Giulio Andreotti, siete veces primer ministro de Italia, senador vitalicio y uno de los políticos más carismáticos, considerado el maestro de las artes de la política, falleció hoy en Roma a la edad de 94 años.
Profundamente marcado por los valores inculcados por su madre y por el padre Severino Tamburrini quienes le enseñaron a "respetar al prójimo" y a "no perder los nervios", Andreotti fue un católico practicante que acudía a diario a la iglesia del Gesu (jesuitas) o la iglesia parroquial, llamada Nuova.
Doctor en Derecho, y periodista desde el 1 de diciembre de 1945, Andreotti acudió diariamente a su despacho en el Senado a pesar de su avanzada edad.
Su carrera política la inició a los 20 años, en 1939, cuando empezó a frecuentar la Biblioteca Vaticana para realizar un estudio sobre la marina pontificia, lo que le permitió conocer al fundador de la Democracia Cristiana italiana, Alcide de Gasperi.
Andreotti, que se ha salvado de todos los escándalos en los que había estado relacionado durante más de 60 años en la política, desde los contratos en el sector del petróleo de los años 60, hasta el secuestro y muerte de Aldo Moro en 1978 y la acusación de complicidad con la Cosa Nostra en los años 90, fue uno de los líderes más influyentes de la Democracia Cristiana.
Debido a sus problemas de salud no había participado en las votaciones claves el mes pasado en el Parlamento para la elección del presidente de la República, cargo al que nunca logró acceder.
Sus eternos enemigos no han escatimado críticas: "Un gran estadista. Del Vaticano. El secretario permanente de la Santa Sede", lo definió en una ocasión ex presidente de la República Francesco Cossiga, rival y correligionario.
Fue nombrado ministro en diversas ocasiones, ocupando las carteras de Finanzas (1955-1958), Tesoro (1958-1959), Defensa (1959-1960, 1960-1966 y en 1974), Industria y Comercio (1966-1968), Balance y Desarrollo del Sur de Italia (1974-1976), y desde agosto de 1983 a julio de 1989, ministro de Asuntos Exteriores y siete veces primer ministro, aunque nunca llegó a ocupar el cargo de presidente de la República.
Aunque la criminalidad organizada quiso acabar con él y no pudo, los peores momentos de su vida los sufrió con los procesos que afrentó solo y abandonado por todos por su supuesta implicación con la mafia y con el asesinato del periodista Mino Pecorelli en 1979.
"Conozco hasta nuestros defectos, pero tenemos menos que los demás", bromeaba.
"Mi futuro -dijo a Efe- está en las manos de Dios, porque si miro atrás todos mis amigos están muertos".