A mi hijo no lo invitan

<img style="padding-right: 0px; padding-left: 0px; padding-bottom: 0px; margin: 0px; padding-top: 0px" height="13" alt="" width="81" src="https://static-latercera-qa.s3.amazonaws.com/wp-content/uploads/sites/7/200910/550385.jpg" />Puede tener 5 ó 14 años, pero no fue convidado al cumpleaños o a jugar a la plaza y se quedó en la casa viendo televisión. Su hijo puede ser un niño "nube" o un rechazado, dos categorías muy distintas, según los sicólogos. Pero, en la mayoría de los casos, los principales responsables son los padres.




Un estudio del 2004 reveló que cuando las personas se sienten excluidas, en el cerebro se producen  las mismas reacciones que las del dolor físico. ¿Se imagina aquello en un niño de cinco o 10 años? Probablemente, es lo que deben sentir los chicos que el sábado y domingo se quedan en casa, porque nadie quiere invitarlos a jugar. O los que no son convidados al cumpleaños o están solos en el recreo.
En todas las etapas del desarrollo los amigos y la capacidad de compartir con los pares es muy importante, dicen los sicólogos. Incluso, hay especialistas que sostienen que es un factor clave en el desarrollo de la autonomía, algo que los padres no pueden suplir. "Las buenas notas no aseguran una infancia feliz; cuando los niños son rechazados o ignorados, el tema no puede relegarse a un segundo plano", sostiene Marisol Sagredo, sicóloga, directora de la clínica Edupsique.

Del rechazado al "niño nube"

Hay etapas en que es más frecuente que los niños experimenten la exclusión social. "Alrededor de los 13 años, cuando están en séptimo y octavo básico es  más característico", dice Rafael Palma, sicólogo del Colegio Cumbres. La razón es que a esa edad enfrentan la adolescencia y comienzan a achicarse los grupos de amigos, de acuerdo a los gustos e intereses de cada uno. También, sostienen los expertos, el rechazo social se da más entre las niñas que entre los hombres.


Aunque son muchos los niños que logran superar una exclusión pasajera, e incluso salen fortalecidos de la experiencia, cuando el tema se extiende en el tiempo, la primera pregunta que deben hacerse los padres es si su hijo es un niño rechazado o un "niño nube ". Término que acuñado por el sicólogo estadounidense John Gottman y que describe a los menores que, al no estar "a tono" con sus compañeros, simplemente son ignorados.
La distinción es relevante, dice la sicóloga Sagredo, porque ellos tienen  características muy diferentes y los padres deben ayudarlos conociendo su talón de Aquiles. Mientras los rechazados tienen un perfil sumamente activo, con conductas perturbadoras, habladores y con tentativas frecuentes de acercamiento social, los "niños nube" generalmente son tímidos, muy poco agresivos, solitarios y escasamente asertivos.

El peso del hogar


El temperamento, la genética y el establecimiento escolar juegan un rol importante a la hora de evaluar por qué un niño no tiene amigos. Sin embargo, los  especialistas coinciden en que el factor más relevante son los padres y el ambiente de la casa. 
 Un estudio del sicólogo estadounidense Alan Sroufe estableció una relación directa entre el apego  padres-hijo y la capacidad del niño  para hacer amigos en el primer año de colegio. Los investigadores Ladd y Hart relacionaron las oportunidades de juego entre padres e hijos con las habilidades sociales y la popularidad posterior del menor. Otra investigación comprobó que los niños de cuarto básico con escasa disciplina paterna y estrés familiar son más rechazados por sus pares. Y los sicólogos y autores del libro Children's friendship Training concluyeron que el mejor predictor de la calidad de amistades que tendrá un niño es lo amistosa que sea la madre. 
"El comportamiento de los padres es fundamental", dice Marisol Sagredo. Deben ser  observadores de sus hijos y si en su infancia temprana  los perciben con pocas herramientas sociales, deben fomentar el contacto, los juegos.

Herramientas de ayuda


La falta de amigos puede convertirse en un círculo vicioso: un menor contactos sociales implica escasas oportunidades de aprender habilidades sociales, lo que deriva -a su vez- en mayores dificultades para hacer amigos. ¿Cómo ayudar al niño?
La primera norma, según los especialistas, es estar cerca de ellos, conocerlos y conversar. Contenerlos cuando tienen pena, fomentarles el buen humor y observar qué actitudes son las que despiertan el rechazo. Conversar con ellos alternativas concretas: enseñarles el modo de resolver conflictos y formas simpáticas de iniciar una interacción. También hablar  con los profesores y planificar actividades fuera del colegio. "Y estar abierto al cambio de colegio si el conflicto se vuelve crítico o irrevocable", dice Sagredo.

Las edades de la amistad

Preescolares: las relaciones de amistad duran poco, pero son importantes. El amigo es el compañero de juego, sin importar mucho la calidad de la relación afectiva que se produzca entre ellos.

Seis a 11 años:  es la etapa del juego cooperativo. Hay algunos que prefieren jugar más tiempo solos: ello no debe preocupar a los padres, a menos que lo lleve a excluirse del círculo social

Preadolescencia: al terminar la básica, los amigos adquieren una mayor importancia y los grupos se vuelven exclusivos. Se vive con gran intensidad ser aceptado o rechazado en un grupo. La amistad se basa más en el apoyo que en la competencia. A los 12 años lo usual es que los niños tengan uno o dos amigos íntimos.

Adolescencia: Los amigos reemplazan en importancia a los padres. Ellos les ayudan a afrontar los cambios de esta etapa. Sólo en caso de maltrato, deben intervenir los mayores. Tampoco hay que preocuparse de la cantidad de amigos: no es  mejor tener un grupo muy grande que un  número reducido de amigos.

Lo que opinan los niños


Un estudio realizado por la Universidad Santo Tomás de Bogotá, Colombia, encuestó a 200 niños entre nueve y 11 años para detectar qué cualidades y defectos percibían ellos como relevantes a la hora de que un niño fuera aceptado o rechazado por sus compañeros.
Ser respetuoso (71%), ser fiel con los amigos (68%), ayudar a los demás (65%), ser seguro de sí mismo (65%) y relacionarse con todos (60%) fueron las características que los niños escogieron como más importantes a la hora de ser aceptados. Sorpresivamente los ítemes menos valorados para la aceptación entre los pares fue tener buena pinta, ser chistoso, ser buen deportista y ser buen conversador.
En el otro extremo, las características que producen más rechazo entre compañeros son ser agresivos (68%), ser mentirosos (63%) y andar metiéndose en todo (53%). Los rasgos de personalidad que menos incidencia tenían en la exclusión entre niños era ser mal deportista, ser feo,  ser cobarde, ser callado y dejarse pegar por otros.

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