Ocho meses han pasado desde que Crimea fue anexada oficialmente por Rusia, pese a las críticas de Occidente. Hoy, las banderas rusas desplegadas en los edificios oficiales y los hoteles de Simferopol abarrotados de funcionarios moscovitas son sólo algunas señales de la "rusificación" de la ex península ucraniana, que, según constató en terreno el diario británico The Guardian, va "viento en popa".
El pasado 31 de marzo, 10 días después de la anexión, el primer ministro ruso, Dimitri Medvedev, llegó a Simferopol, la capital administrativa de la península para "debatir sobre el desarrollo de Crimea 'in situ'", así como de la ciudad autónoma de Sebastopol, las dos entidades integradas como los distritos 84° y 85° de la Federación Rusa. En ese entonces, Medvedev dijo que el proceso de transición administrativa de Crimea estará completado el 1 de enero próximo.
Sin embargo, el proceso ha sido más rápido de lo pensado. No solo por la agilidad con que el rublo ruso reemplazó a la grivna ucraniana, sino también por la entrega de pasaportes o la presencia cada vez mayor de autos con patentes de Moscú. Miles de funcionarios y empresarios rusos han desembarcado en la península para supervisar la transición o hacer negocios, respectivamente, mientras el rubro de los arriendos de inmuebles registra un repunte significativo, según destaca el diario español El País.
Los funcionarios rusos se han trasladado a Crimea para proveer de servicios claves -salud, educación, seguridad, impuestos y banca, entre otros-, poniéndolos en línea con los estándares de Moscú. Pese a ello, algunas cadenas minoristas experimentaron al comienzo dificultades por la necesidad de reprogramar las cajas registradoras. Las pensiones ya se calculan en rublos rusos. Medvedev prometió en marzo una equiparación progresiva de las pensiones en Crimea con las rusas, cuatro veces más altas y uno de los motivos por el que los jubilados -un tercio de la población de la península, de dos millones- votaron masivamente a favor de Rusia en el referendo.
"La vida diaria ahora significa largas colas, para todo: certificados de nacimiento y de residencia, licencias de conducir, etc.", relata a The Guardian Maria, de 25 años, quien perdió su empleo en una firma de importación y exportación de aceites esenciales. Su familia rehusa tomar la nacionalidad rusa. Solamente su abuelo la adoptó "para salvar su casa, al menos". Según CNN, los que han rechazado la nacionalidad rusa están siendo clasificados como "extranjeros" y se han enfrentado a dificultades para obtener servicios de atención en salud y en la banca.
Para esquivar las sanciones de Moscú, las grandes corporaciones rusas que operaban en Crimea han cambiado sus nombres y marcas comerciales. De este modo, buscan evitar cualquier relación con la empresa matriz. Los lazos con Ucrania gradualmente están siendo cortados. Las transmisiones de radio y televisión de Kiev están fuera del aire. En las escuelas, no son muchos los cursos que aún se imparten en ucraniano. Su número se ha reducido a la mitad, a pesar de que las nuevas autoridades aseguran que hoy existen "tres lenguas oficiales": la rusa, la ucraniana y la tártara.
Andrey Kiskov, de 31 años, defensor de los derechos humanos que The Guardian encontró en Crimea, señala que no está del todo de acuerdo con las decisiones de las autoridades, que han obligado a renunciar a cerca del 90% de los jefes de organismos centrales como las compañías de gas, petróleo y agua. Kiskov asegura que en el sector privado "se están nacionalizando a la fuerza las estaciones de combustibles, las fábricas y los mercados que pertenecieron a los ucranianos, asistidos por hombres armados vestidos de civil, organizaciones paramilitares con ninguna base legal". "Una nueva ley", añade, "exige que las empresas supuestamente estratégicas, tales como los estudios de cine de Yalta, sean compradas. Pero nadie puede decir por qué".
Militarmente, el control de las tropas rusas sobre la península es prácticamente absoluto, ya fuera por el asalto y la toma de unidades militares ucranianas o el cambio de bando voluntario de muchos soldados de ese país.
Los efectivos rusos, conocidos localmente como "los hombres de verde", se han triplicado desde marzo.