecio por el deporte y me gusta. No obstante eso, siento un marcado desprecio por él, lo que también es porque el fútbol tiene una pasión que tiene que ver con la infancia y yo no tuve una infancia futbolera. Encuentro que es muy despreciable la gente que la tuvo.

-¿Qué más le gusta del deporte?

-Eso de que un futbolista puede ser muy gordo, muy chico o muy poco atlético. Siempre me gustó que no es como las Olimpiadas con puros súper hombres. Uno no puede sentirse parecido a Michael Phelps o Ben Johnson, pero sí a Maradona que no es un súper atleta.

-¿Por qué cree que cuando se acercan eventos como el Mundial los medios van a hablar con personas que no tienen mucho que ver con fútbol, como en esta entrevista?

-Supongo que porque representamos una minoría muy selecta y pequeña, pero que es continua en el tiempo: la de los que no se sienten involucrados. Aunque a mí nada me gustaría menos que ser como Lafourcade o el mismo Borges, el típico intelectual que desprecia al fútbol. Pero también me siento lejos del otro tipo de intelectual: el futbolero que lee a Borges, sabe de filosofía o poesía y el día después está comentando el partido del Colo Colo con Huachipato. Últimamente pasó de ser choro decir que no te gustaba el fútbol y odiarlo a ser choro tener tu equipo y que te guste. Yo confieso que estoy entre las dos cosas: como deporte me parece hermoso, interesante y entretenido; como pasión me resulta deleznable; y como rémora infantil quizás me pasa lo mismo que me dicen los animalistas, que como no tuve mascota no amo a los animales. La verdad es que yo les agradezco a mis padres haberme librado de haber perdido tanto tiempo.